La agenda paralela de Andrés Manuel
Columna JFM

La agenda paralela de Andrés Manuel

El domingo platicaba en el programa Séptimo Día con los gobernadores perredistas Ricardo Monreal y Lázaro Cárdenas Batel sobre la situación que impera en su partido y ambos, coincidieron en que la elección del candidato perredista para el 2006 debe partir de un proceso abierto, aunque las preferencias perredistas en este momento favorecen a Andrés Manuel López Obrador. Lo que preocupa profundamente a otros, es la autonomía que López Obrador está poniendo en el debate una agenda alterna, paralela, a la del propio PRD.

El domingo platicaba en el programa Séptimo Día con los gobernadores perredistas Ricardo Monreal y Lázaro Cárdenas Batel sobre la situación que impera en su partido y ambos, coincidiendo en que la elección del candidato perredista para el 2006 debe partir de un proceso abierto, coincidían, pese a que el propio Ricardo aspira a ocupar esa posición y que Lázaro respalda la posición de su padre, Cuauhtémoc Cárdenas, de tener el derecho de buscar por cuarta ocasión la candidatura presidencial, en que en este momento las preferencias perredistas están, sin duda, con Andrés Manuel López Obrador.

Lo que sucede, y lo que entusiasma a algunos mientras preocupa profundamente a otros, es que cada vez con mayor autonomía de su partido, López Obrador está siguiendo y poniendo en el debate una agenda alterna, paralela, a la del propio PRD, siguiendo en ese sentido, una lógica muy parecida a la que adoptó Vicente Fox respecto al PAN desde 1996-97 para convertirse dos años después en el candidato del partido blanquiazul.

En otras palabras, una lógica basada en seguir sus propios temas con independencia de lo que piense y considere el partido, al mismo tiempo que se van desgastando por esa misma lógica las otras figuras internas (y por lo tanto potenciales adversarios) hasta dejar en este caso al PRD en la disyuntiva de apoyar a su única alternativa, le guste o no a los distintos sectores internos, como hizo Fox con el PAN en esos años. En esa misma lógica, si Andrés Manuel actúa como lo hizo en su momento Fox, su objetivo es desgastar al otro aspirante natural (Cuauhtémoc Cárdenas) como el guanajuatense desgastó la precandidatura de Diego Fernández de Cevallos y, para eso se generó un cambio en la dirección del partido que pasó de tener un líder con agenda propia (en el PAN fue Felipe Calderón el que salió, en el PRD, en circunstancia mucho más traumáticas Rosario Robles) para pasar a un dirigente "componedor" entre distintos grupos como lo fue desde entonces en el PAN, Luis Felipe Bravo Mena o como lo intentará hacer en este escaso año de gestión Leonel Godoy en el PRD.

Mientras tanto, Andrés Manuel está trabajando en una estructura propia (como también la creó en su momento Fox) para no depender a la hora de diseñar la precampaña de la propio partido. En ese objetivo trabajan dirigentes fieles al jefe de gobierno capitalino, de dentro y de fuera del PRD: son importantes en ese sentido René Bejarano, cuya función trascenderá en mucho la de coordinador de los legisladores del PRD en la asamblea y el secretario de gobierno capitalino, Martí Batres, distanciados entre sí en los últimos años pero ambos con una gran capacidad para amarrar grupos políticos y sociales. Pero en esa estrategia se debe insistir que participan, también, otros personajes no perredistas que son claves: lo es Marcelo Ebrard en la secretaria de seguridad pública, incluso más allá de esa función; lo es el ahora diputado local electo Ignacio Marván, en la elaboración del discurso, como Juan Enríquez Cabot en la conformación de algunas relaciones internacionales (los tres cercanísimos colaboradores, en su momento, de Manuel Camacho, ahora también diputado federal por el PRD), y en el ámbito empresarial por supuesto que una figura central es Carlos Slim.

Es precisamente esa estructura paralela (que muchos de los seguidores de Andrés Manuel como en su momento los de Fox consideraron imprescindible para alcanzar el poder) lo que más pareciera preocupar a los adversarios de Andrés Manuel y en particular a Cárdenas. Cuando el ex candidato presidencial, o alguno de sus más cercanos colaboradores, como Samuel del Villar, hablan de que el perredismo ha sido infiltrado por el salinismo (en particular objetan a Slim y en el plano político, porque la consideran alguien que fue muy cercano a ellos en los tiempos de la corriente democrática, a Socorro Díaz, argumentando que fue quien simbólicamente legitimó el fraude electoral del 88 al entregarle en la ceremonia de transmisión de poderes la banda presidencial a Carlos Salinas) reflejan esa molestia por algunas incorporaciones pero sobre todo porque ven que el barco que construyeron comienza a ser ocupado por pasajeros, y tripulantes, que no han pagado su boleto.

E incluso advierten de que ese compromiso con el jefe de gobierno-precandidato que va de la mano con la ausencia del mismo con el partido que lo llevaría al poder terminará generando problemas similares al que enfrentó el PAN con Amigos de Fox. La respuesta de los lopezobradoristas es que, simplemente la estructura del partido no alcanza para su objetivo.

Lo paradójico es que, en los hechos, mucho de lo ocurrido con Rosario Robles y algunos de los errores que la ex presidenta del partido cometió se relacionaron, muchos, con decisiones efectivamente erróneas, personales y políticas, pero otras por decisiones construidas sobre una premisa correcta: querer fortalecer al partido, a sus estructuras y mecanismos internos. Por eso, personajes tan influyentes como Ricardo Monreal, sobre todo, y Lázaro Cárdenas Batel, terminan hablando de la refundación del PRD, de fortalecer al partido porque viene un momento en el cual la ola López Obrador puede desdibujarlo tanto como crezca la figura autónoma del jefe de gobierno. Muchos se molestarán con la afirmación pero pareciera que en una lógica donde no puede tener el control del PRD, López Obrador prefiriera un perredismo relativamente débil que le admita crear el movimiento social que le permita competir con posibilidades de ganar en el 2006.

Por eso la estructura paralela va acompañada de una agenda política también paralela. Al tiempo que Leonel Godoy dice que está dispuesto a buscar acuerdos legislativos con el PAN y el PRI para sacar adelante la agenda para el próximo periodo ordinario o cuando el senador Demetrio Sodi logró sacar adelante (junto con el panista Fauzi Hamdam y el priista Alejandro Gutiérrez) la comisión plural que analizará una propuesta común tripartidaria y de los distintos sectores productivos para la reforma hacendaria, Andrés Manuel envía su carta a Francisco Gil Díaz proponiendo una reforma que se basa, en buena medida, en la reducción de los salarios del presidente y los distintos funcionarios, algo que puede servir pero que evidentemente no es ni remotamente suficiente ni es el tema central del debate aunque genere titulares de prensa. Son agendas diferentes: independientemente de lo que resuelva el PRD en el congreso, de los acuerdos o no a los que arribe en San Lázaro, Andrés Manuel quiere mostrar, desde antes, su autonomía y su propia propuesta: si el día de mañana el PRD coincide con su postura habrá ganado puntos e influencia, si no es así no asumirá ninguno de los costos (y compromisos) que implique llegar a esos acuerdos con otros partidos o con el gobierno.

Es una estrategia inteligente de Andrés Manuel pero también es una estrategia arriesgada, porque puede servir, ya lo demostró el ejemplo de Vicente Fox, para ganar elecciones pero no termina siendo suficiente para gobernar, cuando se tienen que diseñar propuestas legislativas y se requiere la participación de un partido en el poder sólido detrás del gobernante. Quizás la respuesta interna en el perredismo pueda estar en un movimiento que no pudo o no supo hacer el PAN cuando Felipe Calderón no buscó su reelección al frente del partido: designar un dirigente fuerte, con perfil propio, que no pueda ser "saltado" por el candidato y el movimiento que él genera. Por eso, fue tan sencillo llegar a un acuerdo entre todas las corrientes para que llegara Leonel Godoy a la presidencia del PRD…por un año: porque todos saben que será entonces, a fines de 2004, cuando realmente se pondrá en juego el futuro de ese partido y la relación que mantendrá con el movimiento que, desde ya, respalda, dentro y fuera del PRD, la candidatura de López Obrador.

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