12-11-2018 Lo ocurrido el viernes pasado fue, muy probablemente, más grave aún para la confianza de los mercados en la próxima administración que la ya de por sí grave cancelación del aeropuerto de Texcoco.
En la mañana, Morena anunció en la Cámara de Senadores la presentación de una iniciativa para cancelar el cobro de prácticamente todas las comisiones bancarias. Con la presentación formal de la iniciativa en el Senado, la Bolsa Mexicana de Valores se desplomó, arrastrada por las acciones de los bancos que perdieron valor por unos 90 mil millones de pesos en unas horas. Nadie en el equipo del futuro gobierno decía una palabra, mucho menos habían advertido al sector financiero de la adopción de tal medida.
Quitar repentinamente el cobro de todas las comisiones al sector financiero provocaría un caos en el sector pero, por sobre todas las cosas, generaría el colapso del sistema bancario y financiero. Los bancos viven, básicamente, de las diferencias que obtienen entre los intereses que cobran y los que pagan, sumados a las comisiones que perciben por sus servicios. De ahí devienen sus utilidades, acabar con las comisiones significaría en los hechos acabar con el negocio bancario.
Es verdad que en México en muchas ocasiones esas comisiones son muy altas, sobre todo en algunas instituciones bancarias. Eso se debe, sin duda, a cierta voracidad de algunos bancos en un marco con normas laxas en ese sentido, pero también a que el negocio bancario en el país es aún reducido y eso no permite una expansión tal de la operación que garantice la rentabilidad de la misma. Pero la vía no es prohibir las comisiones sino en todo caso regularlas o ponerles un marco más estricto.
Lo cierto es que pasaron algunas horas de pánico hasta que habló López Obrador y dijo que no habría cambios en el sistema financiero, al tiempo que Monreal defendía la iniciativa en el Senado, pero la retiraba para establecer, dijo,mecanismos de diálogo. “No somos animales”, afirmó el líder de la bancada de Morena que al día siguiente sin embargo insistió en que sí “hay prisa para dictaminar la iniciativa ya que no debe haber tanto abuso”. En la Cámara de Diputados Mario Delgado aseguraba que no se debían modificar las comisiones, y la líder del partido YeidckolPolevnsky, decía que el presidente “nunca había visto esa iniciativa y que era inaceptable que temas importantes no se consulten“. López Obrador tuvo que volver sobre el tema y asegurar que por lo menos en los tres primeros años no habría modificaciones fiscales o al sistema financiero. Pero también que el Congreso tenía autonomía, lo que desde el Senado reiteró Monreal.
La crisis se superó, pero el daño, el que ocasiona la desconfianza, estaba hecho. Si Texcoco había abierto una brecha dentro y fuera del gobierno, la iniciativa de las comisiones bancarias la ha ahondado mucho más y eso es lo que ocasiona mayor desconfianza.
Hace ya algunas semanas dijimos aquí, que, en los hechos la mayor oposición al gobierno de López Obrador estaría, de una u otra forma, dentro del movimiento lopezobradorista. No se trata sólo de moderados y radicalessino también, la que determinan innumerables gradosideológicos intermedios, pasando por fuertes pugnas personales entre los principales dirigentes y algunos funcionarios. Todavía no asumen el gobierno y ya hay rupturas, renuncias, desmentidos, se sancionan leyes que se deben volver a llevar al Congreso porque por la prisa se votaron con errores manifiestos, vemos movimientos tan extraños como aquel de las primeras sesiones del senado en el que se niega y a las horas se aprueba la licencia de Manuel Velasco; sale la portada de Proceso y en una reacción bastante histérica, varios actores la utilizan para ajustar cuentas internas. Y el propio presidente electo de acuerdo al auditorio puede cambiar más de una vez de opinión sobre ciertos temas, como ocurrió con el aeropuerto.
A estas alturas no se sabe si se trata simplemente de la confusión que genera la larga transición y la inexperiencia enlabores de gobierno o en una estrategia consciente de confusión. En un extraordinario documental de la BBC, Hypernormalisation, de Adam Curtis, éste habla sobre la manipulación de la política y la información modernas a través de una estrategia de “manejo de la percepción”, cuyo máximo exponente, dice, es Vladislav Surkov, un ex director de teatro que tomó ideas del avant guard y las llevó al corazón de la estrategia política del presidente ruso Vladimir Putin. Surkov es el responsable de una serie de estrategias que trascienden incluso la simple manipulación, “instaurando un teatro de ilusiones sobre la faz de la política rusa”. Surkov ha creado partidos políticos enteros que se oponen a Putin, grupos antifacistas y a la vez también grupos neonazis como actores de un juego político cuyo motivo es “la confusión total, hacer que nadie sepa qué es real… una estrategia de poder que mantiene a toda oposición completamente confundida, una interminable metamorfosis que es invencible porque es indefinible”. La teoría de la conspiración y la confusión como una forma de ejercer el poder.