El accidente del 4 de noviembre trastocó el esquema de poder en la administración Calderón que, hasta el día de hoy no ha terminado de encontrar un modelo que reemplazara al que marcó el exitoso primer año del gobierno. Y probablemente no lo ha encontrado porque el papel idóneo de Juan Camilo Mouriño más que en la secretaría de Gobernación estaba donde comenzó: en la oficina de la presidencia.
El accidente del 4 de noviembre trastocó el esquema de poder en la administración Calderón que, hasta el día de hoy no ha terminado de encontrar un modelo que reemplazara al que marcó el exitoso primer año del gobierno. Y probablemente no lo ha encontrado porque el papel idóneo de Juan Camilo Mouriño más que en la secretaría de Gobernación estaba donde comenzó: en la oficina de la presidencia.
El presidente Calderón siempre privilegió, no era ningún secreto, la lealtad y la cercanía, la confianza en sus colaboradores. En términos políticos, desde la campaña presidencial estaba asombrado del grado de deslealtad que habían tenido con el presidente Fox algunos de sus colaboradores y no quería repetir la receta. Mouriño, al igual que Ernesto Cordero, Alejandra Sota, Max Cortázar, Gerardo Ruiz Mateos eran parte del equipo cercano, histórico de Felipe Calderón desde mucho tiempo atrás. Por eso, cuando asumió el gobierno y con un estilo de gobernar que prefiere el control directo de las cosas, Calderón decidió resucitar la figura de una muy fuerte oficina en Los Pinos, con múltiples atribuciones y ahí colocó a Mouriño. En los hechos Juan Camilo superaba en atribuciones y cercanía con el presidente, al secretario de Gobernación, Ramírez Acuña y al resto de los integrantes del gabinete. Y el estilo de control personal de Calderón requería de un operador cercano como Mouriño. Cuando se decidió que Juan Camilo reemplazara a Ramírez Acuña se perdió de vista un punto central: desde Gobernación la visibilidad de Mouriño sería mucho mayor, la confrontación pública también y su capacidad de operación se vería vulnerada, como sucedió prácticamente desde la primera semana de su llegada al cargo con las denuncias sobre su nacionalidad y los contratos de las empresas familiares con Pemex. La oposición ya no se estaba confrontando con un operador poderoso de Los Pinos, sino con un potencial precandidato presidencial. Y Mouriño y la operatividad del gobierno pagaron ese costo.
No dudo que en el ánimo presidencial no estuviera el reemplazar a Juan Camilo como se dijo muchas veces. Pero el tema fue objeto de especulación y análisis dentro y fuera del gobierno. Las versiones sobre su lanzamiento como candidato para Campeche o más probablemente para diputado en las elecciones del 2009, estuvieron presentes durante buena parte del 2008. Sin embargo, la reforma de Pemex, aún con todas sus limitaciones, hizo suponer a Mouriño que sus momento más difícil en Gobernación había pasado y que “ahora sí” podría trabajar con mucho mayor margen. Eso mismo le habría ratificado el presidente Calderón un par de días antes del accidente.
Pero el 4 de noviembre modificó todo. El presidente Calderón tuvo que cambiar su equipo y no ha terminado de encontrar la fórmula adecuada en la cual se sienta más cómodo para ejercer el poder. Fernando Gómez Mont fue una buena elección en Gobernación, sobre todo de cara al panismo, pero nunca regresaron plenamente a esa secretaria las atribuciones que le fueron quitadas desde la administración Fox y durante el actual sexenio, salvo el regreso del Sistema Nacional de Seguridad Pública, ordenado por el congreso. En la oficina de Los Pinos, quedó finalmente Patricia Flores, una mujer muy eficiente e influyente, con toda la confianza del presidente, pero que no tiene, ni quiere tener, el perfil público de Juan Camilo. Alejandra Sota mantiene una enorme capacidad de gestión y como Max Cortázar cuenta con toda la confianza presidencial, pero ninguno de los dos puede tener la trascendencia pública, el peso específico que tenía Mouriño.
¿Quién lo tiene entonces?. Otro hombre de confianza del presidente, Germán Martínez, salió más que lastimado de la presidencia del PAN. Donde muchos pensaban que quedaría Juan Camilo en estos meses, en la cámara de diputados, está Josefina Vázquez Mota, cuya comunicación con el equipo central de Los Pinos siempre ha sido compleja. Gerardo Ruiz Mateos está concentrado en permanecer en Economía. Quedan tres de incuestionable confianza presidencial pero que tendrán que dar mucho más y ponerse como objetivo el 2012: Ernesto Cordero, sin duda el más cercano a Calderón y al equipo Pinos; Alonso Lujambio que como Ernesto ha optado por un perfil relativamente bajo para no exponerse a golpes, y Javier Lozano quizás el que ha asumido los mayores compromisos públicos (fuera de Genaro García Luna en Seguridad), como lo demuestra el caso SME. Es la hora de que hagan política.