29.06.2023
¿Qué mejor demostración del empoderamiento criminal en Chiapas que el secuestro de 16 trabajadores de la secretaría de seguridad estatal que se trasladaban en pleno día del principal cuartel militar del estado a Tuxtla?¿qué mejor demostración del involucramiento de autoridades locales con los grupos criminales que las propias denuncias que hacen unos grupos criminales contra otros, señalando con nombre y apellido quiénes trabajan para cada cártel?.
Hace tiempo que venimos advirtiendo que Chiapas se encuentra en una situación delicadísima, esta vez no por la explosión política y armada de un grupo guerrillero como sucedió en 1994 sino por la presencia avasalladora y la disputa del estado por grupos criminales que se han infiltrado en toda la estructura del estado.
Lo ocurrido con los trabajadores secuestrados es una demostración más de ello: son los operadores del cártel de Noreste (que vienen del Golfo) con presencia de años en esa zona, dedicados a las drogas y el tráfico de personas contra las organizaciones del cártel de Sinaloa, de los Chapitos, que han desplazado a los antiguos operadores del Mayo Zambada en el estado.
Según el grupo criminal, las autoridades apoyan a los sinaloenses, sobre todo en la sierra y en la zona fronteriza con Guatemala. El cártel del Noreste está relacionado, además, con el Jalisco Nueva Generación, el tercer en discordia en el estado. Los que está ocurriendo en toda la zona de Frontera Comalapa, Ocosingo y otras comunidades, con muertos, expulsados, secuestrados, es consecuencia de esa lucha.
Como decíamos hace algunas semanas, las zonas que alguna vez estuvieron en manos de la guerrilla, sobre todo zapatista, están hoy, luego de muchos años de ausencia del Estado en esos territorios, en manos del crimen organizado. Siguen existiendo, por supuesto, bases zapatistas legítimas en la zona, pero muchas de sus organizaciones de base han terminado relacionadas con alguno de los grupos criminales. En Frontera Comalapa, por ejemplo, la lucha no es entre organizaciones sociales que alguna vez fueron zapatistas, ahora divididas entre sí, es un enfrentamiento apenas disfrazado entre el cártel Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa.
Lo increíble, hay que insistir en ello, es que, en medio de ese enfrentamiento, que está ampliamente registrado en redes con imágenes y videos, no haya reacciones de alguno de los tres niveles de gobierno, federal, estatal o municipal. Son los pobladores, huyendo, los que están denunciando lo que sucede. También lo ha hecho el EZLN, y ahora son los propios grupos criminales los que divulgan a los actores de esa lucha.
Chiapas siempre había estado bajo control del cártel de Sinaloa y particularmente de grupos locales que trabajaban con El Mayo Zambada. Hace 30 años allí se refugió luego del atentado al cardenal Posadas Ocampo, el Chapo Guzmán, finalmente detenido en Guatemala por militares que ese cártel tenía comprados y que lo traicionaron, según la versión del Chapo. Desde inicio del sexenio se instalaron en la zona tanto grupos del CJNG como de los Chapitos, absorbiendo grupos menores y eliminando rivales.
El CJNG y los Chapitos crearon grupos nuevos, al tiempo que iban infiltrándose, comprando, creando organizaciones supuestamente sociales, incluso dentro del propio zapatismo (una de las razones, no la única, de las divisiones que tiene ese movimiento en la actualidad) y de otras fuerzas políticas.
Tenemos que insistir en un tema crucial. No puede el Estado mexicano perder el control de nuestra frontera sur y hoy está cada más en manos de grupos criminales empoderados. Y no se trata sólo de droga, armas, contrabando, cada vez más es también el extraordinario negocio del tráfico de gente que potencia y abre nuevas posibilidades a todos los demás. Hay que subrayar además un punto: la situación recuerda la de 1993, antes del estallido zapatista del primero de enero del 94, cuando sabiendo en casi todas las esferas del poder lo que podía suceder en Chiapas, nadie quiso exhibirlo ni enfrentarlo para no contaminar la sucesión presidencial y estatal.
Aquello, hay que volver a decirlo, se convirtió en una crisis nacional, pero estaba generada por una insurgencia armada, legítima o no, con fines políticos e ideológicos. Ahora lo que tenemos son grupos criminales con los que el Estado no puede negociar ni ignorar porque su único interés es el control de territorios, el tráfico y la expoliación de la población, a costa del propio Estado. Y eso es lo que está ocurriendo.
La oposición
¿Fuimos demasiado optimistas sobre el hecho de que la oposición hubiera encontrado un método de designación de su candidato para el 2024?. Puede ser, y es obvio que ni Marko Cortés ni mucho menos Alejandro Moreno son los pesonajes más confiables de la política nacional, pero sigo creyendo que, con ajustes, el método podría funcionar. El tema de las 150 mil firmas, un compromiso partidario, es lo que distorsiona el proceso. Es una lástima que Lilly Téllez se retire por eso del mismo, porque no son, incluyéndola a ella, más de seis o siete los realmente competitivos.
En la acera de enfrente, en Morena, las cosas tampoco son simples. Ebrard ha comenzado a cuestionar el proceso, Sheinbaum necesita refrescar su estrategia y, por alguna razón, Adán Augusto López emete ruido a aliados y adversarios. Algo estará haciendo. Por cierto, la Comisión de Morena encargada de redactar el proyecto de nación 2024-30 es una oda a lo más radical, duro, insensato de la 4T, el grupo cerrado del oficialismo menos capacitado para gobernar.