En la gira que Vicente Fox hará a Norteamérica visitará Otawa, Toronto, Nueva York, Washington y Dallas se reunirá con mandatarios, funcionarios y empresarios de esos países. Los principales puntos de la agenda bilateral son: la migración mexicana hacía Estados Unidos, TLC, seguridad, narcotráfico, telecomunicaciones y azúcar. La relación de Fox con muchas de las grandes empresas y empresarios estadunidenses es lo suficientemente buena para que en términos de la relación bilateral sea cuestión de matices.
El martes a las dos de la tarde, Vicente Fox estará llegando a Ottawa, Canadá, para reunirse con Jean Chretién (que aún debe estar recuperándose del pastelazo que recibió el miércoles pasado y cuya persona no puede deslindarse de aquel infausto 23 de marzo de 1994, cuando a punto de iniciar una cena en su honor en Los Pinos, en su primera visita oficial a México, se supo del atentado contra Colosio en Lomas Taurinas y Chretién vio como se frustraba la cena, la gira y más de un proyecto bilateral) y comenzar una gira que le ocupará hasta el viernes 25, en un periplo que lo llevará de Ottawa a Toronto, de allí a New York, luego a Washington y finalmente a Dallas, regresando a México el viernes próximo en la noche.
Se trata de una gira muy intensa y, aparentemente muy bien organizada, durante la cual, además de encontrarse con el premier canadiense, se reunirá con Bill Clinton, Al Gore, George Bush Jr., Madelaine Albraight, con el BID, los empresarios, las organizaciones no gubernamentales y los representantes de la comunidad mexicana en Toronto, New York y Dallas.
Es, sin duda alguna, la primera gran prueba que tendrá que superar el presidente electo. Sin duda, como ya lo dijo en alguna oportunidad la señora Albraight, Estados Unidos está “fascinado” con el triunfo de Vicente Fox, pero no por eso su agenda será más sencilla, ni las presiones disminuirán. Más bien será al contrario: en términos muy coloquiales estas visitas sirven para conocerse y entrar en contacto personal entre los actuales y futuros dirigentes de Estados Unidos con el presidente electo, pero es también una forma de “calarlo”, de saber cómo reacciona a las sugerencias, a las presiones y a los halagos.
¿Cuáles son los principales punto de la agenda bilateral?. En el plano público el eje estará en la migración mexicana hacia EU. Fox ha propuesto que se abran las fronteras y el trabajo sea un capítulo más del TLC. El embajador Jeffrey Dawidow le contestó de inmediato que la época de las fronteras abiertas aún está muy lejana y ni siquiera se considera el ingreso de mexicanos a Estados Unidos sin visa, como pueden hacerlo buena parte de los países ciudadanos de países europeos o Argentina en Sudamérica. Al Gore que está apostando todo al voto latino y de las llamadas minorías para ganar la elección de noviembre dijo que con Fox discutirá una agenda migratoria “justa y amplia”, mientras que Bush no apoyó la propuesta de Fox, pese a presentarse, oficialmente, como un amigo de los hispanos y puede contar con el voto de muchos de ellos.
En este terreno y a pesar de que la agenda de los migrantes es muy importante en la campaña electoral estadunidense, no habría que equivocarse: el objetivo de la campaña de Bush y de Gore sobre el tema, no está puesto ni en México ni en la migración ilegal, y tampoco aflojarán restricciones como la operación Guardian que es la que ha trasladado a miles de ilegales a tratar de penetrar a Estados Unidos por las inhóspitas y áridas zonas de Arizona, obligándolos a cruzar el desierto y las montañas para llegar a zonas más pobladas. Y ni Gore ni Bush apostarán seriamente a flexibilizar demasiado la política migratoria. Su discurso y su agenda está puesta en los latinos, en nuestro caso en los mexicanos, que se han nacionalizado, se han asentado en el país del norte y tienen derechos ciudadanos, los que pueden votar que son muchos, pero menos que toda la comunidad latina que vive en ese país.
Por eso lo importante si se quiere influir realmente en la toma de decisiones del gobierno estadunidense es que se debe ahondar en el trabajo político en la comunidad ya asentada en EU, apoyarlos para que obtengan posiciones políticas, y que se transformen con su presencia en un verdadero lobby méxico-estadunidense. El mejor ejemplo de ello es la candidatura de Joe Lieberman, un judío ortodoxo, como vicepresidente en la fórmula demócrata. La comunidad judía sin duda es más pequeña, numéricamente, que la latina, pero su peso, su influencia, sus recursos y su capacidad de hacer lobby por su causa es infinitamente mayor. Y con Lieberman comienzan a cosechar los sembrado. Recordemos que el méxico-estadunidense Bill Richardson, secretario de energía de Clinton, aspiró pero no pudo llegar a esa posición. Y pareciera que Fox tiene muy claro ese objetivo.
Ahora bien, si no están allí ¿en dónde estarán las presiones?. En primer lugar en el tema de seguridad y particularmente narcotráfico. El equipo de Fox ya tuvo la semana pasada un encuentro con el zar antidrogas, Barry Mc Caffrey donde éste les hizo ver que el esquema ideal que se estaba contemplando para lucha antinarcóticos, particularmente la desmilitarización de esa lucha, no sería viable porque su país está caminando, precisamente, en el sentido inverso: está basando su estrategia en la militarización y a partir de allí se da el eje de la colaboración con Estados Unidos. Por supuesto, consideran al narcotráfico como un desafío a la seguridad nacional y no como un tema policial. Y quien sea el responsable de esta lucha en el próximo gobierno, evidentemente no podrá apartarse de la agenda de nuestros vecinos del norte en este capítulo. La presión estará en un punto, sobre el cual, por cierto, jamás Fox ha opinado: la autorización para que en México los agentes de la DEA puedan portar armas, con lo que ello conlleva, sobre todo autorizar la persecución en caliente o la operación en territorio nacional.
Otro capítulo que será objeto de fuertes presiones es el de telecomunicaciones. No es una novedad decir que Estados Unidos desea que se habrá el mercado de las telecomunicaciones en nuestro país. Evidentemente, la apertura ya existe, pero, se pretende que sea mayor y que, sobre todo, bajen las tarifas de interconexión que ofrece Telmex a sus competidores por utilizar su red. Es un pleito que corre en dos sentidos: por una parte, en un panel de controversia en la Organización Mundial de Comercio, por la otra dentro de nuestras fronteras entre Telmex y sus competidoras de Avantel y Alestra, asociadas ambas con empresas de capital estadunidense. Puede que esa presión contra Fox disminuya en este terreno si, como se rumoreaba el viernes 18, la SCT decide aceptar antes de que llegue Fox a Estados Unidos, que se aplicarán en México tarifas de interconexión a nivel internacional, lo cual no le hará feliz ni mucho menos a la gente de Carlos Slim.
Otro capítulo que deberá ser abordado por Fox pero en este caso porque la demanda ante la OMC la presentó México, es el del azúcar. Como se sabe uno de los capítulos del TLC pésimamente mal negociado fue el del endulzante. Allí se redujo la cuota de exportación a Estados Unidos mientras que se habría el mercado de fructuosa, un endulzante artificial mucho más barato que la azúcar. La consecuencia es que el mercado nacional se ha visto invadido por fructuosa y los ingenios que habían sido privatizados hace algunos años y que esperaban sacar grandes utilidades exportando al norte y utilizando su producción para el sector refresquero, entró en crisis. Actualmente los ingenios, pero sobre todo dos: los del grupo Escorpión de Enrique Molina y los del Grupo Azucarero Mexicano de Juan Gallardo Thurlow, le deben a los cañeros que trabajan para ellos, aproximadamente mil 700 millones de pesos, porque se han declarado en quiebra o cesación de pagos. Y estamos hablando de dos de los hombres más ricos del país.
Evidentemente en el terreno de la azúcar no se podrá restringir demasiado la entrada de fructuosa, pero sí es posible ampliar la cuota de exportación a Estados Unidos. Y la medida puede tener enorme rédito político para quien la implemente: estamos hablando de 450 mil familias afectadas por este problema.
Eso en torno a la relación con el gobierno Clinton. Pero ¿cómo puede ser la relación de Fox con Gore o Bush?. Paradójicamente, todo pareciera indicar que a pesar de que hay mayor afinidad ideológica entre el partido republicano y el PAN, entre Bush y Fox, las cosas podrían funcionar mejor en los temas prioritarios para el futuro presidente si el ganador de las elecciones estadunidenses es Al Gore: se podría avanzar algo en el terreno de la migración, en la aceptación de un lobby méxico-estadunidense; la agenda del narcotráfico no sufriría modificaciones; y en el ámbito de las telecomunicaciones y el capítulo del azúcar, podría haber mayores acuerdos. Porque, además, el triunfo de Fox le da una suerte de paz interior a los liberales demócratas, que en todo el periodo de Clinton, a pesar de la magnífica relación que mantuvo éste con el presidente Zedillo, siempre sintieron resquemor de trabajar con un gobierno priísta, sobre todo después de la crisis de 1995. En este ámbito, además, es donde mejor se mueven, sin duda, Adolfo Aguilar Zínser y Jorge G. Castañeda. Por el contrario, sin duda, de haber sido Francisco Labastida el ganador de las elecciones, las cosas con Bush, un hombre mucho más pragmático en esos aspectos, hubieran sido más sencillas que con Gore.
Pero la relación de Fox con muchas de las grandes empresas y empresarios estadunidenses es lo suficientemente buena como para que lo que esté en juego en esta elección estadunidense sea, en términos de la relación bilateral, una cuestión de matices. Probablemente sería mejor con Gore, pero sin duda será buena gane éste o Bush. Y en los dos casos será, sobre todo en un principio, muy cómoda. Pero antes, Fox tendrá que pasar la prueba del ácido en ésta su primera visita oficial como presidente electo a nuestro socios del norte: si ven que se dobla, lo querrán quebrar. Una prueba que se le aplica a él y a todo su equipo. El que no la pase quedará descalificado para el primer círculo en el futuro inmediato.