12-10-2020 Apenas el viernes hablábamos aquí de las semejanzas de la forma de entender y gestionar el poder de López Obrador, con el peronismo argentino.
Una de las características más particulares del peronismo ha sido la creación de una pareja presidencial: ocurrió en los años 40 y 50 con Juan Perón y su esposa, la famosísima Eva Perón, que ejerció amplias franjas de poder, con enorme popularidad y falleció poco después de que se la propusiera como vicepresidenta, lo que se frustó por su enfermedad (murió en 1953 de cáncer, cuando tenía 33 años) y por la oposición de los sectores más tradicionales del peronismo.
Dos años después de la muerte de Evita, Perón fue derrocado por un golpe militar. Estuvo exiliado 17 años y regresó al país y al poder con otra pareja, Isabel, tan popular como una hemorroides. La diferencia fue que el que murió, en 1974, siendo presidente, fue Perón y lo sucedió Isabelita, que como contracara de Evita, terminó creando escuadrones de la muerte contra la militancia de izquierda, de la oposición y de su propio movimiento, y llevando al país a la bancarrota económica que alimentó el brutal golpe militar que se hizo con el poder en 1976.
Cuando regresó la democracia en 1983, el peronismo parecía que se había acabado, pero poco después regresó al poder, lo hizo de la mano de Carlos Menem, un frívolo que también intentó resucitar la idea de la pareja presidencial casándose con un célebre conductora de televisión chilena. La historia terminó en otro desastre político y económico.
Desde la lejana Patagonia, sin que casi nadie se diera cuenta, en medio de otra crisis económica enorme (aquella famosa del corralito) en el 2003, apareció en el peronismo una nueva pareja presidencial: Néstor Kirchner y su esposa Cristina. Ganaron con apenas un 22 por ciento de los votos, pero pronto adquirieron, sobre todo Néstor, mucha popularidad porque se recuperó la economía (aunque fuera artificialmente, porque se dejó de pagar la deuda externa y otros compromisos y con eso se dieron todo tipo de apoyos sociales) y se ajustaron cuentas con el pasado militar, que seguía impune pese a que había dejado miles de muertos, exiliados y desaparecidos.
Como Perón y Evita, Néstor y Cristina se complementaban. El presidente era un abogado, que en la dictadura había sido un opositor moderado, mientras que Cristina había sido una militante universitaria de la izquierda peronista. Se conocieron, se casaron y se fueron a miles de kilómetros de Buenos Aires, el epicentro de la política pero también de la represión, y terminaron años después ganando la gubernatura de Santa Cruz. Unos años después estaban en la presidencia.
Néstor estuvo en gobierno durante dos periodos de cuatro años, legalmente no se podía volver a reelegir. Cristina fue senadora y solía representar a Néstor, o acompañarlo en múltiples eventos, dentro y fuera del país. Fue entonces cuando se decidió que Cristina fuera la candidata presidencial, mientras Néstor era una suerte de factotum, no necesariamente un poder tras el trono, aunque lo pareciera. Eran una pareja presidencial en plena operación, a la que además se sumó por lo menos uno de los hijos, encabezando un ala radical del propio partido (que seguía siendo, como desde su aparición en los años 40, un movimiento donde cabía y cabe desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, todos envueltos en una bandera nacionalista y popular).
La idea era que pasado un periodo de Cristina, Néstor regresara al poder. Pero murió repentinamente de un infarto fulminante. La pareja presidencial obviamente desapareció y comenzó un gobierno de Cristina que fue mucho más desafortunado que los dos que había encabezado Néstor, hasta que perdió, en medio de múltiples escándalos, la presidencia contra un conservador, Mauricio Macri, que hizo un gobierno tan malo que cuatro años después Cristina regresó como vicepresidenta y líder del senado, con un presidente, Alberto Fernández, que de alguna forma juega el papel político más moderado que en su tiempo jugaba Néstor. La diferencia es que no son una pareja y cada uno tiene agendas e intereses diferentes.
Esta larga historia viene a cuento por la gira realizada por Beatriz Gutiérrez Muller por Europa. No recuerdo un caso similar en la historia reciente. Beatriz fue a cumplir labores diplomáticas dignas de un canciller (como lo hizo durante años Cristina y mucho antes, en una célebre gira por Europa que la hizo famosa a nivel internacional, no siempre por las mejores razones, Evita). No se trata ya sólo del protagonismo que ha ganado Beatriz en actividades culturales de la administración, en el discurso histórico que ha impuesto o en la influencia que internamente puede tener en ciertas decisiones, sino que se ha llevado eso al plano público y, además, internacional.
Creo que en la réplica, con sus propias formas, tradiciones y personalidades, que hace el lopezobradorismo del peronismo (la similitud no es con Chávez, no es con Fidel, es con el peronismo) estamos ante una nueva y operativa pareja presidencial.