Para el gobierno federal, la que está concluyendo ha sido una semana intensa respecto a su forma de ejercer el poder: algunos aciertos se combinaron con varios errores. Primero, la reunión del presidente Fox con el cardenal Sandoval Iñiguez en el rancho de San Cristóbal, encuentro que se había negado originalmente y que terminó siendo divulgado por la madre del presidente Fox, doña Mercedes, se intentó disfrazar de un encuentro familiar.
Políticamente, para el gobierno federal, la que está concluyendo ha sido una semana intensa pero casi típica respecto a su forma de ejercer el poder: algunos aciertos se combinaron con varios errores, se sobrevendieron expectativas que, al no cumplirse, opacaron algunos logros y, también como consecuencia de decisiones inconsultas y no articuladas, se tuvo que terminar presentando un par de flagrantes mentiras como verdades para tapar yerros.
La semana comenzó mal, en dos vertientes. Primero, la reunión del presidente Fox con el cardenal Sandoval Iñiguez en el rancho de San Cristóbal, un encuentro que se había negado originalmente que se fuera a dar, que después terminó siendo divulgado por la madre del presidente Fox, doña Mercedes, que se intentó disfrazar de un encuentro familiar y que, finalmente, fue divulgado en sus detalles por el cardenal Sandoval, incluyendo la utilización de un helicóptero del estado mayor presidencial para su traslado al rancho y de regreso a Guadalajara, mucho antes que por la oficina de la presidencia. Cuando Los Pinos reaccionó, ya Sandoval había dado su versión sobre el compromiso presidencial de resolver su asunto en diez, quince días y de restaurar su buen nombre. Como cereza para coronar el pastel, el procurador general de la república, Rafael Macedo de la Concha tuvo que reconocer que se enteró del encuentro por los periódicos, que nadie tuvo, siquiera, el detalle de informarle y él, por lo tanto, tampoco tuvo la oportunidad de decirle al presidente de la república que estaba cometiendo un error político y judicial.
Ese mismo domingo, la cancillería informaba con bombos y platillos que habría un "encuentro bilateral" entre los presidentes George Bush y Vicente Fox durante la participación del primer mandatario en el pleno de la ONU, en Nueva York. Se anunció que el encuentro sería de una hora y media en el contexto del almuerzo que el martes ofrecería el secretario general de la ONU, Koffi Annan, a los jefes de estado presentes en la reunión y que Fox se sentaría a la derecha de Bush. Era evidente que se trataba de una información manipulada: cuando se analizaba el contexto de la reunión se comprobaba que se trataría de un almuerzo con una decena de mandatarios sentados todos en la misma mesa donde, obviamente, no habría oportunidad alguna de tratar temas bilaterales: no sólo eso, hubiera sido una absoluta falta de tacto diplomático intentar hacerlo.
Pero, al haber sobrevendido expectativas respecto al encuentro "bilateral", cuando en el almuerzo sencillamente no pasó nada, no hubo como justificarlo más que como una muestra más del "distanciamiento" entre la Casa Blanca y Los Pinos. Pero algo tenía que surgir de la reunión, entonces se informó que ahora está planeada otra reunión bilateral, en esta ocasión en la reunión de la APEC, en Tailandia, en octubre próximo. Habrá que ver si finalmente se realiza, porque anuncios similares ya se habían presentado en los encuentros del G-7 en Evián, o ahora en Nueva York y en ninguno de los dos casos la misma estaba en la agenda del presidente Bush. Ahora las fuentes de la Casa Blanca tampoco lo han confirmado. Pero incluso, si fuera así, si ese futuro encuentro se diera como se informó desde la presidencia de la república, tampoco habría que sobrevenderla porque la agenda a discutir se ceñirá al tema que le interesa a Estados Unidos: la seguridad. ¿Por qué podemos predecir eso?. Por una sencilla razón: la versión oficial dice que el presidente Bush le pidió al presidente Fox que la agenda, por la parte estadounidense, la armara Condolezza Rice, que es la consejera de seguridad nacional de la Casa Blanca, nunca se dijo que de ello se ocupara, por ejemplo, el secretario de Estado, Colin Powell. Y la señorita Rice tiene muy claro cuáles son sus temas y está lejos de ser una paloma en el gabinete de Bush. La agenda será de seguridad y no de migración o comercio.
Paradójicamente, esa sobreoferta de la reunión con Bush, al no concretarse, generó decepción e impidió aquilatar en su justo término el buen discurso que presentó el presidente Fox en la asamblea general de la ONU: medido, bien escrito y bien dicho, reiterando la posición que debe mantener México en esa organización internacional y poniendo distancia no sólo con la posición estadounidense, sino sustentado esa diferencia con ideas y propuestas. Si hay coherencia con esas ideas se podrían adelantar algunas cosas: primero, que la Casa Blanca seguirá disgustada en ese tema con la administración Fox (y no parece haber una forma digna de acortar esas distancias, manteniendo unos mínimos principios sobre el tema); segundo, que Adolfo Aguilar Zinser deberá seguir como representante en el Consejo de Seguridad aunque a Powell no le guste; y tercero, que entonces quizás el encuentro bilateral en Tailandia también termine frustrándose. A veces, como en esta ocasión, hacer las cosas bien puede generar costos en el corto plazo.
Como el presidente estaba en Nueva York, tampoco se terminó acreditando plenamente el encuentro que tuvieron el secretario de Gobernación, Santiago Creel, y el de Energía, Felipe Calderón, con toda la dirigencia y los gobernadores priistas para presentarles una propuesta de reforma eléctrica que, pese a la divergencia del gobernador de Oaxaca, José Murat, fue en general bien recibida por casi todos los otros invitados al Palacio de Covián. Evidentemente, no se esperaba ni podrían surgir de allí acuerdos. Lo importante es que la propuesta se presentó de una forma abierta, buscando consensos y que en la mayoría de los priistas hubo una buena recepción que puede abrir las puertas a una rápida negociación, lo que se acrecentaría por los diálogos que mantuvo sobre el tema el propio presidente Fox con algunos de sus invitados a Nueva York, entre ellos el panista Rodríguez Prats y el perredista Demetrio Sodi.
Lamentablemente, el cierre de la semana se dio con dos mentiras, o si se prefiere ser políticamente correcto, con dos declaraciones enmarcadas en la ausencia de verdad, que no pueden aceptarse. Como la opinión pública criticó duramente la reunión del cardenal Sandoval y el presidente Fox, y ello generó desencuentros en áreas claves del gobierno y del poder (hay que leer, por ejemplo, el texto del miércoles pasado de Javier Ibarrola en Milenio Diario sobre cómo cayó esa reunión en el ejército) se informó oficialmente que en el encuentro entre el presidente y el cardenal no se había hablado del proceso penal en su contra ni se habían generado acuerdos de ningún tipo. Pero el mismo domingo en la mañana, Sandoval Iñiguez ya había abundado con amplitud en el tema y cuando salió la aclaración presidencial ésta ya no tenía sentido. El propio presidente Fox a pesar de que estuvo con los reporteros de la fuente presidencial todos estos días de la semana, esperó hasta el jueves en la mañana, 96 horas después del encuentro de San Cristóbal, para en una conferencia de prensa antes de partir de Nueva York reiterar que el tema del proceso de Sandoval Iñiguez no se había tratado, pero sin desmentir explícitamente al cardenal: el problema es que éste ya había dicho, una y otra vez cuatro días antes, de qué se había tratado la reunión y luego se limitó a decir que respaldaba lo que había dicho la presidencia. En otras palabras, el cardenal simplemente exhibió al presidente Fox.
Una típica semana en el ejercicio del poder según la administración Fox.
Otra mentira, pero en el DF
Ayer tuve oportunidad de hablar con el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del DF, Emilio Alvarez Icaza que acababa de llegar, horas antes, de Costa Rica. Hablamos de la legalidad de los operativos relacionados con el alcoholímetro en la Ciudad de México. Alvarez Icaza desmintió terminantemente algo que habían reiterado una y otra vez las autoridades capitalinas: en esos operativos no hubo supervisores de derechos humanos, se los solicitaron a última hora a la CDHDF, pero no hubo ni tiempo ni personal suficiente para participar en ese operativo. En otras palabras, al contrario de lo que dijo el GDF no hubo respaldo de derechos humanos en los operativos del alcoholímetro. Con un factor adicional, la Comisión coincide con diversos juristas en que los retenes y las muestras aleatorias en las que se basa ese programa, son violatorias de la constitución y por lo tanto dice que el programa debe ser rediseñado.