16-05-2017 Cuando en el 2012 publicamos La élite y la raza, la privatización de la educación en México (Taurus) con Bibiana Belsasso, el objetivo del libro era advertir que la reforma educativa en ciernes tenía que realizarse con el sindicato de maestros, con el SNTE, y que el mayor enemigo que tenía esa reforma era, por una parte, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, y por la otra, grupos que en su afán por castigar al sindicato por los abusos reales o supuestos que hubiera cometido, terminaban, al igual que la Coordinadora impulsando una educación crecientemente privatizada.
El argumento no fue entendido así y la administración Peña decidió lanzar la reforma educativa sin Elba Esther Gordillo, a pesar del fuerte apoyo que le había dado la dirigente magisterial a la campaña de Peña, encarcelar a la maestra y buscar un acuerdo con la Coordinadora. Gordillo no estaba en contra de la reforma, quería incorporar matices y cuando no fue escuchada cometió errores muy costosos. Los operadores de su caída fueron el subsecretario de gobierno, ahora en la Sedesol, Luis Miranda y el principal ideólogo de aquella operación era José Murat, viejo enemigo de Gordillo, quien le había creado el conflicto de la APPO a su sucesor Ulises Ruiz y que presumía de controlar desde sus tiempos de gobernador a la Coordinadora.
El costo de aquella decisión se sigue arrastrando hasta el día de hoy. La Coordinadora creció y se radicalizó como nunca antes, generando un conflicto desestabilizador tras otro a la administración Peña; el gobierno federal tardó muchísimo tiempo en comprender que para sacar su reforma sus aliados estaban en el SNTE; Gordillo sigue detenida aún sin poder configurarle una condena después de cinco años de proceso, y la base magisterial, con Juan Díaz de la Torre al frente, tiene que hacer un esfuerzo para ser parte de la reforma y no escuchar los cantos de sirena de la Coordinadora y sus socios.
Ahora, luego del acto del sábado en el que participó Fernando González junto a Delfina Gómez, resulta evidente que las fuerzas que le queden a Gordillo participarán junto con la candidata de Morena en el Estado de México y con López Obrador en el 2018.
No es nuevo, no tendría que ser sorpresivo. Elba Esther siempre tuvo una buena relación con Manuel Camacho, desde que se hizo con el control del SNTE, pero sobre todo su amistad se dio con Marcelo Ebrard, quien ya está a punto de concluir su exilio en Francia y Estados Unidos, para evitar acusaciones sobre la Línea 12, y sigue siendo operador cercano de López Obrador. Por esas vías se han dado los acercamientos entre López Obrador y Gordillo. Es una alianza natural, además, porque como están las cosas se convertirá en una alianza restauradora, en términos políticos y educativos. Le generará costos a López Obrador pero también muchos beneficios operativos. Y el líder de Morena ya ha demostrado que ningún apoyo para su causa es rechazado si le genera algún beneficio.
Decíamos ayer que nadie sabe cuál es la fuerza real que tiene hoy Gordillo. La suya creo que es más una fuerza nominal que real, pero el SNTE, aquel que Miranda y Murat dejaron de lado para operar los acuerdos de la reforma educativa (algo que ha intentado recuperar Aurelio Nuño reconstruyendo la relación con el sindicato) tiene un millón 600 mil afiliados, tiene cerca suyo al partido Nueva Alianza, tiene capacidad de operación en toda la república como muy pocas otras fuerzas e instituciones pueden hacerlo. La batalla por los maestros es una de las más importantes que se deben librar en el ámbito político y quien la gane tendrá de su lado apoyos fundamentales.
Por lo pronto habrá que ver en el Estado de México qué resulta de estos movimientos y hasta dónde benefician a Delfina y a Morena. Pero la apuesta está hecha, los actores ya han jugado sus cartas.
Mireles, libre
José Manuel Mireles fue uno de los organizadores de las autodefensas en Michoacán, fue su vocero y su personaje más mediático, pero también uno de los personajes de aquellos grupos que estuvieron ligados a organizaciones criminales, además de querer darles a las autodefensas un juego político en beneficio propio.
Las acusaciones contra Mireles eran muchas pero nunca terminó de quedar en claro en qué era diferente su actuación respecto a la de otros que operaron de la misma manera y con las mismas relaciones y no terminaron en la cárcel. Quizás la diferencia estuvo en la ambición política de Mireles.
Terminó preso casi tres años y en un principio su causa fue utilizada por grupos radicales y ligados también con el crimen que lo único que lograron fue dificultar su liberación. Ahora ha quedado libre y, como se había dicho desde tiempo atrás, en Movimiento Ciudadano podría encontrar espacios políticos para desarrollar una candidatura local.
Queda la duda, sin embargo, de hasta donde el propio Mireles, como ha ocurrido con Elba Esther, querrá jugar sus cartas y apostar duro por su regreso. Mireles hizo muchos amigos pero también una cantidad enorme de enemigos muy poderosos.