24.05.2023
Hoy se cumplen 30 años del asesinato del cardenal Posadas Ocampo. Finalmente, seis presidentes después, y más de una docena de procuradores, la investigación que encabezó el fallecido Jorge Carpizo como procurador general de la república se ha mantenido: el cardenal fue asesinado en el estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara por sicarios de los Arellano Félix (en el atentado incluso participaron Ramón, que fue quien lo organizó y su hermano Benjamín) que buscaban matar a un narcotraficante entonces poco conocido pero con el que estaban en guerra, sobre todo en Sinaloa y Baja California, Joaquín El Chapo Guzmán.
Tenían información de que el Chapo llegaría en un Marquís blanco, alguien les avisó que estaba entrando al estacionamiento y dos sicarios acribillaron a los dos ocupantes: no era en Chapo que observó un par de coches detrás todo lo sucedido y huyó corriendo por las pistas del aeropuerto de Guadalajara.
El cardenal Posadas iba a recibir al nuncio apostólico Girolamo Prigione, que llegó al aeropuerto casi al mismo tiempo en que se producía el atentado. El Chapo huyó, pero poco después fue capturado por primera vez en Guatemala, traicionado por militares guatemaltecos que tenía comprados. Los Arellano huyeron pero casi todos los que participaron en el atentado, incluyendo a Ramón Arellano, fueron asesinados, Benjamín detenido.
Uno de los pocos sobrevivientes fue un sicario apodado El Popeye, Alfredo Araujo Avila, uno de los principales sicarios del cártel de los Arellano Félix, acusado de ser autor material del asesinato del cardenal y del atentado que sufrió en 1997 el periodista Jesús Blancornelas. Cuando fue detenido, varios años después, El Popeye confirmó la versión de la confusión.
Durante años, el cardenal Sandoval Iñiguez, sucesor de Posadas en la arquidiócesis de Guadalajara, insistió en la versión del crimen de Estado y que el cardenal había sido asesinado por órdenes del gobierno de Carlos Salinas. Su tesis la apoyaron desde los sectores más conservadores de la iglesia y del panismo jalisciense hasta algunos sectores de izquierda, incluso en aquellos años el entonces incipiente dirigente Andrés Manuel López Obrador, siempre enfrentado con Carpizo. Esa tesis trató de hacerla suya otro tristemente célebre personaje, el fiscal especial Chapa Bezanilla. La abandonó a regañadientes porque nunca hubo pruebas de un crimen de Estado, pero sombró todo tipo de conjeturas inverosímiles de la mano con Sandoval Iñiguez.
Tuve oportunidad de investigar durante años el tema. A mi tampoco me convencía la tesis de la confusión, aunque no fuera descabellada. No me convencía por las razones exactamente contrarias a las señaladas por Sandoval Iñiguez y otros personajes. Primero, porque el cardenal Posadas era un hombre cercano a Salinas de Gortari, y fue uno de los principales negociadores de la reforma a la relaciones entre la Iglesia y el Estado y estaba destinado a ser el arzobispo de la ciudad de México (una responsabilidad que finalmente, luego del asesinato, ocupó Norberto Rivera Carrera). ¿Qué sentido tendría para Salinas de Gortari, ordenar la muerte de alguien que consideraba uno de sus principales contactos con la Iglesia y a quien había impulsado, desde fuera y desde dentro del gobierno, para posiciones mayores?.
Por otra parte, el cardenal Posadas había sido obispo de Tijuana, precisamente en el momento de mayor auge de las llamadas narcolimosnas: obras como el seminario del Río, el más lujoso de América, se asegura que fue financiado con ellas. De Tijuana fue trasladado a Cuernavaca y de allí a Guadalajara. ¿Quiere esto decir que el cardenal Posadas, que fue obispo o cardenal en tres grandes centros del narcotráfico, tenía algo que ver con los narcos?. Por supuesto que no, pero era un cardenal culto e inteligente que conocía el tema al detalle. También lo debería conocer Sandoval Iñiguez, porque fue obispo coadjutor y luego obispo en Ciudad Juárez en los años de auge del cártel de Amado Carrillo.
Pero esas son coincidencias, lo más sospechoso fue la protección, desde un primer momento, de estos sectores de la iglesia católica al cártel de los Arellano Félix: un hombre de los más cercanos al cardenal Posadas cuanto estuvo en Tijuana, el padre Gerardo Montaño Rubio, entonces director del famoso seminario del Río en esa ciudad, llegó al extremo de crear una fe de bautizo falsa para ofrecerle una coartada a los hermanos Arellano Félix, y así argumentar que Benjamín y Ramón ese día no estaban en Guadalajara sino como padrinos en Tijuana. Se descubrió desde un primer momento que era mentira, que el documento fue falsificado. Y no pasó nada.
Peor aún, el mismo padre Montaño, fue quien meses después llevó, personalmente, a los Arellano Félix a la Nunciatura Apostólica en el DF, a dos reuniones con el nuncio Girolamo Prigione. Y tampoco pasó nada. Durante algunos años el padre Montaño estuvo refugiado en un convento en California, protegido por la propia jerarquía eclesiástica y ya entrado el foxismo al poder regresó a Baja California, donde sigue ocupando importantes responsabilidades en la iglesia. Y no pasó nada. Nadie ha querido explicar porqué actuó de esa forma el padre Montaño Rubio, porqué fue protegido de forma tal que no tenemos ni siquiera una versión de las razones que lo llevaron a falsificar una fe de bautizo para proteger a dos narcotraficantes acusados del asesinato de un cardenal.
Han pasado 30 años pero la historia sigue viva. La masacre de Ensenada el fin de semana pasado ha sido calificada como parte del enfrentamietno entre sucesores de los Arellano Félix y el cartel de Sinaloa. La misma historia 30 años después.