Fausto vendió su alma al diablo
Columna JFM

Fausto vendió su alma al diablo

20-06-2014 Lo que se necesita no se sabe, lo que se sabe no se puede usar. Fausto, de Goethe
Fausto era un hombre sabio e insatisfecho por la limitación de sus conocimientos e incapaz de ser feliz. Entonces, se le apareció Mefistófeles para ofrecerle los placeres de la vida y realiza con él un pacto en el que accede a venderle al Diablo su alma a cambio de juventud hasta que muera. Como el personaje de la obra que popularizó Goethe, Fausto Vallejo vendió su alma al Diablo, no para alcanzar conocimientos, juventud y placeres, sino el objetivo político que se había impuesto a lo largo de su vida: llegar a gobernador de su estado, Michoacán. 

 

La mejor imagen del fin de Fausto Vallejo la tuve hace unos meses. Estaba en Michoacán, cuando comenzaba el operativo federal en el estado. Ese día, tenía programas entrevistas con Rosario Robles, secretario de la Sedesol y con Alfredo Castillo, comisionado federal en el estado y nos encontramos en el cuartel de la zona militar en Apatzingán. Con Rosario y Alfredo iban quienes estaban diseñado el esquema de seguridad pero también de política social para el estado. 

Al cuartel, llegó el gobernador Vallejo con varios funcionarios locales y con el presidente municipal de Apatzingán, Uriel Chávez. Los saludaron muy cortésmente, el general jefe de la zona los invitó a pasar a un salón y ahí los dejó, con unos refrescos, mientras los funcionarios federales, militares y el comisionado se reunían, sin ellos, en otro salón. El gobernador estaba fuera de la jugada y de los planes. 

Fausto Vallejo tuvo que dejar el gobierno estatal, sin duda aquejado por graves problemas de salud pero también por la sospecha respecto a su hijo Rodrigo, a quien se ha visto reunido con Servando Gómez, la Tuta. Antes de su viaje a Estados Unidos y de anunciar su renuncia, Vallejo había dicho que su hijo había sido levantado y obligado a ir a una reunión con el narcotraficante. Puede ser, pero lo cierto es que nunca hasta entonces, cuando ya era muy tarde, el gobernador había realizado denuncia alguna al respecto.

El hecho es que Vallejo deja el gobierno estatal luego de una gran carrera política en el ámbito local donde, caso extraño en un estado tan convulsionado como Michoacán, había logrado establecer buenas relaciones políticas con casi todo el mundo, incluyendo algunos de sus más notables adversarios, como la familia Cárdenas. Pero su llegada a la gubernatura se dio en un mal momento, para él y para su estado. Y para alcanzarla realizó, concientmente o no, el pacto mafistotélico asociado a su nombre.

Los problemas comenzaron desde la campaña: para priistas y perredistas, evitar que Luisa María Calderón ganara el estado se convirtió en un objetivo que iba más allá de la simple política. Para desgracia de todos, ese mismo objetivo lo compartían con el cártel de los Templarios y el involucramiento de éstos en las campañas fue evidente, se puso de manifiesto hasta en la elecciones de candidatos y como se denunció en su momento, se llegó hasta a establecer compromisos con ese cártel durante la campaña a través de reuniones del propio coordinador de la misma, Jesús Reyna, con los líderes de los Templarios. Esa relación era ya añeja con altos funcionarios de la administración saliente de Leonel Godoy.

El compromiso y las condiciones en las que se dio la campaña, la cantidad de jugarretas y malos manejos que se tuvieron que hacer para evitar el triunfo de la hermana del presidente Calderón (un triunfo que algunos panistas tampoco querían) fueron tantos que marcaron de origen el gobierno de Vallejo y de paso a buena parte de la política y la administración pública en el estado. Hoy, cuando buena parte del staff principal de ese gobierno ha tenido que abandonar prematuramente el poder, cuando se suceden los presidentes municipales que han tenido que correr la misma suerte, cuando se siguen desentrañando las relaciones de los grupos de poder con los grupos delincuenciales, se puede tener la plena comprobación de las consecuencias directas, de los costos, de los compromisos adquiridos en aquella campaña electoral.

Creo que Fausto Vallejo es, más allá de todo esto, un buen hombre, pero un buen hombre arrollado por los compromisos, por la ambición de llegar a la posición por la que había luchado toda su vida para tener que abandonarla en la peor de las crisis. Ojalá que como el otro Fausto, al final de sus días el Diablo no pueda llevarse su alma porque de alguna forma ésta permaneció pura.

López al PRI-DF

El PRI en el DF necesita de una renovación total, desde la base hasta las futuras candidaturas, porque políticamente no existe desde 1997. Ayer se registró en busca de la presidencia local de ese partido Mauricio López, coordinador de asesores de Miguel Angel Osorio Chon, un hombre inteligente y operador capaz, que puede darle al priismo capitalino, de inicio, el discurso y la imagen que hoy no tiene.

 

Jorge Fernández Menéndez

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil