04-09-2017 Para Dany que, con valentía, derrotó a su quiste
Tres mensajes políticos dejó el informe de gobierno de Enrique Peña Nieto: primero, puso oficialmente sobre la mesa algo en lo que ha insistido desde hace semanas: a los suyos les dijo que se ampliarán las vías reformistas iniciadas este sexenio, expresando, implícitamente, la confianza, casi desaparecida hace un año pero renacida después del triunfo en el estado de México, de que conservarán el poder. A los electores les dijo que deberán elegir entre ese futuro de cambios o un retroceso al pasado, refiriéndose a López Obrador. Pero también hubo mensajes para rupturas recientes, o por lo menos así se entendió: a los anayistas, sin nombrarlos, les dijo que no debían confundir a los adversarios con enemigos.
Todo lo demás es parte de lo que siempre ha sido un informe de gobierno, un recorrido por lo realizado, el reconocimiento de algunas carencias u objetivos sin alcanzar y el refrendo de la fe en el futuro: “el siglo XXI será el siglo de México”. Pero quizás lo que diferenció este informe, es que el presidente Peña, en los prolegómenos del proceso electoral, se siente confiado, se siente en la batalla. Y hace bien, porque además de que en términos electorales su partido está haciendo bien las cosas, sus adversarios y enemigos se están equivocando y ampliando las posibilidades de esa alianza que intentan construir (porque todo indica que ese es el camino) un PRI podría tener, al final, más aliados de los que parece.
Por lo pronto, la crisis anunciada en el PAN estalló el fin de semana. No es verdad que el motivo sea la designación del nuevo fiscal general de la república (que tampoco es el fiscal anticorrupción, que es otra figura institucional y que no ha sido designado porque la del fiscal general se ha atorado), el motivo es Ricardo Anaya y su insistencia en convertirse en candidato presidencial por encima de su partido. Como ya hemos dicho, la transformación del procurador general en fiscal no es una ocurrencia de última hora: consta en un transitorio incorporado en la constitución con el voto del PRI pero también del resto de los partidos, incluyendo el PAN (las reformas llevan la firma nada menos que del entonces diputado y presidente de la mesa directiva Ricardo Anaya) y de diputados y senadores del PRD, varios de los cuales están hoy de Morena. Lo del fiscal carnal surgió después, cuando, pasadas las elecciones del 2016, Anaya sintió no sólo que su partido tenía Los Pinos al alcance de las manos, sino que él sería el candidato. Desde entonces, la división interna no ha hecho más que agudizarse porque al mismo tiempo que Anaya impide procesos internos y busca saltar desde la presidencia del partido a la candidatura presidencial, está negociando un frente con el PRD que le otorgue esa posibilidad, sin que todo el partido esté convencido de que esa sea la vía adecuada.
La ruptura en el senado refleja eso, y la violencia y grosería con que han reaccionado los incondicionales de Anaya, desde Marko Cortés hasta Jorge Luis Preciado demuestra que, simplemente, no están dispuestos a negociar nada con sus adversarios internos en la lucha por convertir a Anaya en candidato. Habrá que ver cuántos panistas los siguen en esa aventura.
Mientras tanto, en un cambio de camisetas más anunciado que el pase de Neymar del Barcelona al PSG, los Bejarano, René y su esposa Dolores Padierna, me imagino que con sus hermanos y familiares dedicados al ambulantaje y la ocupación de predios y terrenos, han decidido oficializar su ingreso a Morena. Otra pieza de inmaculada honestidad valiente que en realidad debe ser entendida como una suerte de justicia poética con Bejarano: es el regreso del hijo pródigo, con todo y ligas. López Obrador lo vuelve a acoger en su seno
Pero mientras unos llegan otros se van. Es vergonzosa la forma en que ha sido tratado Ricardo Monreal después de la encuesta que fue dedazo, para designar a la candidata a jefa de gobierno en la ciudad, Claudia Sheinbaum. No ha habido ni un gesto de conciliación, mientras López Obrador guarda silencio y deja que operen sus hijos. Así pagan 20 años de apoyo, el haber sido el principal organizador de Morena en la mayoría de los estados del país y, antes haber sido el coordinador de la campaña del propio López Obrador. Que al mismo tiempo en que le muestran la puerta de salida a Monreal reciban con todos los honores a los Bejarano, es más que un mensaje político.
En el PRD deberían estar felices de sacarse de encima a los Bejarano, personajes que siempre les jugaron contras y que, simplemente, estaban esperando el momento oportuno para irse con López Obrador. Incluso las divisiones en Morena confirman lo que muchos perredistas han dicho sobre Andrés Manuel. Pero los dirigentes del sol azteca están en un planeta lejano, siguen dudando y no atinan a tener una respuesta contundente sobre qué quieren para su propio futuro, si el frente con el PAN, armar su propio frente progresista o simplemente, como decían los Bejarano y otros, sumirse en Morena. Mientras tanto, esa indefinición desgasta a su mejor carta, el jefe de gobierno Miguel Mancera.