21-01-2021 “Hoy vamos a comenzar de nuevo”. Con un mensaje donde llamó a recuperar la cultura de los hechos y la verdad, comprometiéndose a ser honesto, a defender la Constitución, la democracia y a su país, a las 11.48 hora de Washington, Joe Biden se convirtió en el nuevo presidente de los Estados Unidos: seré un presidente, dijo, comprometido con la democracia y la verdad, con la lucha contra la pandemia y el racismo.
Fue un mensaje a la unidad, a recuperar el alma y la esencia de la nación, un mensaje también al mundo, la promesa de que Estados Unidos reparará alianza y cumplirá sus compromisos. Pero Biden también recordó, por si hiciera falta ante lo que comprobamos todos los días, que la democracia es frágil, que hay que protegerla y que para ello son imprescindibles la verdad y la honestidad.
Cuando se habla tanto de los hechos alternativos, las noticias falsas, la realidad construida a través de las redes, recordó que hay que regresar a los hechos, a los datos duros, a la ciencia, que hay que vencer la cultura de la mentira. Jamás pronunció el nombre de Trump, pero no era necesario, de él estaba hablando.
Después de años de narcisismo y exaltación, me gustó mucho el discurso de Biden: fue inteligente, sensato, miró hacia el futuro en lugar del pasado porque el objetivo es reconstruir la trama social de su país, desgarrada por el trumpismo. Pero esa reconstrucción se basa en algo tan sencillo como la verdad. Podemos opinar diferente sobre un mismo hecho, pero no podemos tener hechos diferentes, solía decir Obama, y de alguna forma repetía ayer Biden.
Y cuando se fue un presidente como Trump, que según cálculos como realizados por el Washington Post pronunció en su mandato, en sus mensajes públicos, cerca de 40 mil mentiras o datos falsos durante su mandato, sin contar toda la locura de los últimos meses con sus alegatos de fraude electoral y sus llamados que terminaron con el asalto al Capitolio, darle a la verdad su lugar, ponerla en un lugar primordial a la hora de gobernar, se convierte en un compromiso clave para la reconstrucción de, como dijo Biden, el alma de la sociedad.
Lo importante es que no se haya quedado sólo en el discurso. Las órdenes ejecutivas que firmó la misma mañana de ayer van en ese sentido, todos los eventos privilegiaron la reconstrucción, el sanación de las heridas, la reparación de las alianzas y el cumplimiento de los compromisos con su país y, como dijo, con el mundo.
No se puede gobernar mirando el pasado, aunque sea tan terrible como la herencia que dejó Trump, hay que repararlo gobernando. “Yo creo en el mañana”, sostuvo Biden y pidió, en temas como la pandemia, dejar la política de lado y actuar. Fue un gran mensaje, que debería resonar en su país y también en naciones, como la nuestra, donde la verdad está devaluada, donde los hechos alternativos son una constante y, por ende, la polarización y la falta de unidad se convierten en una amenaza cotidiana.
Relación con México
El embajador Christopher Landau se despidió de México con un texto afectuoso y que pareció sincero. Identificó con claridad las cosas que su país, Estados Unidos, y México tienen que hacer en seguridad, migración y comercio bilateral para mejorar la relación. Fue un buen embajador, será bien recordado.
Habrá que ver quién llega en su lugar, pero, por lo pronto, los dos funcionarios designado por el presidente Biden para encargarse de las relaciones con México tienen impecables credenciales. Juan Sebastián González, que será el encargado del hemisferio occidental en el Consejo de Seguridad Nacional, es un joven de origen colombiano, que estudio la preparatoria en México, que ya tuvo un papel importante en la relación de Biden con América latina cuando éste fue vicepresidente y que conoce perfectamente la región. Es uno de los discípulos de Arturo Valenzuela, uno de los funcionarios que mejor ha trabajado y conocido México y América latina en las últimas décadas.
De ese mismo equipo es la nueva responsable en el CSN de todo lo relacionado con México y la frontera, Roberta Jacobson, que fue una muy buena embajadora de Estados Unidos en México, que conoce muy bien nuestro país y a todos sus actores políticos, y cuyo nombramiento demuestra el grado de importancia que le dará Biden a la relación bilateral. Jacobson es una de esas diplomáticas con guantes de seda y mano de hierro que tendrá gran protagonismo en la relación con México en los próximos años. Ambos son una buena noticia.
Los hechos alternos
A algunos parece haberles dolido tanto la exoneración del general Salvador Cienfuegos, que han reciclado una información vieja, el añejo testimonio de un “testigo protegido” del cártel de Guerreros Unidos, para tratar de volver a involucrar al ejército (e indirectamente al propio General y con él a los actuales mandos de la Defensa), en el tema Ayotzinapa, transformando los dichos de un sicario en hechos y pruebas irrefutables.
Ese testimonio que no es nuevo, que ya fue divulgado hace meses, fue rebatido en el pasado, porque simplemente no hay hechos que lo respalden. Pero el objetivo mediático es claro, casi transparente. Ya lo trataremos con detalle mañana.