17.11.2022
Para Bibiana, por estos 11 años que nos han cambiado la vida.
Al presidente López Obrador le cae bien Donald Trump, sin duda mejor que Joe Biden. No en vano esperó hasta última hora, ya después de la toma del Capitolio del 6 de enero, lo mismo que Vladimir Putin, para reconocer el triunfo de Biden. El martes en su discurso para anunciar su candidatura para el 2024, Trump volvió a elogiar a López Obrador por “haberle regalado, gratis, 28 mil soldados para cuidar la frontera” y ayer en la mañanera, el presidente López Obrador dijo que Trump es “una buena persona a la que respetaba”.
Todo esto es muy extraño porque pocos presidentes estadounidenses han tenido un discurso antimexicano más virulento, que se volvió a poner de manifiesto en el discurso de Mar A Lago, con su nueva postulación, que Donald Trump. Es verdad que la agenda de Trump podía concentrarse a partir del tema migratorio y la de Biden abarca mucho más, desde la energía y la crisis de opiacios, hasta la reconversión industrial, el conflicto con China y con Rusia, además de la propia migración. Y también es verdad que pareciera que la administración López Obrador de alguna forma subestima a la actual Casa Blanca, a la que quizás percibe débil.
No tendría que hacerlo, los resultados electorales del martes de la semana pasada han dejado en claro que ha habido un gran perdedor en los comicios de medio término de la Unión Americana y ese perdedor se llama Donald Trump. Sus candidatos más importantes fueron derrotados, incluso unas horas antes de su discurso del martes, se confirmó su derrota en Arizona, no pudo recuperar el control de senado con los suyos para imponer la tesis negacionista de los resultados y el fraude electoral, en su propio partido es cuestionado y la figura emergente, a la que Trump ya ha comenzado a insultar, es Ron de Santis, el gobernador de Florida, el único republicano de peso que ganó por amplio margen. Incluso ante la segunda ronda para elegir senador en Georgia, que será en diciembre, los republicanos le habían pedido a Trump que postergara su anuncio para no afectar las posibilidades del candidato de ese partido (un ferviente trumpista).
Biden no es un presidente popular como Barack Obama o Bill Clinton, y quien sabe si a los 82 años todavía será el candidato idóneo de los demócratas para el 2024, pero ha logrado, por la reacción a todo lo que implica el trumpismo, un resultado electoral que le permite mantener la gobernabilidad y el control sobre temas básicos, mientras los republicanos deberán asumir durante estos dos años la lucha interna para definir su propio futuro.
Esa situación permite y obliga a La Casa Blanca y al Capitolio (que tendrá un escaso control republicano) a endurecer posiciones en muchos ámbitos que repercuten en la agenda interna. Temas como el tráfico de fentanilo, la energía, el medio ambiente, la integración regional, la seguridad en general, y por supuesto la migración, serán claves en el debate cotidiano de los próximos dos años.
Y en muchos de esos temas no tenemos respuestas: en la migración, como ya hemos dicho, la situación se puede tornar insostenible sin estrategias de largo plazo; en el ámbito de la seguridad nada indica que tendremos una mejora en los temas que le interesan a nuestros principales socios comerciales: ni en el tráfico de fentanilo ni en el accionar de los grupos del crimen organizado en relación con el tráfico de personas e indirectamente en el control territorial de los mismos en nuestro país. Esas son preocupaciones reales que devienen de algo que no se termina de comprender y por ende de aprovechar en nuestro beneficio.
La época cambió, si en el pasado la expansión de los mercados se daban desde una perspectiva global, ahora queda claro que esa libertad de mercados parte de fuertes enclaves no nacionales sino regionales. México es parte de un bloque regional, que puede ser uno de los dos más poderosos del mundo, con Estados Unidos y Canadá. Ahí está nuestro destino estratégico. Ese bloque regional tendrá, a su vez, un engarce importante con la Unión Europea, que ha comprendido que su dependencia energética con Rusia le significó un costo que, como muestra la invasión a Ucrania, es inviable políticamente.
China se buscará fortalecer en el Pacífico, en África y en América latina, ya lo está haciendo en forma notable en muchos países. Pero esos son nuestros rivales económicos, nuestro espacio está en América del Norte. Y esa integración pasa por muchas vías y conductos, demócratas y republicanos, menos por uno: Donald Trump. Es la peor opción posible.
El asesor
En 2014, José Luis Moyá Moyá, pretendía ser comisionado del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (IFAI). Sin embargo, cuando los senadores le preguntaron a qué se dedicaba, de qué vivía, y cuáles habían sido sus últimos tres empleos, Moyá confesó que trabajaba para funcionarios que le pagaban por fuera, con nombres falsos,para cuidar que no hubiera actos de corrupción, entre empresas interesadas en licitaciones públicas. Finalmente la Secretaría de la Contraloría General en la Ciudad de México, lo inhabilitó entre 2001 y 2007 por malos manejos ante la Dirección de Normatividad y Situación Patrimonial y la Secretaría de Desarrollo Social, respectivamente. Desde entonces se dedicó a “asesorar” a algunas proveedoras de gobierno que estaban interesadas en golpear a los adversarios. Lo sigue haciendo.