12-08-2014 Vamos con un recuento de algunas notas pocos destacas del fin de semana: en Guerrero, donde en la semana pasada FEMSA decidió dejar de distribuir refrescos en la Tierra Caliente ante las amenazas cumplidas de los delincuentes, fue asesinado un líder juvenil del PRI estatal; en Hidalgo asaltan el restaurante donde comen el presidente del Pachuca, Jesús Martínez, con algunos colaboradores; no lejos de allí, balas perdidas hieren a civiles; en Saltillo se da un enfrentamiento con varios muertos; aparecen nuevas fosas comunes; en el DF se descubre una casa con once indocumentados secuestrados en ella y a un secuestrado en Aguascalientes lo dejan por muerto sus captores. La lista podría seguir hasta el hartazgo. Ninguna de estas notas son de primera plana: para muchos son parte ya de la cotidianidad. Pero en esa inseguridad cotidiana reside el mayor desafío que tienen las autoridades.
El ciclo de reformas que concluyó ayer con la promulgación de las leyes secundarias en materia energética ha sido formidable. En 20 meses se han podido cambiar leyes y romper con esquemas que han sido un dique para el desarrollo del país. También ha habido avances en la seguridad. Varias regiones han mostrado una mejoría notoria: antes en Juaréz y Tijuana, ahora la Laguna y Monterrey, el puerto de Veracruz y Michoacán. Ello no implica que en todos esos lugares no exista delincuencia o que la seguridad esté plenamente garantizada, pero hay avances y se han recuperado espacios y márgenes de tranquilidad. Pero en otros lugares no es así: Guerrero, Morelos, el estado de México tienen problemas evidentes de seguridad y el mayor no es el narcotráfico en sí mismo, sino, cada vez más, los grupos criminales que atacan a la sociedad con robos, secuestros, extorsiones.
El número de secuestros, como el de asesinatos, ha disminuido, sobre todo desde la creación de la comisión que encabeza Renato Sales Heredia, pero el número sigue siendo demasiado alto y se concentra en determinadas zonas del país. La diferencia es que si antes los secuestros eran dirigidos y buscaban rescates mayores, hoy parecen ser indiscriminados y por eso mismo más violentos hacia las víctimas.
La seguridad es básica para que los enormes esfuerzos económicos plasmados en las reformas tengan éxito. Los ejemplos son obvios: los estados que tendrán mayores beneficios económicos con la reforma energética serán, entre otros Tamaulipas, Veracruz, Tabasco. En Tamaulipas, por ejemplo, habrá un crecimiento notable de la explotación de gas, habrá gasoductos que cruzarán desde la frontera con Texas hasta Sinaloa, donde habrá grandes plantas de fertilizantes. Habrá puertos en el Golfo y en el Pacífico que serán ampliados. Habrá enormes inversiones en todo sector, movimiento de personal, de familias, empresas y personas que lo que demandarán, además de la seguridad jurídica que le otorgan las nuevas leyes, será la seguridad a secas que le tienen que garantizar las autoridades. Y allí el tema no pasará por las interpretaciones sino por los hechos y las percepciones de empresas y sociedad.
Se ha avanzado pero en ese terreno hay mucho por hacer y el tiempo es relativamente corto. Sería algo más que desafortunado que por no garantizar la seguridad se cierre (o se estreche) la gran ventana de oportunidad que se ha abierto.
Parece ser evidente que el gobierno federal es conciente de ello, pero quizás sea el momento de redoblar esfuerzos y de hacer más transparente el discurso en ese sentido. El 22 de agosto se presentará la nueva gendarmería que luego de muchos cambios e interpretaciones sobre cuáles serían sus atribuciones e incluso su adscripción, ha quedado configurado como un cuerpo de la Policía Federal que estará destinado en forma muy específica a apoyar la seguridad en la comunidades, en un cuerpo cercano, dicen, a las exigencias de la gente. Si es así, será un muy buen paso, una iniciativa que puede otorgar réditos muy específicos a relativamente corto plazo.
Luego de la etapa de cambios legislativos viene para la administración Peña la que posiblemente es el capítulo más difícil pero también políticamente más gratificante: el de lograr que los cambios se perciban, sobre todo en el bolsillo y la tranquilidad cotidiana de la gente. En esos dos aspectos se tendrá que concentrar el presidente Peña con su equipo. Y que nadie se engañe, ambos, economía y seguridad cotidianas, van de la mano.
Jorge Fernández Menéndez