El debate entre los aspirantes a encabezar la jefatura de gobierno capitalina, dejó más sinsabores que satisfacciones. En buena medida porque su diseño de apenas una hora para los cinco participantes resultó demasiado estrecho para tener una visión más clara de los competidores, se quedó a mitad de camino entre las descalificaciones personales y las propuestas generales. Quedó la percepción de que los candidatos no tienen una idea clara de los verdaderos problemas de la capital y de lo que pueden hacer o dejar de hacer desde ese cargo público, estratégico para la vida política nacional.
El debate entre los aspirantes a encabezar la jefatura de gobierno capitalina, dejó más sinsabores que satisfacciones. En buena medida porque su diseño de apenas una hora para los cinco participantes resultó demasiado estrecho para tener una visión más clara de los competidores, se quedó a mitad de camino entre las descalificaciones personales y las propuestas generales. Quedó la percepción de que los candidatos no tienen una idea clara de los verdaderos problemas de la capital y de lo que pueden hacer o dejar de hacer desde ese cargo público, estratégico para la vida política nacional.
Por ello el desairado encuentro (sus índices de audiencia en radio y televisión fueron francamente bajos) de poco servirá para cambiar la percepción de los electores, porque en la mayoría de los casos y más particularmente en las candidaturas del PRI y el PRD, éstas dependen más del aparato partidario que las sustenta, que de sus propios postulantes. Con todo, hubo algunos movimientos y posturas de los cinco candidatos que deberán ser motivo de análisis.
Quizás lo más destacado fue el mal desempeño de Andrés Manuel López Obrador. El candidato perredista, como señaló Milenio en su primera página de ayer, decepcionó, no llegó bien preparado al debate, y terminó invocando a "la fe" para que la gente vote por la Alianza por la Ciudad de México: evidentemente, el poder no se puede basar en la fe en los gobernantes. Pero además, Andrés Manuel, quizás porque llegó mal preparado al debate. cometió un par de errores que son graves. Primero, trató de descalificar a Tere Vale, la única mujer que es candidata a la jefatura de gobierno, "descubriendo" algo que todos sabemos, que es la esposa del priísta Miguel González Avelar. La respuesta de Tere Vale exhibió a un Andrés Manuel que se vio, con ello, prejuiciado y machista, una imagen nada buena cuando estamos hablando de que el 52 por ciento del padrón del DF está compuesto por mujeres. Olvida, además, cuántas mujeres no comparten las mismas posiciones políticas o sociales de sus esposos, sus padres o hermanos: en su propio entorno más cercano a Andrés Manuel trabaja la esposa de uno de sus adversarios (no importa cual) y eso, evidentemente no descalifica a nadie. Es, insistimos, un grave error de percepción política.
Pero también lo fue, aunque pasó desapercibido por sus propios rivales en el debate, la afirmación de López Obrador de que él dejó el PRI en el 83. En realidad lo dejó hasta fines del 87, principios del 88. Tanto fue así que Andrés Manuel fue una de las piezas clave del gobierno priísta de don Enrique González Pedrero. Su ruptura con el PRI se da en el contexto de la lucha interna por la sucesión local de 1988, donde Andrés Manuel es derrotado por Salvador Neme Castillo. Desde entonces comienza la lucha, que no ha cesado, de López Obrador con Roberto Madrazo, que ya se ha había convertido en el verdadero factor de poder local del salinismo.
¿En qué medida podrán afectar esos errores a López Obrador?. Le quitarán algunos votos, pero probablemente ello no alcance a ser decisivo. La candidatura de López Obrador se sustenta, sobre todo, en el formidable aparato que desde 1997 ha lanzado el PRD, basado en las brigadas del sol, que les permitirán obtener muchos triunfos con independencia de quién o quiénes sean sus candidatos. En todo caso, la participación de Andrés Manuel de martes dejó un mal sabor, sobre todo porque es público que puede dar mucho más, aunque también enciende luces de alerta en dos sentidos: primero, insistimos, porque llegó al debate sin la suficiente preparación y ello puede estar denotando una autosuficiencia en el PRD capitalino que les puede provocar una sorpresa; segundo, por unos arrestos de intolerancia que tampoco pueden ayudar mucho en el futuro (no fue sólo lo de Tere Vale y las mujeres, sino también, lo de que los votos, en la medida en que aumenta el nivel socioeconómico, son "más democráticos" o decirle a Santiago Creel que él y los panistas siempre han sido "alcahuetes" del régimen, para luego llamar a gobernar, todos juntos, la ciudad).
Jesús Silva Herzog estuvo mejor de lo que se esperaba. Fue bastante agudo con López Obrador y libró bien las acusaciones sobre su relación con Salinas y el tema de su pensión en el Banco de México. Pero en su caso pareciera que llegó tarde a la contienda, que falta algo que logre entusiasmar al electorado con su candidatura. Sin duda, Silva tiene presencia y experiencia pero algo no funciona ni en su campaña ni en su entorno. Insistimos, pareciera que el priísmo está más preocupado por sacar un buen porcentaje de diputados federales que de realmente ganar el gobierno de la ciudad. Habrá que estar muy atento a lo que realice durante este mes Silva Herzog y ver si trata de aprovechar las magulladuras que sufrió Andrés Manuel en el debate o si, simplemente, se regresará a la inercia pasada de la propia campaña.
Santiago Creel estuvo como se esperaba: bien, atildado, quizás con un conocimiento real de los problemas estratégicos de la ciudad mejor que sus contrincantes, pero pareció siempre demasiado lejano. Sus intervenciones dirigidas al auditorio, dieron la imagen de que estaba rehuyendo el debate. Creel estuvo bien, pero le sucedió en el encuentro del martes lo mismo que le sucede a su campaña: le falta emoción, calor, es demasiado cerebral. Y en ese contexto, el terminar haciendo la V foxista, fue claramente anticlimático, tanto como su insistencia hacia López Obrador respecto a si estaban primero o no los pobres en las prioridades del PRD.
Tere Vale estuvo muy bien. Se desempeñó con soltura, lucía bien, fue muy dura y precisa con todos sus adversarios, no dio flancos para que se la golpeara y terminó siendo beneficiada por el error de López Obrador al tratar de deslegitimarla por su matrimonio con González Avelar. Evidentemente, Tere Vale no puede ganar el DF, pero con su intervención, como ocurrió con Gilberto Rincón Gallardo en el debate de abril pasado, prácticamente confirmó que el registro del PDS está asegurado, otorgándole presencia tanto en la cámara de diputados como en la asamblea legislativa del DF.
El que desconcertó profundamente a todos fue Alejandro Ordorica. El ex delegado en Tláhuac es, sin lugar a dudas, un buen hombre y quizás, de todos los que participaron en el debate el que mejor conoce los problemas de la ciudad. Pero Ordorica decidió prácticamente estrangular su candidatura en pleno debate: cuando en las entrevistas posteriores tuvo que explicar continuamente que no había declinado a favor de López Obrador, nadie lo entendió porque el hecho político real es que sí lo hizo, aunque se quiera esconder esa declinación en frases grandielocuentes. Más desconcertante es, aún, que lo haya hecho reiterando la coincidencia en ideas y principios con el dirigente perredista. O nos perdimos algo o, que supiéramos, Ordorica, mano derecha de Porfirio Muñoz Ledo, acababa de renunciar al PRD hace algunas semanas, precisamente por no estar de acuerdo con los principios y prácticas de ese partido. ¿De qué se trata? ¿cómo puede uno, ahora, terminar apoyando a Vicente Fox y el otro a López Obrador? ¿con base en qué principios?. Lástima, porque Nueva República era una opción interesante, pero con sus más recientes decisiones parece caminar hacia su autodestrucción.