6-09-2021 Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia eran las medianoches del 31 de diciembre, cuando en vísperas del año nuevo, mi padre, un hombre de irreductibles convicciones de izquierda y republicana, brindaba porque “este año sí se muere Franco”: desgraciadamente pasaron muchos años antes de que mi padre y todos nosotros viéramos desaparecer a ese personaje siniestro. La guerra civil española siempre estuvo permeando la vida familiar ese año y sigue estando presente hasta hoy, fuera de estereotipos, blancos y negros. Si alguien quiere conocer un poco sobre ella tendría que leer, por lo menos, La Guerra Civil Española de Hugh Thomas, y esa novela que es un gran relato de buena parte del siglo XX que es El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura.
Toda esta historia viene a cuento porque la reunión de un grupo de dirigentes y legisladores del PAN con el líder del partido ultraderechista Vox, Santiago Abascal, es sencillamente indignante, incluso un poco menos la reunión que el comunicado conjunto, sacado de algún cajón olvidado de la guerra fría, sin relación alguna con el mundo contemporáneo. Abascal y Vox no representan ni la derecha ni la centroderecha europea, tampoco a ningún grupo socialcristiano: son los representantes de la agenda franquista, coquetean con el fascismo y están en contra de la enorme mayoría de las reformas liberales que se han dado en la transición española desde los años 80.
En esa agenda un punto fundamental son las mujeres: Vox está en contra de cualquier agenda de equidad de género, incluyendo por supuesto el derecho a decidir sobre su cuerpo, incluso piden que las leyes, por ejemplo, en contra de la violación sean revisadas porque las consideran extremadamente duras está en contra de los derechos de la comunidad gay, la reivindicación del machismo es explícita. Son rechazados por la mayoría de las fuerzas políticas de la comunidad europea, de derecha, centro e izquierda y se identifican con los gobiernos crudamente conservadores, protofascistas de Hungría y Polonia.
Siempre he creído que en un diseño democrático se requieren partidos de derecha e izquierda, y al final, es la confluencia hacia el centro con sus distintos perfiles e ideologías, lo que determina la gobernabilidad. España es democrática porque Adolfo Suárez condujo la transición de la mano de hombre de izquierda como Felipe González y Santiago Carrillo y con muy conservadores como Manuel Fraga Iribarne, entre muchos otros. La puja política entre Felipe González y José María Aznar marcó la lucha partidaria, pero también la evolución democrática de España durante muchos años.
Pero, después de ellos, el desdibujamiento del PSOE y del Partido Popular, ha sido lo que ha permitido expresiones populistas de extrema derecha e izquierda representadas por Vox y sectores de Podemos, en una lógica demagógica que trasmina todo el escenario político español, pero también europeo y latinoamericano. La relación del PAN desde los años 80 se dio con el PP, es ridículo que ahora firme declaraciones conjuntas anticomunistas con Vox en lugar de sentarse con Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso o José María Aznar, como es ridículo que sectores de Morena se sientan mucho más cercanos a Podemos que al PSOE, a Pablo Iglesias que a Felipe González o incluso que a Pedro Sánchez.
Es verdad que el PAN surgió influenciado por las concepciones más que conservadoras de sectores de la ultraderecha francesa, pero también de pensadores liberales, como Manuel Gómez Morín. Con el tiempo, las posiciones conservadoras, pero más ligadas al socialcristianismo, fueron teniendo más peso e incluso se quedaron con la dirección del partido, ejemplo de ello fueron, por ejemplo, los fallecidos Luis H. Alvarez y Carlos Castillo Peraza. Ese perfil fue el que le permitió ganar elecciones y alcanzar la presidencia de la república, primero con Vicente Fox y luego con Felipe Calderón. Pero como escribió éste, luego del encuentro con Abascal, la dirigencia del PAN hace tiempo que está extraviada y no tiene ni idea de cuál es su perfil político e ideológico, lo único que la mueve es el poder, pero en el camino lo han perdido, lo mismo que a numerosos y valiosos militantes.
Hoy, los panistas entran a un proceso de elección interna, decisivo para perfilar su candidatura para el 2024, sin dirigencia, sin la más mínima claridad ideológica y con un padrón de militantes ridículamente pequeño, porque la propia dirigencia lo quiere así, para hacerlo manejable.
No entienden que asumir esas posiciones ultraconservadoras lo que alimenta es lo que quieren combatir. Que son esas políticas ultraderechistas las que han minado siempre a las oposiciones cubanas o venezolanas, impidiendo la operación de los grupos de oposición liberal en ambos países. Si el PAN se convierte en algo así habrá que despedirse de él para siempre.
Negociaciones
¿Por qué la ley de revocación de mandato fue rechazada una y otra vez en la comisión permanente los últimos días de agosto y pudo ser aprobada por unanimidad en el senado en los primeros días de septiembre?. Porque en la Permanente, en una operación llevada entonces por Gobernación, se quiso imponer ley, pregunta y periodo extraordinario, sin negociar nada. En el Senado, se negoció con todos los grupos parlamentarios y se logró construir una propuesta común a la que se subieron todos los partidos. Los duros no entienden que no le alcanzan los votos para imponer, pero sí para negociar en muy buenas condiciones.