30-11-2017 Mientras José Antonio Meade continúa el recorrido que lo llevará el domingo a convertirse oficialmente en precandidato del PRI, el ex secretario de Hacienda tiene ante sí uno de los retos más importantes de esta primera etapa: terminar de amalgamar a los sectores y dirigentes priistas en torno suyo, al tiempo que conforma su equipo de campaña y logra la adhesión de personajes y sectores que no son ni pretenden ser priistas.
Lo primero será la coordinación de campaña. Salvo que ocurra algo muy extraño en los próximos días, Aurelio Nuño dejará la Secretaría de Educación Pública y será el coordinador de la campaña de Meade. Aurelio es uno de los hombres más cercanos al presidente Peña y uno de los aspirantes que compitió casi hasta el fin por la candidatura. Meade y Nuño son dos políticos cercanos, con un perfil compatible y una misma forma de entender la política. Y que le garantizan lealtad al presidente Peña.
También se ha hablado de cambios en el PRI, pero el propio Meade dijo que se sentía cómodo con Enrique Ochoa y la verdad es que sería extraño que el ex director de CFE no concluyera, por lo menos, el complejo proceso de designación de candidatos en los estados y la precampaña. Hay quienes dicen que si Meade es el candidato y Nuño el coordinador, en el PRI tendrían que tener un político con un ADN más tradicional. Quién sabe, lo que sí es una realidad es que el candidato tricolor tiene que establecer relaciones y acuerdos con los factores de poder del tricolor, aunque eso no implique necesariamente otorgarles cargos en las posiciones más cercanas al propio Meade. El propio Meade recordaba en estos días que lleva 20 años en distintas tareas de gabinete, conociendo y estableciendo políticas y acuerdos con congresistas, gobernadores y funcionarios de todo nivel, del PRI y de otros partidos. En todo caso, sobre esa base tendrán que construirse nuevos acuerdos de cara al proceso electoral.
Quedará por ver qué movimientos se realizan en el gabinete del presidente Peña. José Antonio González Anaya ya está en lugar de Meade en la Secretaría de Hacienda, pero hay otros cercanísimos colaboradores de Meade que muy probablemente pudieran jugar un papel en su equipo más cercano, desde Mikel Arriola y Vanesa Rubio hasta Virgilio Andrade y Eduardo del Río. Hay muchos más, porque en un tema que no ha sido suficientemente analizado, un alto número de subsecretarios y de funcionarios en las principales áreas operativas del gobierno federal son cercanos a Meade.
Ya el presidente Peña ocupó la gubernatura del Banco de México con otro funcionario que estaba en la Junta de Gobierno y que ofrece total certidumbre, Alejandro Díaz de León. Habrá que ver quién ocupará la SEP si se va Nuño, si alguno de los subsecretarios (allí está en forma destacada Javier Treviño) y qué sucederá con los otros aspirantes a la candidatura que quedaron en el camino.
Algunas semanas atrás, uno de los personajes centrales de este proceso me decía que uno de los cuatro (que al final fueron seis con la incorporación de Enrique de la Madrid y Eruviel Avila) sería coordinador de campaña y que otro iría a la candidatura de la Ciudad de México. La posición de coordinador todo indica que la ocupara Aurelio, pero no queda claro qué harán los otros y hasta qué punto el presidente Peña quiere mantener o modificar su equipo para el tramo final de su gobierno, incluyendo el grado de cooperación que habrá en ese tema entre el candidato y el presidente. Todos son hombres influyentes y con peso, y tienen que ser contemplados.
Finalmente, llama la atención cuando se dice que Meade es el candidato de Videgaray e incluso se sugiere que el canciller tendría que dejar cualquier protagonismo para “proteger” al candidato. Meade se ha ganado esa candidatura por mérito propio: pensar que es una creación de otro funcionario es, por lo menos, ingenuo. Videgaray, un hombre que tiene poder e influencia, tiene una relación política de muy larga data con Meade. Ambos se apoyaron mutuamente durante años. No son lo mismo ni por personalidad ni siquiera por carrera, pero sí son parte de un equipo, una corriente, mucho más amplia. El canciller tiene fuertes respaldos y también detractores. Tampoco su carácter es muchas veces el más fácil. Pero es una pieza clave para el presidente Peña y de la relación de Meade con Los Pinos. Y el trabajo que se está haciendo en la cancillería, sobre todo en la relación con el impredecible gobierno de Donald Trump, ha sido encomiable y sobre todo efectivo.
Y por si no hubiera mucho más por resolver en estos días, para inicios de enero, regresando de las fiestas navideñas, se tendrá que designar a los candidatos priistas en los estados, hombres y mujeres que serán examinados con lupa para ver si sus perfiles confirman o no las intenciones y propuestas de Meade.