Quien esté asesorando al ex presidente Fox quiere llevarlo a la cárcel o al peor de los ostracismos. El proselitismo del ex mandatario ha perdido ya toda lógica y lo mismo se lo puede ver posando en el estadio de los Vaqueros de Dallas que abandonando entre insultos una entrevista con Rubén González Luengas (que no es precisamente un entrevistador suavecito) en Los Angeles.
Quien esté asesorando al ex presidente Fox quiere llevarlo a la cárcel o al peor de los ostracismos. El proselitismo del ex mandatario ha perdido ya toda lógica y lo mismo se lo puede ver posando en el estadio de los Vaqueros de Dallas que abandonando entre insultos una entrevista con Rubén González Luengas (que no es precisamente un entrevistador suavecito) en Los Angeles. Peor aún, la historia de sus propiedades, que ya se había registrado en el pasado en diversos medios pero que se disparó por una decisión del propio ex presidente y de su esposa al autorizar un reportaje en la revista Quién, se hace cada día más confusa, incluyendo la de los vehículos que utiliza el ex presidente, llegando al caso de que el estado mayor presidencial informara que la camioneta Hummer que utiliza Vicente Fox estaba entregada en “comodato” por la empresa General Motors al EMP para que éste la entregara al mandatario para sus traslados desde 2005. Inmediatamente después la presidencia de la república tuvo que ordenar al EMP regresar cualquier propiedad que tuviera en comodato, incluyendo, la camioneta del ex mandatario. En la entrevista con González Luengas, el ex presidente comenzó a molestarse porque Rubén le preguntó por sus propiedades: Rubén podría haber preguntado mejor o con datos más precisos, pero alguien le tendría que haber dicho al ex presidente que si iba a una entrevista con un periodista serio y que ha sido muy crítico con su gestión, esa pregunta era obligada. El problema es que no hay una respuesta clara y transparente, porque quizás esas y otras propiedades son legales, pero el entramado que las protege es tan complejo y los secretos son tantos, que resulta por lo menos difícil explicar la situación. Quizás legalmente las propiedades, como ocurrió con el comodato de la Hummer, están cubiertas pero, ¿se puede explicar el origen de las mismas manteniendo la dignidad?
Aquí hemos dicho que las mismas dudas que existen con Fox se podrían aplicar no a todos pero sí a muchos de nuestros políticos, tanto a ex presidentes como ex gobernadores o secretarios de estado, o ex candidatos presidenciales, que lisa y llanamente no sabemos de qué viven o que terminan construyendo historias ligadas a antiguas o nuevas herencias o empresarios generosos para justificar propiedades o recursos injustificables. El problema con el ex presidente Fox es que uno de sus haberes era la imagen de que había sido un mandatario honesto: dejó Los Pinos, según las encuestas de Ulises Beltrán con una percepción positiva cercana al 70 por ciento. Hoy, está en 53 por ciento de aceptación, mientras que la señora Fox está en un 30 por ciento, el mismo nivel de negativos de López Obrador, que junto con Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, son los políticos con mayor carga de opiniones negativas en todas las encuestas.
Por su propio bien, Vicente Fox debería abandonar esta loca aventura de los reflectores y sus partidarios incondicionales de las estatuas sin sentido, para adoptar la actitud digna de un ex mandatario. Nadie dice que se debe callar para siempre o irse al exilio, pero debe tener prudencia y asumir la dignidad (insisto en el término) del cargo que ocupó y la posición que ahora detenta: no es un ciudadano más, es un ex presidente que debería ser recordado como el que terminó con 70 años de gobiernos priistas.
Creo que con Fox sucede lo que Macario Schettino describe magníficamente bien en su libro Cien años de confusión, desmitificando ese proceso que conocemos como Revolución Mexicana y a buena parte de sus personajes, entre ellos a Francisco I. Madero, un hombre que en apenas mil 500 días, escribe un libro previo a la elección de 1910, de mediana factura pero de enorme influencia, para verse convertido en líder de un movimiento que no conoce, del que no formó parte ni comprende su génesis e historia, con líderes políticos y militares que no cumplen sus órdenes, que lo ignoran, pero así y todo llega para su propia sorpresa a la presidencia de la república, reemplazando nada más y nada menos que a Porfirio Díaz. Y a los pocos meses es derrocado y fusilado por muchos de quienes él mismo colocó en un gobierno que jamás controló, como tampoco pudo hacerlo con las fuerzas que lo llevaron al poder, con los empresarios, con los medios, con los militares, con sus antiguos aliados y opositores. Es verdad, los tiempos cambian y la historia es paralela pero no idéntica, pero si sigue así concluirá no con una muerte física pero sí civil del ex presidente.
Su era acabó, su logro histórico fue haber derrotado al PRI, aunque él ni siquiera parezca comprender qué sucedió en aquellas fechas y porqué se dieron, de esa forma, esos acontecimientos. Tampoco el ex mandatario parece comprender la trascendencia de ese hecho y se empeña en vender una idea de su gobierno y de su persona que, sencillamente, no coinciden con la realidad. Pero hay quienes lo impulsan para tratar de exprimir al máximo lo que queda de su prestigio y espacio político, como la actual dirigencia panista, o quienes están llevando al máximo las tensiones para ejercer una suerte de venganza tardía. Paradójicamente, el derrocamiento y el asesinato de Madero ha permitido construir una imagen de ese hombre como un valiente demócrata que dio su vida por sus convicciones (lo que es cierto) pero si hubiera seguido gobernando o lo hiciera en la actualidad su fin político, muy probablemente, hubiera sido funesto. En todo caso, alguien recordaría que Madero fue quien terminó derrocando a Porfirio Díaz. Nada más y nada menos. ¿No le alcanza a Vicente Fox ser recordado como el que derrotó electoralmente al PRI por primera vez en 70 años? Todo indica que no y que el ex presidente no comprende que está al borde del precipicio y ha decidido dar un paso al frente.