El 2006 no será Salinas vs. AMLO: los dos representan el pasado
Columna JFM

El 2006 no será Salinas vs. AMLO: los dos representan el pasado

El domingo será la segunda ronda de la elección interna panista y salvo que suceda algo muy extraño, todo indica que volverá a ganar Felipe Calderón. Si es así, la lógica política más elemental tendría que indicar que Santiago Creel y Alberto Cárdenas deberían abandonar sus aspiraciones y dejar que Calderón pueda seguir la campaña ahora como precandidato único. No se trata sólo de números: la posible candidatura de Felipe ha generado expectativas que el panismo ni soñaba con tener en estas fechas y ha demostrado que puede ser de mucho más largo aliento que la de Santiago o Cárdenas. Y ese efecto no se da sólo en el PAN sino también, y sobre todo, en distintos sectores fuera de ese partido.

Esta semana será decisiva para el gobierno federal y para el futuro del panismo. El presidente Fox deberá decidir quién reemplazará a Ramón Martín Huerta y allí tendrá que dar una señal política muy concreta. El domingo será la segunda ronda de la elección interna panista y salvo que suceda algo muy extraño (como que se metan manos non santas en algún estado), todo indica que volverá a ganar Felipe Calderón. Si es así, la lógica política más elemental tendría que indicar que Santiago Creel y Alberto Cárdenas deberían abandonar sus aspiraciones y dejar que Calderón pueda seguir la campaña ahora como precandidato único. No se trata sólo de números: la posible candidatura de Felipe ha generado expectativas que el panismo ni soñaba con tener en estas fechas y ha demostrado que puede ser de mucho más largo aliento que la de Santiago o Cárdenas. Y ese efecto no se da sólo en el PAN sino también, y sobre todo, en distintos sectores fuera de ese partido.

La candidatura de Calderón puede crecer por una sencilla razón: es un hombre preparado y joven, con ideas nuevas, que cae bien y que, sobre todo en una elección que se definirá más en torno a los “negativos” (o sea por la decisión de por quién no se votará), lo más importante es que Felipe no los tiene: el porcentaje de personas que no votaría por Calderón en ninguna circunstancia es bajísimo, sobre todo comparado con los porcentajes muy altos de negativos que presentan Roberto Madrazo, Andrés Manuel López Obrador, Santiago Creel y Arturo Montiel, todos con largas historias detrás. En ese sentido, la posibilidad de crecimiento de Calderón depende sólo de su capacidad de orientar correctamente su campaña.

Con un agregado notable: todos sus contendientes, dentro y fuera del PAN, están mirando hacia el pasado. López Obrador quiere regresar a los tiempos del echeverrismo y como no puede decirlo abiertamente, se limita a presentar ocurrencias tipo la mudanza a Palacio Nacional o a hablar de los sueldos de los magistrados de la Suprema Corte. Cuando hace propuestas concretas, como aquella de convertir las declaraciones fiscales en voluntarias y no en obligatorias, parece que siguiera presentando ocurrencias en lugar de ideas seriamente reflexionadas. Su equipo está marcado por incoherencias similares y desde tiempo atrás han definido con claridad su estrategia: pocas propuestas y muy generales para no caer en más contradicciones, atacar a las instituciones que arbitrarán el proceso electoral, como el IFE y el Trife, para desconocer el resultado si no los favorece, y querer convertir, sin argumento alguno, el proceso electoral en una suerte de plebiscito donde la gente tenga que elegir entre López Obrador y Carlos Salinas.

Si no hay argumentos para sostener eso no importa. Pero, además, es un equipo aquejado de problemas serios de memoria: la actual conformación del IFE deviene de la pésima negociación realizada por la bancada perredista en la cámara de diputados y en particular por Pablo Gómez (o quizás esa fue la estrategia a seguir): cuando existía un acuerdo de que no repitiera ninguno de los consejeros anteriores, Gómez se quedó solo hasta el último momento insistiendo en que repitiera Jesús Cantú y rechazó cualquier otra salida: el PAN había resignado la propuesta de Alonso Lujambio y el PRI la de Jacqueline Peschard, pero el PRD no se movió ni un centímetro de su posición. Incluso se le había aceptado la propuesta de Yeidckol Polenvsky como consejera (a las pocas semanas ya era candidata del PRD al estado de México), pero la propuesta de Cantú, según Gómez, era inamovible. Y cuando en una negociación entre varios, alguien se queda con una propuesta inamovible, normalmente se queda también solo. Eso fue lo que le pasó al PRD con el IFE.

Respecto a la elección plebiscitaria AMLO-Salinas, es ridículo, comenzando porque todo el equipo de campaña de López Obrador está formado por ex salinistas, que se presentaron en su momento desde delfines del ex presidente y hasta propusieron por escrito que debía ser reelegido. Hay en ese equipo dos políticos serios y profesionales como Ricardo Monreal y Socorro Díaz (Ricardo sin duda el único verdadero operador político de ese equipo), pero ello no les quita que ellos mismos hayan sido, en su momento, una parte importante del salinismo. Ahora se ha incorporado a ese equipo él también abogado empresarial Javier Quijano, representante legal de López Obrador y de Javier Moreno Valle, apoyando algunas tareas de financiamiento, pero ello no transforma, al contrario, el contenido político de ese equipo.

En el PRI, mientras tanto, se hacen bolas de una manera increíble. Pasan las semanas y no pueden salir del atolladero en el que se han metido (o en el que los ha metido Elba Esther Gordillo). Siguen en una suerte de no campaña Madrazo y Montiel porque lo cierto es que no existe ni siquiera convocatoria ni método para la elección del candidato. Madrazo está a la defensiva y Montiel en los hechos no quiere desgastarse en un conflicto que no considera suyo y entonces no ha iniciado, en realidad, campaña alguna, más allá de spots en televisión. El nuevo CEN priista desconcierta al no poder definir quién será el secretario general del partido, pero además al colocar a dos jovenazos como Carlos Armando Biebrich en la secretaría de elecciones y a Humberto Lugo Gil en la de organización, demostrando que la renovación generacional no entra en los planes del partido tricolor. El PRI, como el lopezobradorismo, están constantemente mirando hacia el pasado y no hacen una oferta para el futuro, ni en las candidaturas ni en los personajes que están a cargo de sus estrategias electorales. Y eso se refleja en ambos partidos no sólo en la precampaña, sino también en su labor legislativa.

No es verdad que la disyuntiva para el 2006 sea entre Salinas y López Obrador (lo que recuerda aquella tristemente célebre frase de “Echeverría o el fascismo”), porque los dos son parte de nuestro pasado político, no del futuro. Uno representa un sexenio que ya terminó, podrá seguir teniendo influencia y peso pero su momento ya pasó. El otro quiere llevar a México hacia el pasado y en su equipo está rodeado de personajes que parece que lo que buscan es ajustar cuentas personales con un pasado que consideran que fue injusto con ellos. Si el PRI y el PRD no cambian su campaña, ésta será una suma de acusaciones recíprocas por sus respectivos pasados y vamos a seguir discutiendo quién mató a Colosio, quién compuso el himno del PRI en Tabasco, si el Fobaproa salvó a la banca o a los banqueros, si las marchas de López Obrador se financiaban desde el gobierno del DF o si Madrazo hizo o no fraude en Tabasco en el 88.

Allí reside la gran oportunidad de Felipe Calderón. El precandidato panista no tiene que ajustar cuentas con el pasado, ni siquiera con el inmediato de la administración Fox, de la que participó sólo en forma efímera. Paradójicamente es por ello que, a diferencia de Creel o Alberto Cárdenas, no tiene que deslindarse de Fox (y hasta puede hacer un buen acuerdo con éste) y por eso mismo puede nuclear en torno suyo un espectro de alianzas de todo tipo que le permitirán fortalecer su candidatura. Pero sobre todo, si las cosas siguen así, podrá desarrollar, por esas mismas razones, la única campaña marcada por propuestas reformistas y con la vista puesta en el futuro. La enorme mayoría de los electores que no tienen definido su voto para el 2006 (que son muchos más que los que ya saben por quién votarán) quieren saber cómo salir del hoyo, cómo mirar con esperanza hacia el futuro, quieren propuestas nuevas que se escapen de las disyuntivas de los mismos personajes de siempre, que llevan diez, veinte, treinta años presentándose como la solución del país y nunca lo han podido demostrar con hechos cuando les ha tocado gobernar ni en lo federal ni en lo local. Ahí está la oportunidad de Calderón (y con muchas menos ambiciones inmediatas de una izquierda nueva como la que representan Alternativa y Patricia Mercado) en este deprimente escenario electoral. De allí es de dónde pueden provenir vientos frescos que aireen este cuarto cerrado, clausurado para lo nuevo que parece ser la vida política nacional.

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