El caso AMLO y la teoría del caos
Columna JFM

El caso AMLO y la teoría del caos

Uno de los más fascinantes temas de la ciencia actual es la teoría del caos. La llamada ciencia del caos, busca establecer un método para ver orden y una pauta de acción donde antes sólo se podía observar el azar, la irregularidad, lo imprescindible, lo aparentemente caótico. Nada mejor que lo que está sucediendo en torno al caso López Obrador con la decisión del juez Juan José Olvera de regresar el expediente de la consignación de López Obrador a la PGR.

Una de los más fascinantes temas de la ciencia actual es la teoría del caos. Durante los años 80, científicos de todo tipo, desde físicos hasta economistas, crearon un modo para tratar de comprender el desarrollo de la complejidad de la naturaleza. La llamada ciencia del caos, busca establecer un método para ver orden y una pauta de acción donde antes sólo se podía observar el azar, la irregularidad, lo impredecible, lo aparentemente caótico. O como dice uno de sus creadores Douglas Hofstadter: “acontece que una misteriosa clase de caos acecha detrás de una fachada de orden y que, sin embargo, en lo hondo del caos acecha un género de orden aún más misterioso”. La tesis más popular de la teoría del caos es la de uno de sus precursores, la de Lorenz, aquella que dice que el aleteo de una mariposa en China puede terminar modificando, a la larga, el clima en Nueva York. Claro, es una simplificación, pero la teoría del caos se puede aplicar, se aplica, también a la ciencia política y a la política cotidiana.

Nada mejor para ejemplificarlo que lo que está sucediendo en torno al caso López Obrador: con la decisión del juez Juan José Olvera de regresar el expediente de la consignación de López Obrador a la PGR, el juez se sacó un problema de encima, pero también estableció que la presentación de la procuraduría a su entender no se había realizado correctamente, y deja al ministerio público federal ante dos opciones: apelar e ir a un tribunal unitario, lo que podría llevar mucho tiempo, o volver a presentar la solicitud de consignación reclamando ahora la orden de aprehensión en lugar de sólo la de presentación. Al mismo tiempo se habla en Gobernación de una “salida política” y en la PGR de continuar la investigación hasta el final; en la presidencia de la república el vocero Rubén Aguilar pasa de explicar las acciones del gobierno a decir que ya no se referirán más al caso del “señor López” (algo que, para mi asombro, enardece a los simpatizantes del ex jefe de gobierno como si se utilizar su apellido se tratara del peor de los insultos). En medio, están las versiones de que ciertos sectores del gobierno quieren negociar con Andrés Manuel, que otros sólo quieren inhabilitarlo, que Presidencia está enfrentada con Gobernación y con la PGR y que el secretario Creel y Ramón Muñoz han roto lanzas con Macedo de la Concha; que los que están operando todo son Muñoz y Creel, pero también se dice que detrás, en la verdadera operación, con la PGR, están Roberto Madrazo y Manlio Fabio Beltrones y en una posición mucho más alta, diría López Obrador, se encuentra “el innombrable” Salinas de Gortari e incluso algunos comunicadores amigos del ex jefe de gobierno han lanzado ahora la peregrina tesis de que en realidad, todo viene de una exigencia del gobierno de Estados Unidos a la administración Fox para que saque del camino a López Obrador. Y todo, por supuesto, viene de la idea de frenar desde Washington, un hipotético eje Caracas-La Habana-México. ¿Qué mejor demostración del caos y la confusión política que esta pequeña reseña de lo sucedido en estos días con el caso López?

Pero quizás de detrás del caos exista un orden inherente a todo esto, quizás existe una lógica que vaya más allá de la tradicional debilidad en la operación política del gobierno federal. Al momento de escribir estas líneas no sé cómo se desarrolló la marcha del silencio: cuando la marche esté comenzando yo estaré subiendo a un avión que me tendrá unos días fuera de México. Sin duda se habrá congregado mucha gente y no deberían esperarse acciones violentas. Pero lo que sí es claro que ni los manifestantes, ni el propio López Obrador deben tener claridad alguna sobre cuál es su verdadera situación actual ni cuáles son los pasos a seguir.

La marcha del silencio se realizó con el ex jefe de gobierno desaforado, pero sin que se tenga claridad desde cuánto entra en vigor ese desafuero, además de que no se sabe si ha perdido ya definitivamente su cargo en el GDF o no; tampoco saben si la pérdida del cargo se producirá cuando el juez acepte la consignación o rige desde el mismo momento en que se votó el desafuero; el mismo dictamen aprobado en la cámara de diputados contaba con esa contradicción y no se quiso remediarla con anterioridad, acrecentando el caos. López Obrador dice que este lunes 25 regresará a su puesto porque así se lo aconsejaron sus abogados, pero el hecho es que no queda claro si puede hacerlo e incluso, según la PGR, si lo hace se estaría haciendo acreedor a una acusación por usurpación de funciones, o sea tendría que enfrentar un nuevo proceso penal en su contra, más grave que el anterior. Si no regresa, tiene que esperar a que la PGR vuelva a consignar o, por lo menos a que la Suprema Corte de Justicia resuelva sobre las controversias constitucionales de la asamblea legislativa y de la cámara de diputados, aunque antes tiene que resolver las dos demandas que presentaron, el viernes, la PGR y la propia cámara de diputados, lo que postergará la resolución sobre el fondo del caso. Si la Asamblea Legislativa no designa en 30 días, o sea antes del 7 de mayo, un reemplazante para López Obrador al frente del DF puede encontrarse con que esa decisión la termine adoptando el senado de la república. López Obrador quiere ir a prisión porque ello es importante para su estrategia mediática, pero ya no se sabe por dónde pasa ésta: ¿por lograr ir a prisión, por debatir con la PGR o con Fox o con Creel o con todos al mismo tiempo?¿debe incluir en su lista de enemigos al PRI o esperar que haya sectores del priismo que respalden su participación en las elecciones?¿es válida ya su demanda de ir a prisión o esa jugada quedó descalificada ya por el pago de la fianza que terminó exhibiéndola?¿debe presionar por la vía de la movilización con el peligro latente que se le vaya definitivamente de las manos o debe recurrir a una vía estrictamente legal?

El hecho es que con tantos frentes abiertos, con un discurso que se había atenido hasta hace algunas semanas a un solo y estricto guión, hoy la estrategia del ex jefe de gobierno parece desdibujada, confusa y sin objetivos claros. La mejor demostración fueron los mítines de esta semana: exaltado de más en Villahermosa y en el juzgado del reclusorio oriente; con una pobre participación en Guadalajara donde no las tuvo todas consigo porque panistas y priistas lo hostigaron; paupérrima su presencia en Tepic, donde se demostró que el tema del desafuero hasta allá no ha llegado. En todos esos lugares contestando cosas diferentes, con cambios de escenarios legales y políticos para los que no tiene las respuestas inmediatas en las manos e insisto, sobre todo, mostrando una exasperación que exhibe la peor cara del político tabasqueño. Y lo más grave para su causa es que, de una u otra forma, el tiempo sigue su marcha, y nada parece evitar la posibilidad de una inhabilitación, pero incluso si ésta no se da se corre el riesgo de que cuando se entre en la competencia, la brújula política esté ya perdida. Lo cierto es que lo ocurrido en estas semanas, han sacado de balance la campaña mediática y de movilizaciones de López Obrador y hoy no se sabe con claridad hacia dónde quiere o puede ir.

Quizás en el caos presente puede existir un orden de una esencia más misteriosa, más compleja de la que se percibe en la superficie.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil