1-05-2014 El debate entre Gustavo Madero y Ernesto Cordero en la búsqueda de la presidencia nacional del PAN, tuvo momentos interesantes, pero no pudo superar un esquema cerrado, desafortunado hasta en la pésima trasmisión por Internet que realizó el propio partido y que de alguna manera refleja el momento por el que está pasando el blanquiazul: confusión, incapacidad de comunicar y fallas operativas bastante evidentes.
Es difícil decir quién ganó o perdió el debate porque el mismo no estaba dirigido al público en general, sino a esos 200 mil panistas que se espera voten el próximo 18 de mayo. Aún así, hay puntos que no pueden ser soslayados: no entendí, por ejemplo, porqué Gustavo Madero apareció en un momento tan enojado, golpeando sobre el atril o regañando a la moderadora Adriana Pérez Cañedo. No entiendo porqué Ernesto Cordero no fue más contundente ante la tontería de estarle contando los años de militancia como si la vejez, porque de eso en realidad hablaba Madero, fuera en automático un signo de capacidad o idoneidad para desempeñar un cargo (más aún en un país de jóvenes).
Pero mucho menos cuesta entender porque hubo tan pocas propuestas: ninguna de Madero, un puñado de Cordero y todo se terminó centrando en la relación con el PRI. Parecía que el debate era para certificar cuál había sido más colaboracionista con el tricolor: Madero llegó a responsabilizar a Cordero de haber otorgado presupuesto a los gobernadores priistas, argumentando que eso había sido el instrumento que le había permitido regresar al PRI a Los Pinos, olvidando que el presupuesto no lo otorga el secretario de Hacienda, quien sea, sino el congreso, en el que Madero fue un destacadísimo representante (nada más y nada menos que coordinador de los senadores antes de llegar a la presidencia del partido) durante el gobierno de Calderón. Cordero dijo que Madero había llevado al partido a perder su identidad y a ser más defensor del presidente Peña Nieto que del propio panismo, por aquello de que al PAN le había ido mejor en 12 meses de Peña Nieto que en 12 años de gobierno panistas. Puede ser pero la pérdida de identidad del panismo es mucho más antigua.
Pero ninguno de los dos explicó, con claridad, qué tipo de acuerdos quieren establecer con el gobierno. En todo caso, como dijo Cordero en otras palabras, la diferencia estaría en quién pone la agenda, lo cual, en términos políticos siempre es un poco utópico, ya que un acuerdo se tiene que sacar, necesariamente, por una confluencia de intereses.
Lo que sucede con el PAN es que está en medio de vías divergentes. Por una parte sabe que su capacidad de ser parte de la gobernabilidad del país pasa por su posibilidad de hacer acuerdos con el gobierno federal y por ende con el PRI. No es una novedad, así ha sido desde 1989 y cuando esa relación entre los dos partidos se bloqueó, a la larga ambos terminaron perdiendo y mucho más perdió la ciudadanía. Todo lo que ha ocurrido en estos días en el Congreso lo confirma. Que se diga explícitamente que se retrasó la presentación de la iniciativa de leyes secundarias para la reforma energética porque el PAN no podía procesarlas (como sucedió con telecomunicaciones) es una muestra de lo costoso que puede resultar esa indefinición. No debe ser tema de debate en el PAN el establecer o no acuerdos programáticos con el PRI o el gobierno, en todo caso lo que se debe debatir es cuál es la agenda del panismo en ese proceso. Durante el Pacto por México, se debe reconocer que el PAN tuvo un objetivo: la reforma política-electoral, que salió adelante. La paradoja es que había capítulos mucho más importantes para la ciudadanía, como la energética o la de telecomunicaciones en la que podrían haber ganado mucho más. Pero el PAN no puede renunciar a esa vía, gane Madero o Cordero el 18 de mayo.
Pero al mismo tiempo que se debate qué tanto se debe acercar el PAN al PRI, en el propio panismo se dice que para las elecciones del 2015 en muchos estados sus alianzas serán con el PRD, reeditando lo sucedido en 2010. Está bien, la pregunta, cómo la hicimos en el 2010 y se repite ahora ante los acuerdos legislativos en el Pacto por México, es a qué apuesta, qué gana el PAN con esas alianzas más allá de figurar en una fórmula electoral ganadora o en una coalición legislativa. Los resultados son disparejos. En Oaxaca ganó muy poco, lo mismo sucedió en Sinaloa. En Puebla tiene un precandidato presidencial con posibilidades (si el 18 gana Madero). Pero en esas hipotéticas alianzas electorales, o en las legislativas, lo que ha perdido el PAN es personalidad, capacidad de operación y, de forma notable, tanto cuando estuvo en el gobierno como ahora en la oposición, capacidad de comunicar. Eso es lo que debe tratar de recuperar: discutir sobre quién es más cercano al PRI o sobre los años de militancia de los candidatos sale sobrando.
Jorge Fernández Menéndez