27-07-2017 Nada hay más preocupante en el país que la inseguridad pública. La inseguridad sigue siendo un hoyo negro que todo lo absorbe y devora y contra la que en más de una década no se ha podido avanzar, al contrario, por cada paso que se da hacia adelante parece que se retroceden dos.
Es verdad que se trata de un problema estructural, donde autoridades de todo tipo, partidos y legisladores no han tomado medidas de fondo, y que rebasa a cualquier funcionario, del presente o del pasado, y también es verdad que recuperar la seguridad no se logrará simplemente con voluntad política. Pero precisamente por eso desconcierta que no haya propuestas serias de casi ninguno de los precandidatos presidenciales para el 2018 respecto a la seguridad.
Pero es más notable todavía que Andrés Manuel López Obrador, que se presenta por tercera ocasión para esa responsabilidad, no sólo no haya presentado ni antes ni ahora propuestas sobre el tema (más allá de que su llegada al poder, mágicamente, acabará con la violencia y la corrupción) sino que ahora haya hecho una apuesta en contra de los cuerpos de seguridad y en defensa de los criminales. Cuando en febrero pasado, en un operativo de la Marina en Tepic fue abatido el H2 uno de los más importantes narcotraficantes del país junto con un grupo de sicarios, López Obrador escribió en redes sociales que “la mayoría de los masacrados antier en Tepic por la Marina eran jóvenes, algunos menores de edad. La política neoliberal o neoporfirista ha cancelado el futuro de los jóvenes y los ha empujado a tomar el camino de las conductas antisociales; sólo se les ofrece fuego y violencia. Cuando triunfe Morena será distinto: los jóvenes tendrán garantizados su derecho al estudio y al trabajo y así, con justicia, habrá paz y tranquilidad social”.
Es una suma de mentiras: no hubo una “masacre” en Nayarit, la mayoría de quienes murieron en ese enfrentamiento no eran jóvenes y ni uno de esos sicarios era menor de edad; Morena no puede garantizar paz y tranquilidad sólo prometiendo estudio y trabajo. En todo caso mientras “el trabajo y el estudio” dan sus frutos (algo que tomará por lo menos algunos años) ¿qué hará López Obrador con las policías federal y estatal, con los ministerios públicos, con las fuerzas armadas (a las que ya dijo que regresará a los cuarteles)? ¿cómo las reemplazará en las tareas de seguridad interior? ¿Por qué las acusa de “masacrar” al pueblo y nunca ha salido en su defensa? Andrés Manuel no ha respondido una sola de estas preguntas, ni en las anteriores campañas electorales ni en ésta.
Eso sí, su periodo como jefe de gobierno fue un desastre en seguridad pública: fue cuando se dieron los peores índices de asaltos, robos y sobre todo de secuestros, cuando comenzaron los linchamientos como el de 2004 en Tláhuac (que justificó como “de usos y costumbres” de las comunidades) y lo que llevó a aquella marcha de blanco por la seguridad que el jefe de gobierno calificó como “una marcha de pirruris”.
Ahora, con los hechos de Tláhuac el delegado Rigoberto Salgado, el mismo que era jefe de seguridad de la delegación en 2004, el que llegó con policías locales al lugar cuando estaban golpeando y luego linchando y quemando a tres policías federales y se retiró sin intervenir, hace una semana que no aparece públicamente y no ha dicho ni una palabra sobre lo que sucede en su demarcación, menos aún ante las acusaciones que pesan sobre él de proteger al cártel que encabezaba El Ojos; López Obrador tampoco ha dicho nada sobre lo sucedido en una delegación controlada por los Salgado, de los principales operadores de Morena en la capital del país (tanto que fueron los encargados de la campaña de Delfina Gómez en Iztapalapa y otros municipios mexiquenses); el presidente de Morena, Martí Batres hace un mitin en Tláhuac no para condenar a los criminales sino para defender al delegado; la delegada en Tlalpan y principal aspirante a jefa de gobierno en la CDMX, Claudia Sheinbaum, tampoco condena la inseguridad imperante en Tláhuac, pero hace una reclamación formal porque la Marina intervino en el operativo para abatir al Ojos, y no le avisó al delegado…sospechoso de ser cómplice de los criminales. El colmo, Alejandro Encinas, el mismo que como jefe de gobierno permitió y respaldó la toma de Reforma y el centro histórico en el 2006, llegó al extremo de asegurar que “la última participación de las fuerzas armadas en las calles de la Ciudad de México fue en 1968. Es muy grave que la Marina pueda tomar calles y militarizar zonas”. ¿Tláhuac es Tlatelolco?.
Ayer hablábamos de que una de las grandes tragedias que padecemos es que existe una base social del crimen organizado que no sólo es tolerada sino que es incluso cotejada por los partidos políticos. En el caso de Morena no sólo parece haber un cotejo hacia esa base social, sino que han abandonado el terreno a quienes la manejan, a los propios criminales. Para los dirigentes de Morena, el enemigo son las fuerzas de seguridad. Y el crimen organizado se equipara con las movilizaciones del 68.