En 1966, el director italiano Mario Monicelli hizo una película extraordinaria: La Armada de Brancaleone. La historia es sencilla: un caballero medieval, honrado pero pobre y sin ninguna experiencia termina recibiendo de un extraño grupo, un documento que lo hace propietario de una isla donde se asentaría una ciudad, Aurocastro. La administración Fox se parece a la armada Brancaleone, un grupo dispar y heterogéneo, lleno de ocurrencias, día a día descubre un nuevo asunto que la aleja de sus objetivos, se mete en un nuevo problema y deja detrás suyo nuevas complicaciones todo con las mejores intenciones y los peores resultados.
En 1966, el director italiano Mario Monicelli hizo una película extraordinaria: La Armada Brancaleone, con un reparto encabezado por el gran Vittorio Gassman. La historia es sencilla: un caballero medieval, honrado pero pobre y sin ninguna experiencia, termina recibiendo de un extraño grupo, un documento que lo hace propietario de una isla (poco más que una roca) donde se asentaría una ciudad, Aurocastro. No saben muy bien dónde está ni que hacer con ella, pero tienen el poder hacia allí parten Brancaleone y sus amigos. En el camino, siempre con buenas intenciones, cada vez que la "armada" de Brancaleone pasa por algún lugar o se encuentra con algún otro personaje, cambia sus objetivos y sus rutas, entra en conflictos absurdos, generan terribles peleas y desencuentros y terminan ocasionando algún desastre. En uno de esos episodios, Brancaleone rescata una doncella de la que se enamora pero que los lleva de un problema a otro porque no la pueden controlar. En un momento creen que fueron contagiados por la peste, luego siguen a un iluminado que los quiere dirigir a Tierra Santa a pelear en la cruzadas, pero finalmente adoptan otro rumbo, pero cada paso termina en un desastre y, obviamente. la roca de Aurocastro, el objetivo final, no existe.
A veces, la administración Fox se parece a la armada Brancaleone, un grupo dispar y heterogéneo, lleno de ocurrencias, que cada día que pasa descubre un nuevo asunto que la aleja de sus objetivos, se mete en un nuevo problema y deja detrás suyo nuevas complicaciones, todo con las mejores intenciones y los peores resultados. Hagamos una corta recopilación de los temas pendientes de la agenda nacional inmediata: el país no ha crecido en términos reales en los últimos tres años; en el 2003 se perdieron 37 mil empleos; en estos meses se debe resolver el tema de los pagarés del Fobaproa que pueden convertirse en una bomba de tiempo para la economía si no se intercambian antes del año próximo; la seguridad pública sigue siendo un problema gravísimo; el narcotráfico sigue manteniendo un fuerte control sobre distintas zonas del país; en el ámbito político no se pueden alcanzar acuerdos serios y quizás la última oportunidad para ello es la convención nacional hacendaria que comenzará el próximo 5 de febrero y todo mundo está metido, a mitad de la actual administración, en una lógica futurista averiguando quiénes serán los candidatos para el 2006 en lugar de pensar en el 2004.
Y en ese contexto, el sábado, el presidente Fox propuso que México podría mediar entre Chile y Bolivia en una disputa que lleva siglo y medio buscando una solución para encontrar una salida al mar para Bolivia. Antes, el presidente Fox se había propuesto para impulsar la reunificación de Corea, incluso promoviendo el tema "entre congresistas y senadores de Estados Unidos, al igual que con el propio presidente George Bush". Lo de Corea no mereció comentario alguno, ni siquiera de las partes involucradas, pero en la propuesta de mediación entre Chile y Bolivia, los primeros lo rechazaron formalmente y los segundos, por supuesto, estuvieron entusiasmados en aceptarla. Resulta absurdo haberlo planteado porque apenas la semana pasada, cuando el presidente de Bolivia, Carlos Mesa, propuso que la OEA incluyera el tema en su agenda, su homólogo chileno, Ricardo Lagos fue enfático en rechazar esa posibilidad e insistió en que era un asunto estrictamente bilateral. Ahora, al presentar su propuesta el sábado, el presidente Fox pareció olvidar lo sucedido en la cumbre de Monterrey y desgastó innecesariamente su relación con Lagos que, por razones geopolíticas evidentes, debe ser considerado un aliado fundamental para México en el terreno internacional y particularmente en América Latina, ante la virtual constitución de una firma alianza de Brasil con Argentina y en menor medida con Venezuela, además de Bolivia, Paraguay y, si la izquierda gana las próximas elecciones, con Uruguay. Porque, además, cualquiera que conozca un poco de historia latinoamericana sabe que, en este contexto, el conflicto por la salida al mar de Bolivia es casi irresoluble y en esta oportunidad en particular, pareciera sólo una bandera de Mesa para mantener una mínima cohesión en su muy débil gobierno (una bandera que recuerda la utilización que hizo el general Leopoldo Galtieri de la reivindicación de las islas Malvinas, que terminó en una guerra de Argentina con Gran Bretaña al inicio de los 80, para tratar de apuntalar la decadente dictadura militar de la nación conosureña).
Poco antes, en la propia cumbre de Monterrey, la diplomacia mexicana cometió otro grave desliz cuando anunció el presidente Bush (y lo aceptó Vicente Fox), que México apoyaba la posición estadounidense respecto al plebiscito en Venezuela. Y es un desliz no porque el gobierno de Hugo Chávez sea defendible (sin duda no lo es y cada día se acerca más a convertirse lisa y llanamente en una dictadura), sino porque no pareció existir estrategia alguna en ese sentido: fue una ocurrencia. Más aún cuando, paradójicamente, fue la intervención de México, entre otras naciones, la que impidió que se consumara la caída de Chávez hace casi dos años. La diplomacia debe ser coherente con objetivos muy específicos que respondan al interés nacional: ¿cuáles son nuestros intereses como para mediar en la reunificación de las dos Coreas o para buscar ser intermediarios entre los gobiernos chileno y boliviano para solucionar un conflicto ancestral en el cual no existe demasiada voluntad de negociar de ninguna de las partes?¿qué ganamos al respecto?. En todo caso lo de Venezuela podría considerarse como parte de la política de respeto a los derechos humanos (o hasta un gesto por la descortesía de Chávez de dejar plantado a su anfitrión Vicente Fox en Monterrey), pero lo demás no tiene sentido. Y no es por una sencilla interpretación lineal de la doctrina Estrada: en un mundo globalizado existen casos que sí obligan a una toma de posiciones, fue el caso hace años del grupo Contadora, o más recientemente, de la participación en el tema Colombia con el grupo de países amigos o incluso, aunque para muchos sea discutible, la votación sobre derechos humanos en Cuba.
Pero algo les sucede a partir de su cuarto año de gobierno a la mayoría de los mandatarios mexicanos, que la mayoría están tentados a comenzar a encontrar en aventuras internacionales el poder local que comienza a írsele de las manos: ahí estuvo Luis Echeverría soñando con la presidencia de la ONU; José López Portillo jugando un papel destacadísimo en la crisis centroamericana de fines de los 70 y principios de los 80; a Carlos Salinas de Gortari postulándose para presidir la entonces naciente Organización Mundial del Comercio. Y en esa búsqueda externa todos terminan cometiendo errores con repercusiones internas que les terminan costando tanto que pierden sus propios objetivos internacionales. Claro que en esta administración esa parece ser no una excepción sino la norma que los rige. La armada Brancaleone continúa su marcha.
Los amigos-enemigos de AMLO
Ayer en la mañana, el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, sin duda muy satisfecho por los resultados de la encuesta de María de las Heras que lo coloca dos a uno en expectativas electorales sobre la señora Marta Sahagún de Fox, inauguró una nueva obra: un puente sobre avenida del Taller. Y una vez más (es la segunda oportunidad que ello ocurre en unos pocos días) fueron llevados acarreados por las propias autoridades para vivar al jefe de gobierno, una práctica que el propio Andrés Manuel rechazó hace una semana. Lo dicho: muchos de los principales enemigos de López Obrador y sus aspiraciones se esconden entre sus amigos, desesperados por quemar tiempos y quedar bien con quien consideran ya como el futuro presidente. Se equivocan, esas actitudes lo que hacen es lastimar su muy posible candidatura. Y mucha atención, porque en el discurso del domingo de Rosario Robles, en el lanzamiento de la Unión Nacional y Renovación, lo más importante no fue que ella se descartara para la candidatura presidencial, sino la dicotomía que plantea entre un partido de principios o de pragmáticas "cargadas al estilo priista".