Lo ocurrido el sábado en el estadio de Torreón recorrió el mundo: un estadio de futbol lleno, con una afición que es ejemplar, en una de las mejores instituciones deportivas de nuestro país, es azotada por la violencia que está marcando toda la región de la Comarca Lagunera. Un juego suspendido con gente aterrada, protegiéndose en las gradas, bajando a la cancha para evitar un tiroteo que se escuchaba demasiado cerca. Dicen los administradores del estadio que dentro de éste no hubo disparos. Aparentemente fue así porque no hubo víctimas entre los espectadores, pero el hecho confirma que la gente sabe que está viviendo en el límite y que la violencia puede vulnerar cualquier tipo de actividad social.
Lo ocurrido el sábado en el estadio de Torreón recorrió el mundo: un estadio de futbol lleno, con una afición que es ejemplar, en una de las mejores instituciones deportivas de nuestro país, es azotada por la violencia que está marcando toda la región de la Comarca Lagunera. Un juego suspendido con gente aterrada, protegiéndose en las gradas, bajando a la cancha para evitar un tiroteo que se escuchaba demasiado cerca. Dicen los administradores del estadio que dentro de éste no hubo disparos. Aparentemente fue así porque no hubo víctimas entre los espectadores, pero el hecho confirma que la gente sabe que está viviendo en el límite y que la violencia puede vulnerar cualquier tipo de actividad social.
Se ha atribuido el tiroteo que desató el pánico entre los miles de asistentes al juego Santos-Morelia, a una balacera entre narcotraficantes y fuerzas de seguridad en un retén cercano al estadio, también se ha dicho que todo se derivó de un enfrentamiento entre grupos rivales del crimen organizado, que a su vez se toparon con las fuerzas de seguridad. Lo cierto es que Torreón es una zona donde la batalla entre los Zetas y el cártel del Pacífico alcanza su máxima expresión. La Comarca lagunera y en particular Torreón es una de las puertas de salida naturales de la sierra de Durango donde l cártel de El Chapo Guzmán ha asentado desde siempre su control. En Torreón los Zetas decidieron hacerles frente para cortar una de sus rutas de operación e incluso de lavado de dinero. Desde entonces, Torreón vive una pesadilla, no sólo por el enfrentamiento entre estos grupos, sino también porque en la misma, esos grupos ha atacado de todas las formas posibles a la población. No es casual que estos hechos se hayan dado en un juego entre Torreón, donde, como decíamos, la presencia de los Zetas es muy fuerte, y el Morelia, equipo, independientemente de la institución y sus dirigentes, lo mismo que Santos, por la que simpatizan los llamados Templarios. Esa lucha entre Zetas y el pacífico, se ha dado en Juárez y en Tamaulipas, en Guerrero y en Michoacán, se da en las calles, pero también en la música (hace años, entre los Tucanes de Tijuana y los Tigres del Norte, más tarde con el asesinato y la coacción a todo tipo de artistas), en los centros de espectáculos (el caso del Premier en el DF fue paradigmático al respecto) y ahora se traslada al mundo del fútbol.
Quizás lo que debería quedar en claro es que esa violencia ya está abarcando a todos los ámbitos de la sociedad, que ninguna parece estar libre de ella y que la violencia y la intimidación contra la sociedad civil es inherente, en mayor o menor grado por su origen, pero en realidad dependiendo mucho más de la coyuntura y la permisividad de las autoridades, a los grupos criminales. Es una demostración más de que aquellos pedidos de paz, o de una falsa neutralidad, no tienen sentido porque el camino de la agresión a la sociedad y la gente ya se ha recorrido.
El vocero del gobierno federal en temas de seguridad, Alejandro Poiré, dará a conocer hoy un importante documento sobre las causas de la violencia del crimen organizado donde la relación con el consumo y el tráfico de drogas es clave, pero también porque explica cómo la lucha entre los cárteles genera esa violencia al mismo tiempo que avanzan en todo tipo de actividad delincuencial amparados en la propia estructura territorial de los grupos criminales y en mayor medida aún cuando se cuenta con la complicidad o el temor de las autoridades locales.
Cuando se habla de las víctimas de esta batalla se debe partir del hecho de que obviamente toda vida humana es una pérdida, pero también cuando se quiere presentar a todos y cada uno de los homicidios como consecuencia de la lucha de las autoridades contra el crimen organizado se ignora un punto fundamental: nueve de cada diez homicidios son ajustes de cuentas, ejecuciones de grupos criminales contra sus rivales.
La violencia es la forma que adopta la resolución de conflictos entre los cárteles, es la forma de imponer disciplina y amedrentar a los suyos y a sus adversarios, pero también a las autoridades y a la gente.
Lo de Torreón es una muestra más de los costos que ocasiona esa violencia irracional, de la forma en que irrumpe e interrumpe nuestras vidas y de cómo, hasta que se recupere el control y la autoridad en todos los puntos del país, los costos de esa violencia la pagamos todos. En ese proceso, el papel y la responsabilidad de las autoridades locales es clave: no puede haber más displicencia y complicidad.