Inundaciones, negligencia e irresponsabilidad
Columna JFM

Inundaciones, negligencia e irresponsabilidad

El actual Valle de Chalco, en el nuevo municipio denominado en los últimos días del sexenio pasado como Solidaridad, era originalmente un lago. Hoy, cubierto por aguas negras provenientes de añejos sistemas de drenaje colapsados, ha vuelto a sus orígenes.
A un mes exacto para las elecciones presidenciales, miles de potenciales electores del valle de Chalco, una de las zonas más populosas del país, en el Estado de México, están con sus casas inundadas, han perdido sus pertenencias, estuvieron casi dos días sin ninguna ayuda oficial y la única esperanza que les queda es rogar para que no continúen las lluvias.


El actual Valle de Chalco, en el nuevo municipio denominado en los últimos días del sexenio pasado como Solidaridad, era originalmente un lago. Hoy, cubierto por aguas negras provenientes de añejos sistemas de drenaje colapsados, ha vuelto a sus orígenes.
A un mes exacto para las elecciones presidenciales, miles de potenciales electores del valle de Chalco, una de las zonas más populosas del país, en el Estado de México, están con sus casas inundadas, han perdido sus pertenencias, estuvieron casi dos días sin ninguna ayuda oficial y la única esperanza que les queda es rogar para que no continúen las lluvias.
Se podrá argumentar que se trata de lluvias muy fuertes, de una desgracia natural relativamente impredecible, de factores que no se pueden controlar. No es verdad: las lluvias sí fueron muy fuertes, pero se sabía desde hace semanas que ello ocurriría. Se conocen pronósticos serios de la Comisión Nacional del Agua desde principios del año que preveían intensas lluvias para esta temporada. Por lo tanto la situación que se viviría en esa región del cinturón metropolitano era totalmente previsible, tanto que año con año, la zona ahora inundada sufre de las mismas "desgracias naturales". Los mismos vecinos advirtieron a las autoridades locales que habría inundaciones porque con las primeras lluvias se comprobó que el ínfimo sistema de drenaje que cruza la zona se desbordaría. ¿Alguien previó esta situación, alguna autoridad hizo algo para evitar la "desgracia natural"?. No, simplemente, como ocurre cada vez más frecuentemente, una vez que se comienzan a contar por cientos (en este caso por miles) los damnificados, se establece un plan emergente, con albergues, comidas y ayuda. Incluso en este caso, el gobierno estatal tardó dos días en solicitarle a la secretaría de Gobernación que declarara zona de emergencia, la región inundada en la periferia de la ciudad de México.
Lo que ocurrió en Chalco en estos días recuerda lo sucedido hace dos años con motivo del huracán Paulina en Acapulco. Todos sabíamos que venía un huracán y que pegaría en esa zona: mientras en la región de Puerto Ángel, en Oaxaca, hubo tiempo y capacidad para desalojar pobladores y evitar víctimas (sin embargo, la inusitada penetración de los vientos en la sierra ocasionó muertes y enormes pérdidas), en la importante ciudad de Acapulco prácticamente no se actuó, en buena medida porque el entonces presidente municipal, un señor de apellido Salgado, se había ido, seguramente en una visita de trabajo, a Las Vegas y regresó dos días después. La negligencia le costó al señor Salgado su puesto de trabajo, pero a los acapulqueños ello les costó cientos de muertos y un grave deterioro en las condiciones de vida en buena parte de la ciudad.
Ahora, insistimos, ocurrió lo mismo. La de Chalco era una tragedia anunciada: se sabía, se publicó en los periódicos y se dijo en ciertos medios, que allí habría inundaciones. No se hizo nada y hasta un día después de iniciadas éstas, hubo un primer recorrido de funcionarios estatales. Sin embargo, salvo la presencia de efectivos militares, como siempre gracias al plan DN-3, no se percibía hasta la tarde de ayer, cuando entró Gobernación a ocuparse del control de la zona y de las tareas de rescate, presencia seria de autoridades municipales y estatales.
¿Cuál será el costo electoral, para no hablar de los económicos y sociales, que tendrá una tragedia de este tipo?. Hace un año, el PRI ganó la elección estatal con poco más de un millón 500 mil votos. El PAN quedó en segundo lugar con un millón 200 mil votos. Desde entonces, el gobierno de Arturo Montiel mantiene el gris perfil que lo ha caracterizado, incluso en esta emergencia. Lo cierto es que en esa zona que hace algunos años era un foco clave para el priísmo, hoy se está tornando rápidamente blanquiazul y estamos hablando de cientos de miles de votos. ¿Por qué no actúa el gobierno estatal? Quizás por negligencia, quizás, también, porque esa zona no apoyó a Montiel en la contienda electoral. La influencia en toda esa zona era de Héctor Ximénez, el senador que encabezó la lista plurinominal priísta para la cámara alta en 1997, que se perfilaba como candidato y que fue, finalmente, desplazado por Montiel. Ximénez falleció hace unas pocas semanas, profundamente resentido, tanto él como su gente, con el trato que se les había dado. La otra gran influencia priísta en la zona es atípica: es la de los grupos que dieron origen al programa nacional de Solidaridad y que apoyan intensamente al ahora candidato a senador Carlos Rojas. Pero Rojas, ni antes ni ahora, fue bien visto por los sectores tradicionales del priísmo. Lo cierto es que las autoridades estatales, sea por negligencia o por razones políticas, simplemente abandonaron la zona. La consecuencia es directa: el foxismo ha tenido un crecimiento explosivo en el valle de Chalco. Eso se comprobará el 2 de julio.
Las luces rojas que se han encendido en el Estado de México con esta tragedia, tendría que encenderse también en el DF. Ya hubo una primera advertencia en Iztapalapa esta misma semana y las autoridades locales tardaron demasiado en llegar con ayuda. Pero la situación puede generalizarse. Existe un preciso estudio de la Comisión Nacional del Agua sobre los problemas de drenaje y del sistema hidráulico de la capital y de sus consecuencias potenciales. Como publicamos a principios de febrero pasado en Milenio Semanal, desde julio de 1999, la CNA expresó al GDF su preocupación por la posibilidad de que se produjeran fuertes inundaciones en la capital.
La razón estriba en que por la sobrexplotación de los mantos acuíferos, siguen los hundimientos en buena parte de la ciudad y ello lleva a que el Gran Canal de desagüe de la capital pierda pendiente (y con ello eficacia) lo que obliga a que el llamado Emisor Central trabaje en forma ininterrumpida, impidiendo así que pueda ser inspeccionado y que se le pueda dar mantenimiento. ¿Qué quiere eso decir?: que como se está extrayendo demasiada agua del subsuelo, la ciudad continúa hundiéndose y ello provoca que sólo haya un canal de expulsión de aguas negras eficiente, que además no tiene mantenimiento. Si por alguna razón dejara de funcionar o fuera rebasado, las inundaciones en buena parte de la ciudad serán inevitables. En otras palabras: tendríamos una situación como la que ahora se presentó en Valle de Chalco, pero de dimensiones mucho más amplias en plena ciudad de México
Todo esto con un problema adicional. Las obras hidráulicas y de drenaje que se requerirían para evitar esta situación demorarían, si se iniciaran ahora, por lo menos tres años, en realizarse. Durante todo ese tiempo, la situación será tan precaria como ahora: se dependerá de la buena voluntad de un Tlaloc que en estos días parece estar demasiado irascible. Y peor aún, desde 1998, la Comisión Nacional del Agua no logra ponerse de acuerdo con el gobierno capitalino para la iniciación de estas obras que se han postergado una y otra vez, por evidentes luchas presupuestales y políticas, a pesar de que los recursos para esas obras ya están autorizados. Tarde o temprano, la gente pagará el costo de esas luchas partidarias.
Archivos recuperados
Sinceramente aprecio, y mucho, la capacidad intelectual y política del consejero electoral Emilio Zebadúa, lo mismo que su calidad humana. Por eso no termino de comprender la posición de Emilio respecto a los medios de comunicación y el proceso electoral, como no puedo comprender que gente tan calificada como la que integra el Consejo General del IFE puede establecer un mecanismo de medición de medios electrónicos tan endeble, tan mal sustentado como el que han creado. No se puede alimentar, desde el IFE, el clima de intolerancia, plagado de amenazas, del que hacen gala ciertos grupos políticos respecto a los medios y los comunicadores cuando algo, simplemente, no les gusta. Matar al mensajero nunca ha sido un buen método.

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