Y el narcotráfico llegó a Los Pinos
Columna JFM

Y el narcotráfico llegó a Los Pinos

La información sobre la detención de Nahum Acosta Lugo, director de la coordinación de giras del presidente Fox por sus ligas con el narcotráfico, es la mejor demostración del grado de penetración del narcotráfico en las instituciones del estado y la forma en que éste opera. El crimen organizado no requiere a los personajes que están en la cima de la pirámide del poder: necesita a los que operan, a los que llaman mucho menos la atención pero controlan la información fundamental. Y en este caso, lograron tener acceso a la propia presidencia de la república y a la agenda de giras del presidente Fox.

La información sobre la detención de Nahum Acosta Lugo, director de la coordinación de giras del presidente Fox por sus ligas con el narcotráfico, además de un acierto periodístico de Francisco Garfias, es la mejor demostración del grado de penetración del narcotráfico en las instituciones del estado y la forma en que éste opera. Como hemos insistido en muchas oportunidades no se necesita, el crimen organizado no requiere, tener en su nómina a los personajes que están en la cima de la pirámide del poder: necesita a los que operan, a los que llaman mucho menos la atención pero controlan la información fundamental. Y en este caso, con ese relativamente oscuro panista sonorense, lograron tener acceso a la propia presidencia de la república y a la agenda de giras (y posiblemente también la personal) del presidente Fox. Con la información que proporcionaba Nahum Acosta Lugo, como dijo Rafael Macedo de la Concha, estuvo efectivamente en peligro la seguridad presidencial, pero las repercusiones del hecho van mucho más allá.

Hace algunas semanas, cuando se hablaba de la guerra que había declarado el narcotráfico al Estado, decíamos en este mismo espacio que en realidad, la estrategia del enfrentamiento directo, violento, correspondía al cártel de Osiel Cárdenas, asociado, por lo menos en parte, a los Arellano Félix, a partir de la relación que el jefe del narcotráfico en el Golfo había establecido en La Palma con Benjamín Arellano Félix. Decíamos también que mientras esos personajes se enfrascaban en una lucha brutal, que terminaría casi necesariamente, tarde o temprano, con su aniquilación o con el reemplazo de sus líderes, con el Estado, la principal organización del narcotráfico en México, que es la que encabezan Joaquín El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada y Juan José El Azul Esparragoza, junto con varios de sus asociados en buena parte del país, se dedicaban a lo suyo: a seguir con sus negocios y en lugar de enfrentar en forma violenta a las instituciones del Estado, se ocupaban en infiltrarlas. La detención de Nahum Acosta es una confirmación más de ello: mientras Osiel Cárdenas se enfrenta a disparos en las cárceles y calles, el cártel de Juárez penetra las instituciones y elimina a sus adversarios. Lo decíamos entonces e insistimos ahora: eso es lo que los hacía y hace, para el propio Estado mexicano, mucho más peligrosos, porque pueden no sólo conocer los movimientos y las intenciones del poder, sino incluso inducirlas.

Demuestra también que esa penetración en espacios de poder no respeta ni partidos ni ideologías (Nahum Acosta, como otros había pasado antes por el PRI y el PRD antes de recalar en el PAN), y en el caso del panismo, sobre todo el del norte del país, ha sido demasiado sacudido por este tipo de hechos como para que continúe ignorándolos. Nahuam Acosta fue recomendado por panistas de Agua Prieta, Sonora, donde una y otra vez se ha denunciado la penetración del narcotráfico. Lo llevó al staff de la presidencia de la república, Manuel Espino, originario de Chihuahua pero cuya fuerza política proviene del panismo sonorense y que a su vez había sido designado coordinador de giras por el ex secretario particular, Alfonso Durazo, también de Sonora. Cuando Espino, que ahora busca la presidencia nacional del PAN, dejó esa oficina, dejó en su lugar a Enrique Ruiz Sánchez. Todos fueron ratificados por Emilio Goicoechea, originario de Sinaloa, cuando éste reemplazó a Durazo.

Llama la atención de que Manuel Espino ahora diga ignorar de cómo llegó a ese cargo Acosta Lugo. Dice que lo recomendó “alguien” del PAN de Sonora, donde él fue interventor y dirigente durante varios años. La pregunta es cómo no se realizó investigación alguna sobre Acosta Lugo y cómo una recomendación que ni siquiera puede ser recordada permitió colocar en un área decisiva para la seguridad presidencial a un personaje de estas características. Además de preguntarnos en cuántos otros casos se está repitiendo la misma situación, el hecho confirma algo en lo que también hemos insistido. En muchos sectores del panismo no se entiende ni lo que es la seguridad, en términos de su relación con el crimen organizado, y la penetración del mismo en algunas de sus estructuras es francamente preocupante.

El caso de Acosta Lugo debe sumarse a muchos otros. El gobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, tenía como jefe de seguridad en Morelos a un hombre relacionado con el narcotráfico y lo defendió hasta que la PGR decidió detenerlo; en Chihuahua, durante el gobierno de Francisco Barrio la penetración alcanzada por el cártel de Juárez fue enorme (y en buena medida se mantiene); Fernando Canales Clariond propició la derrota del panismo en Nuevo León porque jamás supo entender cómo había penetrado el crimen organizado en la ciudad, afectando sobre todo la seguridad pública; en las recientes elecciones de Sinaloa, dos candidatos fueron a brindarle su saludo a la familia del famoso narcotraficante Miguel Beltrán Lugo, el Cejagüera, en sus exequias, uno de ellos es ahora un destacado miembro del congreso local. Durante la anterior gestión de la SSP federal se mantuvo a Carlos Tornero como director de prisiones federales pese a que había pruebas contundentes de que los penales federales estaban fuera de control desde tiempo atrás. En La Palma, en otro episodio ligado al narcotráfico y Sonora, se designo Guillermo Salazar Montoya como director del penal pese a que estaba acusado de haber permitido la fuga de dos reos del penal de Hermosillo. Antes, en enero del 2001, se había fugado de Puente Grande El Chapo Guzmán, pese a que en numerosas oportunidades se había advertido a las autoridades estatales y federales de cómo controlaba éste ese penal de supuesta máxima seguridad. Ninguno de los personajes políticos involucrados en éstas y muchas otras historias, han sido apercibidos por su partido o por las autoridades. Todos han continuado con sus carreras, varias de ellas muy exitosas, por lo menos en el escalafón del poder. O sea que no han tenido costos por esos presuntos errores. ¿Implica eso que ellos mismos están relacionados con el crimen organizado? Probablemente no, pero sí implica que desde el partido en el poder y desde el gobierno, esos temas no están siendo valorados en su justa dimensión.

Vayamos a lo inmediato. Lo ocurrido debe obligar a revisar, con profundidad, la planta laboral en el equipo presidencial desde una nueva óptica. Debe obligar a que finalmente se acepte algo que casi siempre se ha rechazado: que el crimen organizado y el narcotráfico, sí han logrado penetrar las estructuras del Estado, que su capacidad de operación se basa en la penetración más por la base que por la cúpula y que, además, sí tiene intereses políticos y puede actuar con base en ellos: ¿para qué quería el cártel de Juárez la agenda presidencial?¿qué hubiera ocurrido (recordemos el 94) si el presidente o alguien de su equipo hubiera sufrido un atentado?¿se olvida y se seguirá considerando que fue un simple hecho aislado lo ocurrido hace algunas semanas, durante una gira por Ciudad Juárez, cuando la camioneta en la que viajaba el presidente Fox fue interceptada por un grupo de manifestantes que terminaron zarandeando el vehículo presidencial ante la impotencia de los miembros del Estado Mayor Presidencial presentes? Si no se comprende y asume que para los distintos grupos del narcotráfico, la desestabilización política es un arma mucho más útil que el enfrentamiento abierto y público con las autoridades, no se estará comprendiendo en absoluto cuál es la forma de operar y el tipo de desafío que plantea el crimen organizado. Y en este esquema se da la relación de esos grupos con algunas organizaciones armadas: lo ocurrido este sábado en Guerrero (lo mismo que algunos secuestros todavía en curso) es una nueva demostración de que esas organizaciones están recibiendo oxígeno financiero y operativo de algún lado.

Por lo pronto, una consecuencia tangencial pero ineludible de lo ocurrido con Nahún Acosta Lugo, se tendrá que dar en otros ámbitos. No veo cómo Manuel Espino podrá continuar con su campaña en busca de la presidencia nacional del PAN. Independientemente de la valoración personal de su persona, el solo hecho de que una de sus personas cercanas, a quien Espino designó para un puesto necesariamente delicado, como la coordinación de las agendas de las giras presidenciales, estuviera trabajando para el principal grupo de narcotraficantes del país, tendría que ser suficiente para que, por lo pronto, el propio Manuel Espino se retirara de esa carrera, o para que el panismo le hiciera comprender que no puede continuar en ella.

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