El director del Renave, Ricardo Miguel Cavallo, es un reconocido torturador y secuestrador de la dictadura en Argentina. Operador de inteligencia de la Escuela Mecánica de la Armada. Cavallo está detenido: las fuerzas de la Policía Federal Preventiva actuaron con rapidez y lograron detenerlo cuando estaba a punto de abandonar nuestro país rumbo a Argentina. El juez español Baltasar Garzón ha iniciado un proceso contra un centenar de militares que participaron en el secuestro y desaparición de innumerables ciudadanos de origen español. Por lo que Cavallo podría ser extraditado.
El reportaje que publicó en primera plana del Reforma el día de ayer el reportero José Vales, demostrando que el director del Renave, Ricardo Miguel Cavallo, había sido un reconocido torturador y secuestrador de la dictadura argentina que asoló a ese país entre 1976 y 1983, en uno de los campos de concentración más brutales que instaló ese gobierno militar con el objeto de secuestrar, torturar y desaparecer, matar, a esos detenidos, es una magnífica pieza de periodismo de investigación.
Durante ese periodo la marca distintiva de la dictadura argentina fue la política de desapariciones: 30 mil personas fueron secuestradas en las calles, arrancadas de sus casas, de sus trabajos, de sus centros de estudios. Los secuestrados eran ubicados en campos clandestinos de concentración, que en muchos casos (y no es una exageración) harían palidecer a los instrumentados por los nazis, donde los detenidos eran torturados, en su enorme mayoría, durante meses: algunos morían en la tortura, otros eran fusilados y enterrados en fosas comunes. En uno de los campos de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada, ubicado en uno de las colonias más elegantes de Buenos Aires, se arrojaba a los detenidos, en la mayoría de los casos aún vivos, desde helicópteros al río de la Plata. En la otra orilla de ese enorme curso de agua, en las costas de Uruguay, un día sí y el otro también, aparecían cadáveres terriblemente desfigurados.
Fueron secuestrados y desaparecidos en ese periodo en Argentina 30 mil personas, en su enorme mayoría jóvenes estudiantes, profesionistas, trabajadores, pero no faltaron madres, abuelas, niños, familiares, eran enemigos políticos de la dictadura pero en muchos casos se trataba, también, de simples venganzas o de operaciones realizadas para despojar de casas, propiedades, dinero, automóviles a los secuestrados. En cada campo de concentración que dependían de las diversas ramas de las fuerzas armadas del país sudamericano, había tres equipos básicos (les llamaban una “fuerza de tareas”: uno se encargaba de las tareas de inteligencia, que incluían en forma destacada la tortura más brutal imaginable de los detenidos; otro equipo se encargaba específicamente de los secuestros, y un tercer grupo de la logística, lo que traducido quería decir el robo, el despojo de todas las propiedades del secuestrado y de su familia, que luego, como botín de guerra, era repartido entre los principales represores. Todo ello, por supuesto con el conocimiento y el beneplácito de los jerarcas de la Junta Militar en el poder en aquellos años.
Pues bien, Ricardo Miguel Cavallo era un operador de los dos primeros equipos: los de inteligencia y tortura y los de secuestros en la Escuela de Mecánica de la Armada. Ayer nos comunicamos con Graciela Daleo, una mujer que fue secuestrada, torturada, sobrevivió a la ESMA y fue dejada finalmente en libertad. Cavallo fue reconocido por los sobrevivientes del campo de concentración y lo recuerdan como un torturador. Nos dice Graciela Daleo que cuando vio las fotos de Cavallo “tanto en mi caso como en el de los otros compañeros sobrevivientes en el campo de concentración de la escuela de mecánica de la armada, conocimos a este sujeto bajo el alias de Sérpico o Marcelo y años más tarde logramos saber que era, en principio, Miguel Ángel Caballo y luego se verificó que no es Miguel Ángel sino Ricardo Miguel”. Y agrega esta mujer que estuvo varios años secuestrada en ese campo de concentración, sin dudarlo un segundo, que “he visto la foto, y éste es el Cavallo que nosotros conocimos y quisiéramos reiterarle al pueblo mexicano, a la justicia mexicana, a ustedes, a la prensa, que nos ayuden para que Cavallo vaya a la cárcel, si en nuestro país las leyes lo cubrieron con la impunidad nosotros apelamos a la comunidad internacional para que la impunidad no se centre sobre esta tremenda injusticia y que Cavallo como tantos otros vaya a la cárcel”.
Por lo pronto, Caballo está detenido: las fuerzas de la Policía Federal Preventiva actuaron con rapidez y lograron detenerlo cuando estaba a punto de abandonar el país rumbo a Argentina, desde Cancún. ¿Por qué regresar a Argentina? Porque paradójicamente en el país donde cometió sus crímenes está protegido por la llamada ley de punto final y obediencia debida, mediante la cual se indultó a todos los que participaron en esos crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, se siguen procesos contra los secuestradores y torturadores del campo de concentración de la ESMA en diversos países, particularmente en Francia y en España, donde el juez Baltazar Garzón ha iniciado procesos contra un centenar de militares que participaron en el secuestro y desaparición de numerosos ciudadanos de origen español (Argentina es un país de enorme inmigración española e italiana), y entre los acusados se encuentra Ricardo Miguel Cavallo, que también había sido señalado como tal en el juicio público que, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, se realizó contra los jefes de las Juntas Militares, y que plasmó en un relato escalofriante el escritor Ernesto Sábato en el libro Nunca Más. Por lo pronto, Cavallo ha sido detenido en México y podría ser procesado por distintos delitos menores en nuestro país. En caso de que el juez Garzón o la justicia francesa soliciten su extradición, podría ser enviado a alguno de esos países. Quizás como dijo Daleo, a este torturador le ha llegado la hora de afrontar sus cargos ante la justicia.
Lo inexplicable es qué hacía Cavallo en México nada más y nada menos que contratado como director del controvertido Renave. Las autoridades de la secretaría de Comercio se han convertido en modernos Pilatos e intentan lavarse las manos: dicen que ellos hicieron un concurso internacional, y que la empresa Telsud, de la que es director Cavallo, ganó la licitación para hacerse cargo del Renave. Esta empresa tiene el control de un registro similar en Argentina y también en El Salvador (por cierto, hubo una intensísima colaboración en aquellos años entre las dictaduras militares que asolaron a ambos países). Pero, los colegas periodistas que consultamos en Buenos Aires sobre esta empresa, nos aseguran que la misma es conocida por ser el refugio de militares de la época de la dictadura y paramilitares que participaron en la guerra sucia de fines de los setenta y que se “reciclaron” montando empresas de seguridad de estas características.
No tendríamos que sorprendernos: si la SECOFI no consultó con los gobernadores antes de lanzar el Renave, si no escuchó los argumentos que sostenían que un registro de esas características donde se incluiría toda la información sobre el parque vehicular en nuestro país no podía estar en manos privadas y menos de una empresa internacional; tampoco tendríamos que sorprendernos que la secretaría de Comercio argumente ahora que ellos sólo investigaron los antecedentes de Cavallo en los últimos cinco años, y que se niegue a responder cómo se eligió Telsud para instrumentar el Renave, cómo se decidió que este señor Cavallo fuera el director de Renave y cuál es la negociación que estuvo detrás de esta decisión.
Resulta inconcebible que cuando por lo menos 17 gobernadores de todos los partidos rechazan el Renave, cuando el Congreso exige que el Renave sea un servicio gratuito y controlado por el Estado, cuando la sociedad está indignada por este impuesto disfrazado, y que ahora resulte que su director es un asesino y torturador, que la única reacción de las autoridades de comercio sea decir que todo continuará igual y que el Renave ya tiene un nuevo director, que, por cierto, era el administrador de Cavallo. No comprenden que el renave, como ellos lo concibieron, ya está muerto.