Fox y sus equipo tuvieron aciertos y errores en el manejo de su gira , pero lograron filtrar temas de su propia agenda en la estadunidense. Canadá tiene buenos convenios para contratación de mano de obra mexicana que viaja con visas temporales y que no le genera ningún tipo de problemas. En Estados Unidos la situación es mucho más compleja, Bill Clinton está a punto de dejar la presidencia y los candidatos no adoptarán ninguna propuesta que ponga en riesgo el voto Wasp. La respuesta no podía ser otra que la recibida “la vamos a estudiar, vengan dentro de veinte años”.
No comparto la opinión de que a Vicente Fox le fue mal en su gira por Canadá y Estados Unidos, muchos menos de que “lo hayan mandado por un tubo”. Fox y su equipo tuvieron aciertos y cometieron errores en el manejo de la gira, pero, como se ha dicho, lograron comenzar a filtrar temas de su propia agenda en la agenda interna estadunidense y eso no está nada mal, sobre todo para tener con qué contraponerse a las presiones que, sin duda, recibió y recibirá la próxima administración.
En todo caso el problema original es de tiempos y de la forma en que se comunican los mensajes: en Canadá, Fox inició la gira cuando el premier Jean Chretién está pasando por un momento (recordemos el pastelazo que recibió unos día antes de la llegada de Fox) en el que no se encuentra en el mayor nivel de popularidad: no va a entregar recursos para un fondo de apoyo a “los países más pobres del TLC”, léase México, para equilibrar el desarrollo de los tres países. En términos estrictos ese fondo puede ser útil para atenuar la migración ilegal al crear posibilidades de trabajo y mayor bienestar en muchas de las comunidades expulsoras de mano de obra en territorio mexicano, pero el hecho es que Canadá tiene buenos convenios para la contratación de mano de obra mexicana que viaja con visas temporales a ese país y que no le genera ningún tipo de problemas. ¿Entonces para qué invertir en algo que no le traerá beneficios?. Tampoco, en el caso de Canadá, la liberalización de las fronteras es un tema prioritario de la agenda: su intercambio comercial, financiero y humano se da con Estados Unidos y con ellos ya tienen las fronteras liberalizadas.
Con Estados Unidos la situación es mucho más compleja y las respuestas que recibió Fox son de otro tipo. Allí el punto está en que Vicente Fox llegó a Washington y a Dallas (aunque cada día parece ser más claro que pese a los pronósticos iniciales Al Gore, vía los resultados económicos y la designación de Liebermann como candidato a vicepresidente podría hacer repetir al partido demócrata en la Casa Blanca) cuando se vive un relativo vacío de poder en ese país. Bill Clinton, que ha sido un presidente muy permeable a mejorar la relación con México, está a menos de seis meses de dejar la presidencia. Gore y George Bush Jr. están comenzando una campaña presidencial muy cerrada donde los dos quieren el voto hispano y se presentan como promexicanos, pero donde ninguno de ellos adoptará ninguna propuesta que ponga el riesgo el voto WASP que sigue siendo el decisivo: ¿recursos para un fondo de desarrollo con México en plena campaña? ¿hablar de abrir las fronteras a los trabajadores mexicanos cuando muchos grupos sigue viendo a nuestros compatriotas con una mezcla de temor y desprecio?. La respuesta, en campaña, no podía ser otra que la recibida: “la vamos a estudiar, venga dentro de 20 años”.
Pero la propuesta ha sido colocada en la agenda y en muchas ocasiones cuando este tipo de temas comienzan a horadar la dura corteza del pensamiento tradicional estadunidense, los tiempos se acortan en forma muy importante. Recordemos que en estos dos puntos: fronteras y desarrollo equilibrado, México tiene un aliado sorpresivo e importantísimo: el presidente de la Reserva Federal estadunidense, el señor Alan Greenspan, que en buena medida es el directo responsable de la larga época de bonanza que está viviendo ese país.
Greenspan ha argumentado que se debe abrir en forma más amplia y eficiente la frontera porque Estados Unidos necesita para mantener su expansión económica de la mano de obra mexicana y que la situación ha llegado a un nivel tal que es más redituable establecer esa mano de obra en forma institucional y legal que seguir permitiendo la situación actual: por supuesto que Greenspan no tiene que ganar ninguna elección de popularidad y se mantiene desde hace años en el cargo simplemente por sus resultados. Pero es difícil para cualquiera que sea el futuro gobernante de Estados Unidos resistirse a sus recomendaciones. Recordemos que, cuando ganó la presidencia hace ocho años, Clinton apoyaba un programa económico muy diferente al que había impulsado George Bush padre e incluso, durante toda su campaña puso en duda la viabilidad del TLC, que en esos momentos estaba terminando de ser negociado por México, Canadá y Estados Unidos. Pero uno de los méritos de Clinton es que sabe escuchar, y apenas fue designado presidente electo se reunió con Greenspan y éste le demostró que la política macroeconómica que se estaba aplicando era la correcta, como también era positivo para la economía estadunidense el establecimiento del TLC (el periodista, famoso por caso Watergate, Bob Woodward, hace un excelente reportaje sobre ese momento en un libro que en México se tituló La Casa Blanca por dentro). Clinton regreso sobre sus pasos, incluso cambió, antes de que siquiera llegaran al poder, a varios de sus principales asesores económicos y, pese a todos los contratiempos que sufrió en su vida personal y los ataques que ha recibido de la derecha conservadora, logró mantenerse en el poder y consolidar la economía en un nivel que nadie esperaba.
Pero es más, recordemos cómo se fraguó el propio TLC. Era la primera semana de febrero de 1990 y el entonces pesidente Carlos Salinas de Gortari viajó por primera vez al foro internacional de Davos: acababa de caer, apenas en noviembre, el muro de Berlín y Europa aún no se recuperaba de la sorpresa. Salinas siempre había dicho que la tesis que manejaban muchos especialistas de la necesidad de establecer un bloque económico con Estados Unidos y Canadá no era viable en lo inmediato: lo mismo había dicho George Bush durante su campaña electoral que coincidió con la de Salinas de Gortari. Pero en Davos, cuando Salinas comenzó a hablar de la apertura de su gobierno hacia los capitales europeos, de la decisión de no establecer bloques cerrados, la respuesta fue que el mundo se dividiría inevitablemente en bloques, que la prioridad para los países industrializados del Viejo Continente era precisamente Europa del Este y la consolidación continental en un único bloque, y le recomendaron a Salinas mirar hacia el norte. Aún no concluía la reunión en Davos cuando desde Ginebra partió un avión privado hacia Washington en el que viajaban José Córdoba Montoya y Jaime Serra Puche para hablar con el equipo del presidente Bush y con la propuesta de conformar un bloque comercial de América del Norte, de firmar un TLC que, apenas semanas antes se descartaba a ambos lados de la frontera. La primera respuesta fue que no parecía ser el momento, que había que esperar, sin embargo comenzaron las negociaciones: para asombro de muchos, tres años después estaban prácticamente cerradas. Hoy el TLC genera un comercio bilateral que supera muy holgadamente los cien mil millones de dólares anuales y nadie seriamente pone en duda sus beneficios económicos bilaterales. Cuando comenzó su negociación el comercio México-EU no alcanzaba a los diez mil millones incluyendo el petróleo.
Para evaluar si las dos propuestas que llevó Fox permearon o no, si “lo mandaron por un tubo” o no hay que esperar a que Gore o Bush se sienten en el sillón del Salón Oval el próximo 20 de enero. Por lo pronto no son propuestas descabelladas y, por lo menos en término de medios de EU comienzan a tener cierta repercusión.
¿Por qué no ocurre lo mismo en México? Porque alguien se está equivocando en el equipo de Fox en términos de logística y medios. La forma en que se organizan las giras, la creciente distancia que muestran Fox y su gente con los medios, la decisión de no incluir periodistas especializados y mucho menos a la fuente que cubre sus actividades, en las giras, deja demasiado librado a la especulación. Y lo grave es que eso no parece preocuparles demasiado en el equipo de transición.