11-06-2020 Estamos viviendo, desde la propia presidencia de la república, el inicio, exactamente un año antes de los comicios, de la campaña electoral del 2021. No hay prácticamente un solo tema, una sola decisión, que no termine relacionada con las elecciones o en el posicionamiento del gobierno y su partido ante ella.
Nada es más transparente sobre ello que el “documento secreto” del BOA. Es una maniobra bastante burda que tiene un objetivo claro: cambiar la conversación, victimizarse, volver a enarbolar la bandera del complot que tantos réditos le ha dado a López Obrador desde que se descubrieron los videoescándalos en el 2004, y sobre todo señalar a sus enemigos, algunos muy evidentes, electorales y que públicamente ya han dicho que sí quieren formar coaliciones o establecer acuerdos para los próximos comicios, y otros absurdos, como los consejeros del INE o empresas como FEMSA, en cuyo interés no está en absoluto el forma una coalición, pero sirve, insistimos para señalar, para tomar acciones que en otro contexto podrían ser intransitables.
Al Presidente, como dijo ayer, le podrá parecer divertido dedicar toda una mañanera a difundir un documento que como reconoció su director de comunicación social, Jesús Ramírez, no saben de dónde vino, si es real o no, no conocen “su origen o autenticidad”, pero el tema no es divertido. Es digno de los tuits de Donald Trump. Para colmo, en el propio documento se puede ver que su origen sí es conocido: viene de la computadora, dice el documento, de Omar Cervantes, el director de comunicación social de la secretaría de Gobernación. El Universal publicó ayer que un alto funcionario (¿el mismo Cervantes?) le ofreció publicar ese documento en exclusiva un día antes de su difusión en la mañanera. Nada de todo esto es divertido. Por cierto, ayer hablando de la conspiración de Chipinque, dijimos que el gobernador de Nuevo León en aquellos años era Martínez Domínguez, por supuesto no era él, que llegó al gobierno años después, sino Pedro Zorrilla.
Al mismo tiempo se aprestan a tomar medidas que no puedan ser revertidas si el resultado electoral no les es favorable el año próximo. Se vuelve a insistir en que se quieren reformar las Afores. Estamos hablando de 66 millones de cuentas individuales que suman 4.2 billones de pesos. Antes ya se había manejado una propuesta para desaparecer todas las afores que existen actualmente para fusionarlas en el llamado banco del Bienestar y así poder manejarlas desde el gobierno. Es una locura que nos regresaría en otras condiciones y muchos años después al sistema de pensiones del pasado y algo que, en el camino, quebraría el sistema financiero nacional. Sería como una nacionalización bancaria de López Portillo 2.0.
Ayer también se presentó otra propuesta, desaparecer el Instituto Federal de Telecomunicaciones, y fusionarlo con la Comisión Federal de Competencia y con la Comisión Reguladora de Energía. Se quiere hacer una nueva comisión de mercados que parece un instrumento que serviría solamente para quitarle autonomía a los existentes y aumentar las atribuciones del gobierno, entre otras razones porque el ámbito de acción de la nueva comisión sería casi inabarcable, más allá de su viabilidad y de los aciertos y errores que han tenido esas instituciones. En el caso de la Comisión Reguladora de Energía se lo dice con todas las letras, es para que el Estado, léase el gobierno, fortalezca sus atribuciones y rectoría sobre el sector. En el caso de las telecomunicaciones habría un problema adicional. En el TMEC que entra en funciones el primero de julio, se incorporó un capítulo sobre telecomunicaciones que exige tener organismos autónomos en ese ámbito. Habrá que ver si eso se puede compatibilizar con el órgano macro que propone Ricardo Monreal.
Hablando de la rectoría estatal en energéticos, no hay que perder de vista otro punto. El gobierno federal apuesta para ello a quedarse con el monopolio del sector, aunque ello implique abandonar energías limpias y renovables e incluso la incipiente infraestructura gasera. El gobierno apuesta a los combustibles fósiles, por eso construye Dos Bocas, utilizará combustóleo y carbón en las termoeléctricas y ahora anunció que el tren maya, que cruzará selvas, lugares turísticos y arqueológicos de los más sensibles ecológicamente en el país no utilizará ni gas ni electricidad, sino diésel (en realidad me imagino que será lo que llaman fueloil destilado que es un derivado del combustóleo), uno de los combustibles más contaminantes, como el combustóleo, por su muy alto grado de emisión sobre todo de azufre, por eso ha sido prohibido o se ha reducido drásticamente su consumo en buena parte del mundo. Pero usando diésel el Tren Maya cruzará las selvas y las zonas turísticas del sureste del país.