10.04.2023
En esta Semana Santa, para muchos de vacaciones, ocurrieron demasiadas cosas extrañas en la política nacional. Una de ellas fue la carta del presidente López Obrador a su homólogo chino Xin Jin Ping, pidiéndole controlar el fentanilo que llega de ese país a México, algo ya de por sí extraño porque implicaría que China reconociera que ellos exportan fentanilo ilegal, pero en la cual, faltando aún más a cualquier sentido diplomático, se incluyen dos largos párrafos marcados por una abierta animadversión a legisladores y políticos estadounidenses, quejándose de los intentos intervencionistas de esos personajes en México.
Me imagino que en Palacio Nacional saben que existe una suerte de guerra comercial entre nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, y China que a veces pasa de lo comercial hasta los amagos armados, como ha ocurrido en estos días luego de la visita de la presidenta de Taiwan a la Unión Americana. Una de las consecuencias de ese enfrentamiento comercial es el fenómeno del nearshoring que ha asentado en México a numerosas empresas que salen de China para operar desde nuestro país. Es una de las oportunidades económicas más importantes que ha tenido México en muchos años.
Pero esa carta refleja otra cosa. Un desacuerdo con Estados Unidos del que México se queja con China y una demanda que China jamás va a solventar cuando le dice que informe de puertos, proveedores, barcos que trafican con fentanilo. Fue una magnífica forma de quedar mal con todos. China contestó que su país no exporta fentanilo ilegal, Estados Unidos le contestó que sí, y que lo envían a los traficantes mexicanos para que desde aquí se trafique a Estados Unidos. Y el gobierno mexicano, después de las respuestas chinas y estadounidense no dijo ni media palabra.
Pero además porque sí se sabe quiénes trafican con fentanilo de China a México (y otros países). Aquí hace un mes le contábamos que desde diciembre del 2021, el gobierno de Estados Unidos tiene identificado a uno de los principales proveedores de fentanilo ilegal hacia México, Canadá y la propia Unión Americana. El 16 de diciembre de ese año, el departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció medidas relacionadas directamente con la persecución del tráfico de fentanilo y sus precursores. Era la primera vez que claramente no se centraba en los cárteles, sino en la trama global que maneja ese enorme negocio y que tiene origen en China y que en México ocupa uno de los espacios más importantes del crimen organizado.
Además de ofrecer una recompensa, vía la DEA, de cinco millones de dólares por información que lleve a su captura, el departamento del Tesoro incorporó a sus listas de narcotraficantes a Chuen Fat Yip y a su empresa, Wuhan Yuancheng Gongchuang Technology Co.Ltd.
Chuen Fat Yip, encabeza una organización criminal, según el departamento del Tesoro, que opera en China y Hong Kong. Trafica fentanilo, esteroides anabólicos y otras drogas sintéticas y controla un grupo de empresas que venden compuestos y precursores químicos de fentanilo al público y a empresas privadas, una de las cuales es Wuhan Yuancheng Gongchuang Technology Co. Ltd (sí, en la misma Wuhan de donde surgió el virus del COVID). Está asociada con el Cártel de Sinaloa y son los que proveen a esa organización de la droga para su comercialización ilegal en la Unión Americana.
Las empresas de Chuen Fat Yip reciben pedidos por Internet de precursores y compuestos, que luego envían a todo el mundo. Chuen Fat Yip también es considerado, dice el gobierno de Estados Unidos, como el más importante productor de esteroides anabólicos a nivel global. Para sus operaciones utiliza moneda virtual, como Bitcoin, y transferencias de fondos a través de empresas de servicios monetarios y bancos para recibir sus pagos.
El caso de Chuen Fat Yip, también se relaciona con otra empresa china de transporte de productos químicos: Shanghai Fast-Fine Chemicals Co. que desde 2019, envía precursores químicos, a menudo etiquetados falsamente, a los grupos criminales en México, en especial el Cártel de Sinaloa, para la producción de fentanilo. Otras empresas sancionadas son Hebei Huanhao Biotechnology Co., y Hebei Atun Trading Co. La primera también con sede en China, importa y exporta productos químicos y farmacéuticos utilizados para producir opioides. También ha estado involucrada en la producción de precursores de fentanilo. La segunda participa en la venta de precursores químicos de fentanilo y en la falsificación de detalles de envío de productos químicos.
Esos son los principales proveedores, dice el gobierno estadounidense, de fentanilo. No es información confidencial sino pública desde hace año y medio.
La carta al presidente chino no fue contestada por ninguna alta autoridad, sino por un vocero de segundo nivel de su ministerio de relaciones exteriores. La Casa Blanca tampoco contestó directamente, sino por otro vocero del departamento de Estado. México quedó mal con los dos países: con China por acusarlo y con Estados Unidos por quejarse ante su principal rival geopolítico, olvidando además que es nuestro principal socio comercial, que por lo menos 13 millones de compatriotas viven en ese país y que envían 60 mil millones de dólares al año de remesas. Y nada de eso ha servido para detener el tráfico de fentanilo. Un absurdo diplomático y de estrategia de seguridad.