La ideología le ganó a la realidad
Columna

La ideología le ganó a la realidad

24-03-2020 Decía Graham Greene, el gran escritor inglés, que siempre prefería intentar comprender la verdad, aunque eso comprometiera su ideología. No es fácil: en la política y sobre todo cuando ésta se hace desde el poder, la ideología termina ocultando tanto los hechos como la verdad y transformando decisiones ideológicas en políticas públicas.

El gobierno federal encara la fase dos de la pandemia del covid 19 recuriendo en el terreno económico a la ideología más que a la constatación de la realidad. Lo sorprendente del mensaje de ayer no es que se haya establecido oficialmente un distanciamiento social que ya estaba implementándose desde hace una semana, sino que no se anunció ningún programa específico para solventar la crisis económica que ya está entre nosotros, con costos geométricamente crecientes.

Como ya se había delantado, el programa económico para enfrentar la crisis se limita a ratificar el apoyo a los adultos mayores; a otorgar créditos, no se dice cómo ni a través de qué instrumentos, a pequeñas empresas y comercios; a presumir un reducción en los precios de las gasolinas (que en realidad es internacional), y a una serie de consejos sobre vida familiar quizás valiosos, pero que no modifican en nada la economía del país.

Mientras tanto, cae la bolsa, el dólar llega a niveles históricos y la mezcla mexicana de crudo está por debajo delos 15 dólares por barril. Con la fase dos son innumerables las empresas de todo tipo que deberán cerrar, suspender labores, despedir trabajadores. Está muy bien que el gobierno anuncie que el ingeniero Slim le informó que no despedirá a nadie en sus empresas ante la emergencia, pero innumerables otras empresas simplemente no pueden darse ese lujo: despiden gente, suspenden actividades sin goce de sueldo, o pagan sueldos, impuestos y servicios.

La enorme mayoría de las naciones han optado por trabajar sobre apoyos fiscales porque no implica cancelar las responsabilidades en ese ámbito, sino aplazarlas y de esa manera darle oxígeno a las empresas y trabajadores. Son los momentos en los que el Estado debe intervenir en la economía, para eso está. La destrucción empresarial que está provocando la parálisis económica intenta ser paliada por los gobiernos de todo el mundo precisamente dando apoyos a empresas, grandes, pequeñas y medianas y a sus ciudadanos, de todas las formas posibles. Aquí el Presidente ha anunciado algo así como que, salvo los sectores más desprotegidos, deberán ser los propios empresarios y ciudadanos, de todos los tamaños, los que tendrán que salvarse a sí mismos: una política neoliberal a ultranza. Que el mercado ejerza su selección natural. La destrucción será feroz.

Y quienes más la sufrirán serán los trabajadores. La gente no vive de los apoyos de sembrando vida o de jóvenes construyendo el futuro, vive de sus empleos, y la destrucción de empleos si no hay apoyo del Estado, será altísima, sobre todo entre quienes no tienen, como algunas grandes corporaciones, capacidad para sostener el cierre o la suspensión de actividades durante varias semanas.

Esa distancia del gobierno ante las urgencias de la iniciativa privada se da en un momento también inédito: la cancelación de una inversión de mil 400 millones de dólares, de los cuales ya se habían ejercido 900 millones, de una planta cervecera en Mexicali haciendo vinculatoria una consulta a todas luces ilegal y no representativa. Que el gobierno federal vulnere la seguridad jurídica de una empresa y cancele en plena crisis una inversión de esa magnitud sin ninguna causa que lo justifique, ha hecho ya un daño que pude ser irreversible en la confianza de los inversionistas y empresarios con la administración federal.

Que al mismo tiempo se deje en claro que no habrá programa alguno para apoyar a la empresa privada durante la emergencia sanitaria, ni tampoco una apertura en sectores como el energético, constituyen un escenario desolador para el futuro económico del país. Un escenario que, además, muchos de los principales funcionarios del sector en el propio gobierno saben perfectamente que debería evitarse.

Pero se ha vuelto a imponer la ideología presidencial por sobre la realidad, en esta ocasión con costos que pueden ser mucho más altos en el bienestar popular que los que provocará la propia pandemia.

Por cierto, en fase dos, el Presidente ha anunciado que no suspenderá sus giras. Irá el fin de semana a Sinaloa, a Nayarit y a Baja California. En fin.

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