Autonomía e independencia en la Corte
Columna

Autonomía e independencia en la Corte

08-10-2019 Luego de la renuncia de Eduardo Medina Mora, uno de las reflexiones más extendidas ha sido la de cómo se alteraría el equilibrio interno en la Suprema Corte de Justicia de la Nación con la propuesta de una nueva ministra (casi todos coinciden en que será una mujer) para reemplazar al ex procurador y embajador.

En el fin de semana, el ministro presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, lanzó varios tuits en los que cuestionaba esa visión. Reiteró algo que ya nos había dicho en la primera entrevista formal que concedió en ese cargo: la SCJN  no es ni puede ser partido de oposición”. El 18 de febrero pasado, en esa entrevista para Todo Personal, aseguró que “se ha pretendido, que la Corte y el Presidente de la Corte jueguen el papel que deben jugar las oposiciones políticas. A la Suprema Corte no le toca ser la oposición al gobierno, ni a los jueces nos toca ser la oposición al gobierno, nos toca ser un poder equilibrador, que cuando alguna autoridad se exceda de sus funciones, lo corrijamos a través de nuestras sentencias, pero también nos toca generar gobernabilidad y un Poder Judicial que estuviera de manera consistente oponiéndose a decisiones de un gobierno, generaría inseguridad jurídica, generaría falta de gobernabilidad, afectaría el Estado de derecho. Eso no nos toca, la independencia judicial no implica ser opositor a un gobierno… Tenemos que ser autónomos, pero ser autónomos no quiere decir que entremos a la “arena política” a responder declaraciones del Presidente o jugar un papel que le toca a las oposiciones políticas, porque además, ahí perderíamos nuestra neutralidad política. La Corte tiene que ser neutral, tiene que ser el poder equilibrador, el gran árbitro de los conflictos constitucionales y el defensor de los derechos humanos de todas las personas.

Creo que tiene toda la razón Zaldívar, como también la tuvo en otros tuits que publicó este fin de semana al subrayar que “nadie ha acreditado que la Corte no es independiente”. 

La verdad es que la Corte, desde la reforma que impuso Ernesto Zedillo en 94-95 se ha distinguido por ser una instancia con creciente autonomía e independencia, y eso mismo lo ha refrendado Zaldívar en los diez meses que lleva al frente del poder judicial, consciente de la profundidad de los desafíos que enfrenta el sistema de justicia en el país. El viernes, al hablar sobre la renuncia de Medina Mora decíamos que la misma modificó implícitamente los equilibrios internos en la SCJN en un momento en el que el ministro presidente, Arturo Zaldívar, está planteando una profunda reforma del propio poder judicial, basada sobre todo en la estructura del mismo, a partir de la Judicatura Federal y de los sistemas de designación de cargos en el propio poder judicial. 

Es así y lo hace, además, en un contexto de profunda inseguridad. En aquella entrevista en marzo, Zaldívar nos decía que “tenemos un reto de Estado en abatir la violencia, la impunidad y la delincuencia organizada y ahí la protección y seguridad de nuestros juzgadores pasa necesariamente por una labor de inteligencia y de colaboración con quienes están encargados de brindar esta seguridad. Nosotros, como Poder Judicial, no tenemos cuerpos de seguridad, pero requerimos el apoyo de quienes sí los tienen.

Por eso mismo, desde el propio poder político se debe ser mucho más cuidadoso con sus expresiones sobre la SCJN y los ministros. Y eso vale tanto para el Presidente como para funcionarios como Santiago Nieto que, teniendo un papel tan delicado y central en la investigación de delitos financieros desde la Unidad de Inteligencia Financiera, no puede ni debe estar desacreditando sobre la jurisprudencia que aprobó Medina Mora o cualquier otro minsistro de la Corte. Recordemos que la SCJN es una instancia colectiva y, confirmando lo dicho por Zaldívar, trata de juzgar con independencia y autonomía, lo que ha demostrado incluso en casos controvertidos, como el de Florence Cassez y muchos otros.

El poder ejecutivo y el legislativo se deben concentrar en lo suyo. La Suprema Corte y el poder judicial no juegan ni quieren jugar el papel de la oposición política, pero tampoco pueden ni deben ser objeto de los intentos de manipulación de unos u otros. En la Corte hay tendencias, hay visiones diferentes y hay un equilibrio interno de poder, como en todas las instituciones de ese tipo en el mundo. Eso es bueno, sano, positivo, siempre y cuando se preserve su autonomía e independencia.

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