01-07-2014 Decía el entrenador inglés William Shankly que “mucha gente piensa que el fútbol es un juego a vida o muerte, pero es mucho más importante que eso”. Y pareciera que así es, sobre todo cuando el mundo de la política se involucra tanto en el juego, en sus resultados, en un nacionalismo que siempre trasciende el deporte, que no se entiende todo ello sin comprender la profundidad social que el propio fútbol tiene.
Apenas ayer hemos visto que un presidente, el muy respetado mandatario uruguayo, José Mújica, calificó, públicamente, a los dirigentes de la FIFA de “una manga (una bola) de viejos hijos de puta”, los llamó “fascistas” y aseguró que la sanción que le impusieron al jugador uruguayo Luis Suárez (nueve partidos internacionales y cuatro meses de suspensión) era “una monstruosa agresión, no sólo a un hombre, sino a todo un país”. Nunca se había expresado en términos públicos de esa forma tan encendida el presidente uruguayo, ni siquiera respecto a quienes lo torturaron y mantuvieron presos en condiciones terribles durante más de una década.
Es verdad que la sanción a Suárez pareció exagerada, pero el hecho es que el jugador es la tercera vez en pocos años que le da por morder a sus rivales. De ahí a que esa sanción sea una agresión a todo un país, como dice Mújica, hay una distancia enorme, aunque su descripción sobre los viejos dirigentes de la FIFA no es muy desacertada. En realidad, son un grupo de comerciantes que han hecho del fútbol un negocio increíble, la 42 economía mundial, comparada a nivel de países) a través del cual lucran impunemente y sin control alguno, en una forma que podría calificarse suavemente como mafiosa.
Mientras Mújica recordaba la maternidad de los dirigentes de la FIFA, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff debe haber estado al borde del infarto cuando Brasil estuvo a punto (hubiera sido un acto de justicia) de ser eliminado por Chile. Este mundial puede concluir con la Copa para esa escuadra que tiene tanta tradición y afición como un juego horrible en la actualidad, pero para el gobierno brasileño, con elecciones en octubre, con una población molesta más que por el gasto del mundial por la corrupción que existió en el ejercicio del mismo, quedar eliminados en octavos de final hubiera sido una pesadilla.
A diferencia de Mújica, la mandataria de Brasil ha tratado de pasar lo más desapercibida posible en este mundial, tanto que por primera vez en la historia reciente de la competencia no hubo una declaración oficial de la inauguración para que Dilma no tuviera que hacer uso de la palabra y pudiera ser abucheada por el público. Y si para Dilma el mundial es de vida o muerte, no está mejor para la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, cuya afición clama también una copa que se les ha negado durante un cuarto de siglo. Y en Venezuela, donde no hay dinero ni para comprar medicinas, el gobierno de Nicolás Maduro le paga millones de dólares, dice que cinco, se publica que mucho más, a Maradona para que conduzca un programa sobre el mundial, donde Venezuela no participa, en la televisión pública.
Y mientras tanto, en Los Pinos estuvieron muchos días pensando qué hacer el domingo pasado, decidiendo si el presidente Peña Nieto iba al juego contra Holanda o no (decidieron mejor que se quedara en casa, aunque su esposa, Angélica Rivera sí fue al juego contra Croacia), estuvo muy medido el presidente, y al término del mismo envió un tuit saludando a la selección. Su antecesor, Felipe Calderón, que ya había ido a Sudáfrica hace cuatro años, para el juego inaugural, acompañó este año unos días a la selección (viajó con su hijo en el barco donde se arrojó un joven mexicano al mar, aunque lo abandonó antes de que sucedieran esos hechos) y ayer también cargó, indirectamente, contra el arbitraje del México-Holanda y pidió que por “el bien del fútbol y de miles de millones de aficionados en todo el mundo”, la FIFA debe incorporar tecnología en las decisiones del juego.
Y es que la gran mayoría de los mexicanos culpan al árbitro, bastante malo por cierto, de la eliminación contra Holanda, pero la verdad es que el equipo se echó atrás en forma incomprensible luego del gol de Giovani, y de la misma forma en que el penal en tiempo de descuento fue un invento de Robben, en el primer tiempo, en la jugada en que se fractura la tibia Héctor Moreno, éste y Rafa Márquez le cometieron un indudable penal al mismo Robben que no fue sancionado. Pero tiene razón: no utilizar en algunas jugadas tecnología para auxiliar a los árbitros es absurdo, tanto que alimenta las sospechas de corrupción.
Pero las historias son interminables ¿qué hace la prestigiada y eficiente aerolínea KLM burlándose de los mexicanos porque fueron eliminados?, mensaje que fue bien contestado por Aeroméxico, y sobredimensionado por un Gael García Bernal con un tuit cargado de mentadas de madre y promesas de no viajar más en KLM.
Ningún deporte despierta más pasiones en el mundo que el fútbol. Tres mil millones de personas están viendo este mundial por televisión: ¿quién podría alejar al poder de semejante auditorio?. Bueno, ni el papa Francisco, al que todo mandatario o invitado importante le regala una camiseta de futbol conociendo su afición por este deporte y su infinita pasión por su San Lorenzo de Almagro. Dicen los de Messi que van a contar con su respaldo espiritual.
Jorge Fernández Menéndez