Ayer García Luna presentó el proyecto que venía abonando desde hace años, de un nuevo modelo policial, junto con el presidente Calderón en la renovada academia superior de seguridad pública en San Luis Potosí, un espacio que será clave para la formación de esa nueva policía que no se generará ni en unos meses ni terminará de consolidarse siquiera en este sexenio, pero que sienta las bases reales para una transformación futura.
No puede haber más improvisaciones ni rezagos. Ojalá ayer haya comenzado una nueva etapa.
Algunos siguen insistiendo con la salida de Genaro García Luna de la secretaría de seguridad pública federal. Salvo que asuma alguna otra posición estratégica en el ámbito de la seguridad, ya debería abandonar esas hipótesis. Ayer García Luna presentó el proyecto que venía abonando desde hace años, de un nuevo modelo policial, junto con el presidente Calderón en la renovada academia superior de seguridad pública en San Luis Potosí, un espacio que será clave para la formación de esa nueva policía que no se generará ni en unos meses ni terminará de consolidarse siquiera en este sexenio, pero que sienta las bases reales para una transformación futura.
Ahora que se habla tanto de las frivolidades de Vicente Fox mientras que otros, como si fuera en las épocas del soviet supremo, le levantan estatuas, uno de los temas que habría que evaluar es lo hecho, o mejor dicho lo no realizado, en el sexenio pasado en materia de seguridad. En realidad, la administración Fox recibió un proyecto de seguridad pública y nacional bien encaminado y con posibilidades futuras encomiables. Se había creado el sistema nacional de seguridad pública y la policía federal preventiva, se estaba comenzando a realizar una verdadera interconexión entre los estados, se estaba construyendo una verdadera base de datos nacional, comenzando por todos los policías del país; desde el Cisen y luego desde la subsecretaría del ramo, Jorge Tello Peón había logrado echar a andar un sistema eficiente (y la desactivación del EZLN y la virtual destrucción del EPR, luego resucitado gracias a José Murat y la indiferencia federal, lo demostraba), mientras que en las fuerzas armadas el general Enrique Cervantes había logrado un nivel de operatividad contra el crimen organizado sin precedentes. Inexplicablemente (o mejor dicho, comprensiblemente por la inexperiencia de Fox y por los desaciertos de algunas designaciones) tanto el ex presidente como buena parte de su equipo se encargaron de destruirlo y de “inventar” algo nuevo que nunca funcionó. El primer y más grave error, fue crear aquello que se llamó Consejo de seguridad pública y nacional que dirigía, es un decir, el fallecido Adolfo Aguilar Zinser y que resultó un verdadero desastre en términos operativos y políticos. El segundo, fue retirar todas las áreas de seguridad de la secretaría de gobernación, y no mantenerlas, como se había diseñado entonces, desde que Francisco Labastida había asumido la SG, con amplia autonomía pero dependiendo de ella (¿tan difícil es entender que la seguridad pública es una parte insoslayable del manejo de la política interior?). El tercero, relacionado con el anterior, fue la designación de Alejandro Gertz Manero en la nueva SSP. Independientemente de sus defectos y virtudes, Gertz Manero no compartía el diseño de seguridad que se había creado y tenía un conflicto político (generado durante su paso por la seguridad capitalina) y personal con la mayoría de los hombres y mujeres que habían creado e iniciado el mismo. En los hechos, se deshizo de todo el personal calificado de la secretaría y del proyecto, pero nunca pudo concretar algo nuevo. Algunos de los que fueron descalificados por Gertz, como el propio García Luna, se refugiaron en la PGR con Rafael Macedo de la Concha, que había sido procurador militar con el general Cervantes, y allí crearon la Agencia Federal de Investigación, uno de los pocos éxitos en el terreno de la seguridad del sexenio pasado.
Ahora, casi siete años después, se lanza un nuevo modelo que está basado en el que se desechó irracionalmente al inicio del sexenio pasado: un nuevo modelo que tiene razón de ser a partir de un sistema nacional de seguridad pública que pueda articular la política de seguridad con los estados y en una PFP que avance hacia lo que debe ser una verdadera policía federal con capacidad de despliegue en todo el país, que combine la prevención con la investigación y la operación, y que sea el eje articulador para depurar las policías estatales y municipales.
En esa renovada academia de San Luis Potosí, se internarán, ya están allí, becados y con todos los servicios, mil futuros mandos policiales, algunos federales, otros estatales y municipales. Son futuros oficiales que, en todos los casos, tienen la licenciatura o han concluido los estudios superiores. Recibirán una formación sólida durante un año, al mismo tiempo que estarán sometidos, a sucesivos y constantes exámenes de control de confianza. Los que pasen las pruebas de aptitud y confianza, dentro de un año irán reemplazando a los mandos actuales y año con año se irá renovando el proceso. La idea es tener, hacia el final del sexenio, unos cinco mil mandos nuevos, con una formación y una carrera policial sólida y moderna, que sean la base del nuevo modelo.
Por supuesto que no es suficiente: se requieren cambios legales y modificar el sistema de procuración e impartición de justicia. Es necesario que los gobiernos estatales y municipales se comprometan y que en el ámbito federal todos los actores, con sus personalidades, puntos de vista y proyectos diferentes y legítimos, jueguen en el mismo campo. Que se creen mecanismos de interrelación y comunicación con la ciudadanía. Se requerirá apoyo y colaboración internacional, porque se deben adoptar experiencias que han funcionado en otros países. Y que la presidencia de la República insista en su apuesta de largo plazo, independientemente de las vicisitudes de la coyuntura, porque al mismo tiempo se requerirán resultados tangibles, que la gente pueda medir y percibir (la seguridad es, en buena medida, una cuestión de percepción) una mejoramiento en su seguridad cotidiana.
En todo este proceso, por frivolidades y errores, hemos perdido más de un sexenio. Y eso es más grave que tener un jeep rojo o una Hummer. No puede haber más improvisaciones ni rezagos. Ojalá ayer haya comenzado una nueva etapa.