Política y deporte: mirando el pasado

21.06.2023

No es solamente la inseguridad, la falta de medicinas, el desfonde educativo, las decisiones económicas erradas en energía, agricultura, en inversiones, es mucho más. Es la insistencia en ver el país depauperado, emprobrecido, no solamente en términos económicos sino también sociales. Es ese rechazo a las clases medias y al “aspiracionismo”, que en realidad es un elogio a la mediocridad, a la falta de competencia y a la falta de ambición. Sin aspiraciones legítimas, ninguna sociedad, en ningún ámbito, crece y evoluciona, si la mediocridad se impone como norma, solamente tendremos resultados mediocres, si vemos la evolución del mundo como algo ajeno y las expectativas están en regresar al pasado, para construir el futuro no alcanza siquiera la utopía.

Veámoslo en algo mucho más terrenal. El futbol. Esta semana después de unos pocos meses al frente de la selección mexicana de futbol fue despedido el técnico Diego Cocca, utilizando uno de los peores discursos que he escuchado de algún dirigente deportivo (con perdón, y a excepción de Ana Gabriela Guevara). No sé si Cocca es bueno o no, sé que había ganado dos campeonatos con el Atlas y que parecía un técnico calificado. También sé que la selección nacional juega entre mal y horrible desde hace mucho tiempo.

El problema no es del técnico, es de jugadores, directivos, de falta de competencia, del arraigo en la cultura popular de que todo se puede solucionar con ganas, o güevos, y que es válido aquello de que se necesita un 90 por ciento de lealtad y un 10 por ciento de conocimiento. Cuando hay ignorancia, la lealtad se termina.

No tenemos nada que hacer sin un cambio radical en el modelo deportivo, no sólo ante Estados Unidos, tampoco ante Canadá. Cada vez nos empeñamos más en ser Centroamérica por no querer ser América del Norte. Estados Unidos y Canadá están preparándose para el mundial de futbol del 2026, que harán junto con México, de una forma espléndida, en érminos económicos y deportivos. Sus jugadores no sólo son atletas, son talentosos, los buscan desde muy jóvenes independientemente de sus orígenes, los forman, los preparan, existe un cronograma muy preciso de lo que se va a hacer con ellos, cuando es posible los envían a jugar al exterior para continuar su formación, tienen previsto los movimientos generacionales y trabajan en ello, y, salvo imponderables, no están cambiando de estrategia, técnicos, jugadores y directivos a cada rato.

Les importa competir y saben que si compiten sus resultados serán mejores. Y saben también que para que un negocio funcione y realmente deje utilidades la competencia, el instinto de superación, el aspiracionismo pues, es fundamental. Cuando un negocio se deja a la inercia de éxitos pasados termina derrumbándose. Eso le pasa a nuestro futbol.

Veamos algo de lo que está haciendo Estados Unidos. Ya ha fortalecido muy significativamente a su selección y sus ligas juveniles, infantiles y femeninas son fantásticas. Lo que vimos en el último partido contra México es una demostración de la superioridad real que ya tienen en la zona (y faltan tres años para el mundial). Ahora se han volcado a fortalecer su liga, la MLS, porque saben que necesitan mayor competencia interna, involucrando a figuras mundiales, a grandes empresas, inversiones y mercadotecnia.

La incorporación de Messi a la MLS y lo que viene con ella, será una transformación notable en el negocio del fútbol y por ende en el deporte en ese país. Messi no sólo va como un jugador franquicia a Miami, llega también con enormes contratos de participación nada menos que con Apple (donde tendrá un porcentaje sobre las vistas en su canal de televisión) y con Adidas (en este caso con un contrato de por vida), y al decidir retirarse tiene la posibilidad de comprar parte o la totalidad de un equipo y su sola presencia ya ha acercado a la liga estadounidense a figuras y patrocinadores.

La cuenta del Inter de Miami creció de un millón de suscriptores en Instagram a más de siete millones en un día. La expectativa sobre la salida a la venta de camisetas del Inter con el nombre de Messi es enorme y será un gran negocio para Adidas. El precio de los boletos para los juegos se multiplicó por diez. La llegada de Messi a Estados Unidos transformará esa liga y ya es imán para que lleguen otros jugadores de nivel internacional. Y Messi seguirá por lo menos dos años más jugando en la selección de su país al más alto nivel. Hay negocio para muchos años.

Mientras tanto, Qatar (PSG y pronto Manchestar United), Arabia Saudita (Newcastle) y los Emiratos (Manchester City) se están disputando el mundo del futbol a golpe de miles de millones de dólares. Se disputan no sólo jugadores, sino también equipos y torneos. La operación Messi es algo así como la reacción de empresas de Estados Unidos y de otros países para comenzar a crear otros polos que se contrapongan a ellos. No nos engañemos, desde España hasta Argentina, desde Alemania hasta Brasil, están tratando de adaptarse a estos modelos para poder competir en este nuevo mundo económico y deportivo, en este caso del futbol.

En México, mientras tanto, todavía estamos hablando de si se puede capitalizar equipos, de multipropiedad y de cómo distribuir derechos de televisión, y lo que tenemos son jugadores ultra protegidos por una liga muy bien pagada y cero competitiva. Como país estamos en el negocio del deporte como si estuviéramos en la mitad del siglo XX, cuando el mundo, o por lo menos esta parte del mundo que le estamos contando, ya diseña el futuro. Pero la culpa es del técnico… o de Layún.

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