Cuando no se sabe qué decir, se comienza a hablar con frases largas y palabras desgastadas, decía George Orwell. Eso es un poco de lo que ha ocurrido en torno a la venta de Aeroméxico, comenzando por las posiciones asumidas por los dirigentes perredistas, entre ellos López Obrador y Javier González Garza.
Ambos han asegurado que les “pagaron” a los compradores deudas políticas por haber apoyado a Felipe Calderón en la campaña electoral. Como siempre no tienen una sola prueba en ese sentido, pero eso no es lo importante.
Cuando no se sabe qué decir, se comienza a hablar con frases largas y palabras desgastadas, decía George Orwell. Eso es un poco de lo que ha ocurrido en torno a la venta de Aeroméxico, comenzando por las posiciones asumidas por los dirigentes perredistas, entre ellos López Obrador y Javier González Garza.
Ambos han asegurado que les “pagaron” a los compradores deudas políticas por haber apoyado a Felipe Calderón en la campaña electoral. Como siempre no tienen una sola prueba en ese sentido, pero eso no es lo importante. En todo caso, habría que recordar que según su programa de gobierno, si López Obrador hubiera sido presidente no hubiera habido ninguna privatización (y todos seguiríamos pagando la deuda de esa empresa) y que los contratos para obra pública por asignación directa y para sus amigos, sobre todo constructores, fueron la norma de su gobierno. No hubo allí ni licitaciones ni concursos. Y vaya favor político el que se pagó: participar en una puja abierta, con reglas determinadas por los propios participantes, vía la oferta pública para la compra de acciones de una empresa de alto riesgo. ¿Dónde está el favor político?
La verdad es que la venta de Aeroméxico, ha sido impecable: el precio de la acción, durante la puja, se duplicó; se comenzó con una oferta de 99 millones de dólares ofrecida por la familia Saba y se terminó pagando 249.1 millones, con un compromiso de invertir otros 250 millones de inmediato y absorber una deuda que alcanza los mil millones de dólares. Se ofrece además un warrant (una suerte de utilidad a futuro) y existe la oferta de trasmitir un 4 por ciento de las acciones a los trabajadores.
González Garza llegó a decir que la empresa se vendió por lo que valía un avión. Es una mentira conciente. Por supuesto que hay aviones muy costosos pero la mayoría de los aviones de una flota suelen ser rentados o comprados con amplios financiamientos (buena parte de la deuda de Aeroméxico viene de allí) y el precio pagado por la empresa es superior al que se había establecido en el mercado de valores por sus acciones. La industria aeronáutica está tratando de superar una grave crisis, que hizo eclosión el 11 de septiembre del 2001, con un aumento desorbitado de todo tipo de costos y que los precios del petróleo han llevado a una situación límite. Todas las grandes empresas que han podido sobrevivir, lo hicieron adoptando reingenierías financieras de fondo, que les permitieran competir en un mundo distinto, y sobrevivir a las aerolíneas de bajo costo que han comenzado también a disputar el mercado.
No era fácil comprar Aeroméxico precisamente porque se requería un proyecto a gran escala para sacar un negocio de esa magnitud adelante. Muchos grupos empresariales decidieron no participar, como ya había ocurrido con la venta de Mexicana, donde Gastón Azcárraga, a pesar de ser uno de los principales operadores turísticos del país, ha tenido dificultaddes para mantener la competitividad de esa empresa. Incluso buscó, luego de un controvertido proceso de renovación del contrato colectivo de trabajo, comprar Aeroméxico, para consolidar el mercado y tratar de hacerlo más competitivo. La comisión federal de competencia no se lo permitió. Quienes compraron la empresa son quince inversionistas de los más poderosos del país, encabezados por José Luis Barraza, y con la participación, entre otros de Valentín Díez Morodo y María Asunción Arambuluzabala, y con el respaldo financiero de Banamex, que se queda con el 49 por ciento de las acciones. ¿Qué la mayoría de ellos se oponía a López Obrador? Sí, como la mayoría de los empresarios del país, a quien éste despreció e insultó durante toda la campaña. Tenían todo el derecho ciudadano a hacerlo. No hubiera sido diferente con los Saba o con otros.
El coordinador de los diputados priistas, Emilio Gamboa, que es uno de los legisladores que mejor conoce el sector, dijo que su partido no se opondría a la venta pero que estaría muy atento a que Aeroméxico no se convirtiera en una empresa extranjera. La razón de ese comentario es la relación de la señora Arambuluzabala (la empresaria más rica del país) con el embajador Tony Garza, que es su esposo. Y más aún el hecho de que Citigroup, del que forma parte el grupo financiero Banamex, compró y salvó de la quiebra a American Airlines. Y algunos ya han comenzado a decir que Aeroméxico se convertirá en una filial de ésta última, por el financiamiento que dará Banamex a la empresa. Es obvio que el modelo aplicado para salvar American Airlines se podrá utilizar para Aeroméxico, y por eso se incluye un fuerte acuerdo con sus trabajadores, sobre todo pilotos. También es verdad que toda gran (mediana o incluso pequeña) aerolínea trata de ser parte de una alianza con otras para generar las economías en escala que el negocio requiere. Ninguna aerolínea puede sustraerse a ese tipo de acuerdos. El negocio de la aviación es, por definición, es parte de la globalización, desde la industria en sí, hasta el transporte y pasando por los requisitos de seguridad. Imaginarlo como un negocio nacional y cerrado es, simplemente, no conocer siquiera de qué se está hablando.
En realidad, lo que habrá que revisar y exigir de cara al futuro (y para ello la competencia es imprescindible, tanto de las líneas de bajo costo como de algunas internacionales) es garantizar el servicio y los costos. Hoy las disparidades son enormes, y dentro de un mismo destino existen diferencias notables (viajaré en los próximos días a Estados Unidos: el boleto en Delta me costó cuatro veces menos de lo que me hubiera costado en Aeroméxico, por ejemplo). La verdadera exigencia y compromiso que deben asumir los nuevos dueños de la aerolínea es garantizar que el servicio sea de calidad y que, como prometieron, esa empresa se convierta en una de calidad mundial. Sólo así la gente saldrá realmente beneficiada y será, también, un gran negocio.