¿El padre Carlos o el ciudadano Abascal?
Columna JFM

¿El padre Carlos o el ciudadano Abascal?

El secretario de Gobernación, Carlos María Abascal es un hombre muy conservador, en ocasiones hasta el exceso, percibe de forma diferente muchas cosas, desde la religión, la sexualidad, el arte, la cultura hasta la educación.
Abascal cometió la pifia, enorme, al inicio de la administración Fox de pedir censura en la escuela de su hija, por la obra Aura de Carlos Fuentes e hizo declaraciones desafortunadas respecto al papel de la mujer en el trabajo. Pero debo reconocer que Abascal aprendió de esos errores, y no volvió a involucrarse en esos temas, y que mantuvo desde la secretaría del Trabajo una labor de conciliación con todos los sectores que le ha ganado reconocimiento tanto de empresarios como de sindicatos.

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En lo personal, creo que difícilmente podría encontrarme con un político con el que viera de forma tan diferente muchas cosas, desde la religión, la sexualidad, el arte y la cultura hasta la educación, que con Carlos María Abascal. Yo me considero un liberal, políticamente un socialdemócrata y el ahora secretario de Gobernación es un hombre muy conservador, en ocasiones hasta el exceso.

Es verdad que Abascal cometió la pifia, enorme, al inicio de la administración Fox, de pedir la censura en la escuela de su hija de la obra Aura de Carlos Fuentes, y que luego hizo algunas declaraciones muy desafortunadas respecto al papel de la mujer en el trabajo. Pero también se debe reconocer que Abascal aprendió de esos errores, que no volvió a involucrarse en esos temas, y que mantuvo desde la secretaría del Trabajo una labor de conciliación con todos los sectores que le ha ganado reconocimientos tanto de empresarios como de sindicatos cetemistas e independientes. No sólo el número de huelgas disminuyó en forma drástica, sino que en el caso de la primera huelga importante que le tocó enfrentar, la de Aeroméxico, como se había comprometido, no aplicó la requisa y ello propició un arreglo de fondo mucho más rápido que si se hubiera utilizado aquel instrumento legal. En su haber se encuentra también el haber elaborado con empresarios y sindicatos, una reforma a las leyes laborales que en los hechos tiene el respaldo de todos los partidos y la enorme mayoría de los sectores productivos. Si esa reforma laboral no ha sido aprobada en el congreso sólo es porque la ceguera y la confrontación política de nuestros partidos y autoridades, ejecutivas y legislativas, no parece permitirles diferenciar lo importante y urgente de lo coyuntural y mediático.

En lo personal creo que la esencia de la tolerancia, simplificando las cosas al máximo, es la aceptación del otro, de los otros, de su libertad, de su derecho a creer y vivir como quiera en la medida en que no afecte los derechos de los demás. No me molesta en lo más mínimo la percepción de las cosas y de la vida de Abascal o de los muchos hombres y mujeres que comparten esa visión, mientras Abascal o cualquier otro no me lo quiera (no nos lo quiera) imponer por la fuerza, menos aún desde el poder. Abascal en la secretaría del Trabajo me consta que no intentó hacerlo: en muchas oportunidades he platicado con el actual secretario de Gobernación y jamás ha intentado, en ese o en otro ámbito, imponer su visión de las cosas, al contrario, ha mostrado una disposición a escuchar que lo distingue de alguno de sus principales críticos, integristas e intolerantes sólo que de otro signo ideológico.

Es verdad que resulta diferente la secretaría del Trabajo que la de Gobernación. En Bucareli se tienen muchos de los instrumentos claves para el mantenimiento de la convivencia social y la tolerancia, para la aceptación de la diversidad cultural, social, religiosa, de una sociedad tan plural como la nuestra. Allí habrá que juzgar a Abascal: por una parte en el tema político, en la capacidad de diálogo con los distintos partidos y sectores para tratar de rescatar mucho de lo perdido en ese ámbito en este sexenio, incluyendo la posibilidad de avanzar en algunas de las reformas, entre ellas la laboral. Se equivocó el presidente Fox cuando le encargó a Abascal los comicios del 2006: la secretaría de Gobernación tiene que establecer los parámetros de convivencia política entre los distintos actores para ese proceso, pero el mismo no depende del secretario de gobernación sino de una autoridad independiente como el IFE. De Abascal y de Gobernación dependerá coadyuvar en la construcción de un clima político sano para que el proceso electoral se desarrolle con normalidad.

Dentro de ese clima se tendrá que analizar con detalle la acción del nuevo equipo de Gobernación sobre todo en dos ámbitos: el de los medios, la cultura, la comunicación, y el de la tolerancia religiosa. En el primero de ellos, aunque no sea verdad lo que ha dicho una y otra vez este gobierno de que el ambiente de libertades es un logro exclusivo de este sexenio (en realidad es un proceso que viene de mucho más atrás y que desde 1994 ganó plenamente su carta de naturalización), sí es verdad que ellas se han respetado en forma irrestricta, en las personas, los grupos, los medios de comunicación. Ese ambiente se debe mantener, sobre todo en un momento en el cual el presidente Fox ha explicitado ya en demasiadas ocasiones su malestar con los medios y la información que manejamos. La visión de que los medios “están sueltos” está demasiado extendida y puede haber sectores tentados a “amarrarlos” con base a endurecer la relación con el poder. Sería un grave error.

El otro tema es el del ámbito religioso. Abascal es un hombre profundamente religioso y muchos pueden considerar que ello puede implicar una actitud discriminatoria contra otras religiones diferentes a la católica, apostólica y romana, o que se pueda dejar de lado el laicismo inherente a nuestro sistema legal y político. En los distintos ámbitos del poder político en las últimas décadas hemos tenido de todo, desde funcionarios públicamente ateos o agnósticos hasta personajes profundamente creyentes. Pero ninguno de ellos ha tenido la capacidad ni en la mayoría de los casos la intención, de romper o torcer la laicidad del Estado mexicano. Una vez más, la palabra clave no es la fe que se profesa o las convicciones ideológicas, sino la tolerancia, la aceptación de la fe o las convicciones del otro.

¿Tiene Abascal, sin embargo, el perfil idóneo para su nueva responsabilidad?. Quizás esa capacidad de conciliar intereses divergentes puede ser un factor en su favor, pero juega en su contra la inexperiencia en ámbitos claramente político-partidarios: Abascal no ha sido dirigente partidario, no ha sido legislador ni gobernador. Tiene sí, una experiencia de cuatro años en un gabinete presidencial que son importantes, pero en ocasiones podrá necesitar el asesoramiento de políticos profesionales con mayor experiencia en esos ámbitos, en los que Abascal no ha participado. Mucho se ha recordado en estos días el papel jugado por Jorge Carpizo, un hombre de un signo personal, ideológico, profundamente distinto al de Abascal, pero que llegó como independiente a la SG para sacar el proceso electoral del 94. Es una verdad a medias: Carpizo era independiente en términos partidarios, pero había trabajado todo el sexenio con Carlos Salinas y había una evidente identificación política entre ambos, a pesar de las diferencias que mostraban en muchas ocasiones. Venía de ser procurador general de la república, una posición en la que se tienen muchos de los verdaderos hilos del poder. Y, lamentablemente, a Carpizo le fue muy bien en la organización del proceso electoral, pero muy mal en garantizar la gobernabilidad y la seguridad: en su gestión fueron asesinados Colosio y Ruiz Massieu, fueron secuestrados Harp Helú y Losada, y la desestabilización fue la marca del momento. No fue exclusiva su responsabilidad pero tuvo parte de ella. Abascal debe asumir que su responsabilidad va mucho más allá de lo eminentemente político y electoral, la secretaría de Gobernación tiene el control de muchos de los nervios y los músculos del Estado y de cómo los use dependerán la estabilidad política y social.

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