El futuro político de Juan Ramón de la Fuente dependerá de él, pero también de diversas circunstancias que están fuera de su alcance. Con el todavía rector de la UNAM sucede algo similar a lo de José Woldenberg: cuando este dejó la presidencia del IFE, muchos pensaron que para el 2006 podía ser una alternativa de política viable y atractiva. Con de la Fuente puede suceder algo similar.
El futuro político de Juan Ramón de la Fuente dependerá de él, pero también de diversas circunstancias que están fuera de alcance. Con el todavía rector de la UNAM sucede algo similar a lo de José Woldenberg: cuando éste dejó la presidencia del IFE, muchos pensaban que para 2006 podía ser una alternativa política viable y atractiva para un electorado cansado de muchos de los aspirantes que una y otra vez presentan los partidos. Obviamente, en el espacio de centroizquierda que hubiera sido natural para Woldenberg, no quedaba la más mínima posibilidad de que pudiera competir, incluso aunque él así lo hubiera querido. Con De la Fuente puede suceder algo similar. En alguna oportunidad, el rector manifestó su interés en verse, en el futuro, como parte de una alternativa de centro izquierda moderna en el país. Sería, no cabe duda, una opción muy atractiva. Pero la reforma electoral que acaba de aprobarse tiene como objetivo cerrarle el camino a opciones como De la Fuente o Woldenberg, a hombres o mujeres que, precedidos por su prestigio personal y reconocimiento, busquen alternativas fuera de los grandes partidos: no hay posibilidad de candidaturas independientes y las candidaturas en sí dependen, aún más que hoy, de las burocracias partidarias. Y a ninguna burocracia partidaria le interesa impulsar candidatos con independencia de criterio y un perfil propio, definido, que pueda estar por encima de ella misma.
Por lo pronto De la Fuente se irá un tiempo a España, tendrá algunas responsabilidades académicas en las Naciones Unidas y consolidará su prestigio. Habrá que ver si fuera de una posición pública el sistema le permite seguir creciendo. Para el 2012 podría ser una opción, como podría haberlo sido Woldenberg en el 2006, muy atractiva para buena parte del electorado, pero para ello tendrían que conjuntarse una serie de circunstancias marcadas, en primer lugar por un rotundo fracaso de López Obrador y del perredismo (que cada día que pasa es más evidente que no son lo mismo), en el 2009, un fracaso tal que le diera paso en la izquierda mexicana, a una opción fresca y no comprometida con ella.
¿Dónde me gustaría ver a De la Fuente? No sé si en una candidatura presidencial, pero definitivamente sí, por ejemplo, buscando gobernar la ciudad de México o en posiciones de verdadera importancia relacionadas con la educación, la cultura o la política-política. Si el presidente Calderón hubiera insistido en su idea de un gobierno de coalición y éste fuera viable, me gustaría verlo participando en forma activa en ese espacio. Pero de los deseos a la realidad siempre existe una distancia demasiado amplia.
La otra pregunta es qué sucederá con la Universidad Nacional. Por supuesto que la junta de gobierno, que desde la semana pasada preside el astrónomo Manuel Peimbert, puede tomar cualquier decisión, pero no veo en el panorama de la universidad, para reemplazar a De la Fuente, más que a dos aspirantes reales: el director de la facultad de Medicina, José Narro Robles y el matemático, José Antonio de la Peña. Registrados o con ansias de hacerlo hay otros cinco o seis aspirantes, pero ninguno de los otros podría llenar el espacio académico y político que dejará De la Fuente. Algunos por su evidente participación en los recientes procesos políticos, como Diego Valadés o Fernando Serrano Magallón, otros por su poca experiencia política para tratar temas que, sin duda trascienden la universidad en sí.
Entre ambos, Narro Robles y De la Peña hay similitudes pero también diferencias notables. No creo en la tesis de que uno sea más cercano al gobierno que el otro o que eso pueda tener influencia en el proceso de sucesión, sobre todo con ésta Junta de Gobierno. Narro Robles sería una línea de continuidad en muchos sentidos con De la Fuente (sería incomprensible el éxito del rector en su gestión sin el trabajo realizado por el propio Narro a lo largo de estos ocho años pero sobre todo con la larga experiencia de éste dentro y fuera de la Universidad,), pero no nos engañemos, Narro sería un rector con un perfil propio, marcado por su propio desempeño y su conocimiento sobre los temas universitarios. Es injusto con Narro, y se lo han cobrado en más de una oportunidad, señalarlo como un rector eminentemente político: no es que no lo sea, Narro Robles es, en el mejor sentido de la palabra, un político magnífico, pero es también quien mejor conoce, de todos los postulantes actuales, la universidad nacional. Si fuera miembro de la Junta de Gobierno, en lo personal no tendría duda de que Narro Robles debería ser el sucesor de De la Fuente.
José Antonio de la Peña es un personaje y un académico formidable con enormes contribuciones a la universidad y al país. Sería, muy probablemente un gran rector (y puede serlo si es designado para esa responsabilidad) pero sólo si las autoridades universitarias están decididas a dar el paso a transformar la UNAM en una institución con otro perfil, de mucha mayor exigencia académica, si están dispuestas a adoptar medidas de control de calidad que desde hace muchos años están ausentes o simplemente se adoptan en algunos sectores de la Universidad pero no en todos. Creo que la Universidad Nacional, más que cualquier otra, requiere además de un gran proyecto académico de un manejo político difícil de asumir y entender en otros ámbitos. No me cabe duda, por ejemplo, que Barnés es un académico probablemente más destacado que De la Fuente o antes que Guillermo Soberón, o que Jorge Carpizo es un personaje excepcional en el mundo académico y político del país, pero ni uno ni otro fueron los rectores ideales para manejar una institución social y política como la Universidad Nacional. Ese elemento, esa experiencia, ese perfil, es el que podría determinar el futuro de la universidad en el camino de Narro más que el de De la Peña.