El principio del fin de las autodefensas
Columna JFM

El principio del fin de las autodefensas

Hoy se comienza a cerrar un ciclo muy importante en Michoacán. Hace quince meses aparecieron públicamente las primeras autodefensas en Michoacán y el modelo fue copiado por otros grupos en Guerrero.

Estas últimas tenían un perfil más político y tomaron su propio derrotero, pero las michoacanas en un inicio desconcertaron y parecieron, porque eso se dijo sobre todo desde el gobierno local que en los hechos encabezaba Jesús Reyna (Fausto Vallejo estaba ya muy enfermo y pediría licencia poco después) que eran grupos del narcotráfico que combatían a los Templarios para quedarse con sus zonas de control.

Lo cierto es que la realidad era mucho más compleja y como demostraron los hechos, la oposición de Reyna, y de otros presidentes municipales a las autodefensas devenían de su propia complicidad con los Templarios. Pasó un año y el gobierno federal decidió intervenir en Michoacán en toda la línea, a través del comisionado Alfredo Castillo que llegó al estado con atribuciones legales y políticas extraordinarias. Y Castillo se acercó a las autodefensas: obtuvo de ellas valiosa información, pero en esa misma labor pudo ir separando la paja del trigo, ir identificando sus liderazgos, los auténticos y los que tenían otro tipo de interés e incluso lazos con grupos criminales. 

No es verdad que las autodefensas hicieron el trabajo que prácticamente ha liquidado a los Templarios, o por lo menos a la mayoría de su cúpula, pero sí lo es el que tuvieron una contribución importante, clave, en información y sobre todo garantizando la seguridad en sus propias comunidades. Y acercando el esfuerzo oficial con el social.

Hoy debe concluir el proceso de registro y relativo desarme de las autodefensas. Decimos relativo porque los integrantes de esos grupos podrán conservar las armas que hayan registrado, salvo las consideradas armas pesadas, y tendrá que iniciar también el proceso de su desmovilización. Tendrá que ser eso: un proceso y será necesariamente paulatino. Pero es un paso que se tiene que dar porque de ser una solución las autodefensas se pueden comenzar a convertir en un problema. Sea verdad o no que se ha creado un nuevo grupo criminal con restos de  templarios, ex de Nacho Coronel y otras bandas desarticuladas junto con algunos personajes de las autodefensas, el hecho es que si no se acelera la desmovilización de las autodefensas ese será, muy probablemente, el recorrido que terminarán realizando esos grupos o por lo menos algunos de sus integrantes. 

La otra salida, la desmovilización y la integración de quienes lo deseen a cuerpos de guardias rurales afincados en sus propias comunidades es, por el contrario, una apuesta por institucionalizar una expresión ciudadana que en el fondo era, es,  legítima y explicable.

Lo importante de todo esto es que se da en una coyuntura donde los golpes que ha recibido el cártel de los Templarios, aunque aún falte detener a Servando Gómez La Tuta y a varios de sus operadores, se dio en su base operativa, en su capacidad de producir y comercializar drogas, en su esquema de extorsiones y expoliación de la gente y las comunidades, pero también en otros dos aspectos fundamentales: su base de operación económica y su red de protección política.

Tan importante como las caídas de los capos ha sido el haber podido desmantelar la red de comercialización de mineral de hierro que operaba desde Lázaro Cárdenas, así como lograr la detención de Jesús Reyna y de los alcaldes de Lázaro Cárdenas y de Apatzingán, además de la destitución de varios otros. Sin duda falta y mucho, pero sin esas medidas Castillo no se hubiera podido ganar la confianza de las propias autodefensas para proceder a su desmovilización. 

En política hay siempre indicadores diversos, contradictorios, pero muchas veces olvidamos que la política, como decía Octavio Paz, no es una ciencia, porque está impregnada de todo lo que es humano. Y en buena medida los logros que se han podido dar en Michoacán y que han permitido llegar a un día como hoy se resumen en lo que han dicho en público y en privado muchos de los líderes de las autodefensas y de otros factores de poder político y social en Michoacán respecto al gobierno federal y en particular sobre el comisionado Castillo: “le creemos”. Esas dos palabras cambian todo. Porque creyeron, actuaron y colaboraron. Puede parecer una simplificación, pero en política la distancia entre creerle y no a una autoridad es la distancia entre el cielo y el infierno. O entre el éxito y el fracaso.

 

Jorge Fernández Menéndez

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil