25-08-2014 Hoy entrará en operaciones la nueva Gendarmería Nacional que abanderó el viernes el presidente Peña. Como se recordó en muchas oportunidades en los últimos días, se cumple así una promesa de campaña del propio presidente pero, más importante que eso, se siguen fortaleciendo las instituciones de seguridad en el país en un contexto donde esa creación de instituciones es central para avanzar en la lucha contra el crimen y la inseguridad.
El país ha visto como durante años los cuerpos de seguridad se fueron desmoronando y la inseguridad y los grupos criminales crecían y se fortalecían.
Con un costo social enorme en los últimos ocho, diez años, políticas aparte, esa estructura poco a poco se ha ido reconstruyendo, desde el ámbito federal hacia el local y los números que presentó el presidente Peña en la última reunión del Consejo Nacional de Seguridad, demuestran la persistencia del problema pero también de los avances obtenidos en lo que va del sexenio: una disminución del 27 por ciento de los homicidios; un 6 por ciento de plagios; un 19 por ciento de las extorsiones, ello con base en los números proporcionados por el INEGI. Es verdad que no todas las cifras y organizaciones coinciden con esos números, pero sí existe una plena coincidencia con que esa es la tendencia global. Un dato puede ejemplificar la situación: por primera vez en mucho tiempo, en Ciudad Juárez se cumplió todo un año sin que se cometiera un solo secuestro.
Con la creación de la Gendarmería se recorrió un largo camino y se generó un amplio debate interno en el propio gobierno y sus cuerpos de seguridad. Entre la gendarmería de la que se hablaba hace dos años, a la que se echó a andar el viernes existen enormes diferencias: algunos pensaron que la gendarmería sería un cuerpo de élite, otros que sería un cuerpo militar, destinado a cuidar fronteras o zonas conflictivas; hubo quienes la identificaron con una suerte de Guardia Nacional, también que sería una especie de guardia rural y quienes dijeron que reemplazaría a la Policía Federal. Creo que el esquema y la adscripción que se ha encontrado es mucho mejor que cualquiera de esas alternativas: una división dentro de la Policía Federal, que le permite a éste incrementar sus efectivos en más de 18 por ciento, que será completamente civil, con fuerte entrenamiento pero enfocada a la relación con la sociedad a través de la protección de ciclos productivos que pudieran verse amenazados por la delincuencia organizada.
Es difícil para muchos entender eso de la defensa de los ciclos productivos. En estos días se ha puesto el ejemplo del limón y Michoacán para explicar sobre qué problemáticas operará la Gendarmería, pero no siempre los casos serán tan sencillos: la amenaza del crimen sobre muy distintos terrenos económicos puede adquirir también distintas formas y ya veremos con los operativos que se anunciarán hoy, cómo funciona la Gendarmería y será importante ver corroborado ello con resultados relativamente mediatos, para que la gente y la institución se asuman recíprocamente con mayor confianza.
No hay más camino para avanzar en la seguridad que consolidar las instituciones. Desde hace tiempo en el terreno federal se están haciendo bien las cosas en ese ámbito y la Gendarmería consolida ese camino. Ahora hay que avanzar en las policías locales, donde poco a poco, quizás muy lentamente, se están produciendo cambios. El próximo paso debería ser ahora legislar para que los mandos únicos en los 32 estados de la república no sean, simplemente, una decisión política de cada gobierno local, sino un ordenamiento que todos deben respetar.
César González, la despedida de un amigo
César González falleció el sábado en Monterrey, apenas un mes después de su hijo, también César, y ambos de la misma manera, un ataque cardíaco. César fue un hombre clave en mi existencia. Fue, durante mucho tiempo, una suerte de segundo padre ante la lejanía geográfica del mío: amigo, consejero, familia. De él aprendí y disfruté. No sería quien soy sin muchas de sus enseñanzas. César fue inseparable de toda una larga etapa de vida y fue quien, entre otras cosas, me hizo amar Monterrey, su cultura de trabajo, su forma de decir las cosas. Las vicisitudes de la vida, los cambios, no me permitieron estar cerca de él en estos últimos años. Cerca o lejos pocas veces he conocido alguien tan entrañable, vital, profundo y sencillo, que supiera disfrutar tan bien de las cosas, del trabajo, de sus amigos.
César falleció a los 86 años el sábado en Monterrey en medio de lo que más disfrutaba: el golf. Lo hizo dejando atrás una familia (un abrazo para todos, sobre todo para sus hijos, Oralia, Alvaro, Javier, Mariela y Maricela), unos amigos, una profesión (químico), un cúmulo de enseñanzas, un recuerdo, para muchos, seguramente para los suyos y para mi, imposible de olvidar. Descansa en paz César, te lo mereces. Jamás te olvidaremos.
Jorge Fernández Menéndez