IMSS: la prueba de fuerza
Columna JFM

IMSS: la prueba de fuerza

Dicen en el ámbito federal que le han hecho al sindicato del IMSS una propuesta integral que podría desarmar los argumentos que los mantiene al borde de la huelga para el primer minuto del próximo 16 de octubre. Puede ser que el gobierno cuente con algún instrumento, con alguna propuesta que modifique sustancialmente la situación. Pero todo indica que la huelga en el Seguro Social está mucho más cercana que cualquier solución.

Dicen en el ámbito federal que le han hecho al sindicato del IMSS una propuesta integral que podría desarmar los argumentos que los mantiene al borde de la huelga para el primer minuto del próximo 16 de octubre. Puede ser que el gobierno cuente con algún instrumento, con alguna propuesta que modifique sustancialmente la situación. Pero todo indica que la huelga en el Seguro Social está mucho más cercana que cualquier solución.

Las razones son muchas y pocas de ellas tienen relación con el propio IMSS. En primer lugar, las propias demandas del sindicato resultan inaceptables y ellos lo saben. No sólo por los cambios que desean realizar al contrato colectivo de trabajo y por el aumento del 10 por ciento al salario que proponen, sino también porque, como ya se ha dicho muchas veces, el eje de sus demandas es el rechazo a las tímidas reformas realizadas al sistema de jubilaciones y pensiones el año pasado. El poder legislativo, en este sentido, ha mostrado congruencia y el PRI y el PAN han insistido en que no darán marcha atrás en esas reformas, y el gobierno federal ha dicho que no ofrecerá más de 5 por ciento de aumento salarial. El sindicato especula con la percepción de que el gobierno federal una y otra vez se ha echado para atrás, cuando es presionado. El problema es que con la decisión del congreso de no modificar la reforma a la ley de pensiones del IMSS, el gobierno, aunque quisiera, no podría retroceder, salvo que cometiera el suicidio político y financiero de incrementar los recursos que aporta el propio gobierno federal para financiar al sindicato.

Pero ese es sólo un aspecto del debate, en realidad el conflicto transita por otros caminos. En primer lugar está el propio enfrentamiento interno en el sindicato del IMSS. Roberto Vega Galina representa cada día menos, porque existen varios dirigentes de secciones mucho más duros que parecen, desde tiempo atrás, haber rebasado a su líder. Si sigue allí es porque mantiene una diputación federal que es útil en los procesos de negociación y sobre todo, porque varios de los otros dirigentes más radicales son impresentables ante la opinión pública (¿qué mejor ejemplo que el pronazi Bulmaro Guerrero Cárdenas?). Pero el tener como cabeza a Vega Galina, un priista, les permite dos cosas: primero, exhibirlo y de alguna manera forzar algún tipo de división en el PRI sobre el tema; y segundo, mover las cosas por debajo, rebasándolo constantemente sin pagar costos partidarios. Como Vega Galina no quiere perder el liderazgo, termina aceptando o justificando el proceder de los otros dirigentes, aunque ello implique desconocer los acuerdos que él mismo firmó.

Existe otra razón adicional. Un muy buen número de trabajadores del IMSS no están interesados en lo que haga o deje de hacer el sindicato. Pueden tolerar un liderazgo gris, pero difícilmente aceptarían una dirigencia mucho más dura y comprometida políticamente con causas radicales. Y detrás de Vega Galina, los dirigentes que mecen la cuna del sindicato, son de ese perfil. Por una parte, están los perredistas que quieren quedarse con el liderazgo del sindicato, sobre todo en preparación a los resultados electorales que esperan obtener en el 2006. Con base en ello, la dirigencia del PRD les ha ofrecido 4 diputaciones federales y una senaduría, muy por encima de la diputación federal que tienen ahora con el PRI. En este sentido, para la campaña electoral perredista, acrecentar las muestras de debilidad del gobierno federal, presionándolo desde el sindicato del IMSS, sin mostrarse aún como los verdaderos líderes de ese movimiento, es una apuesta atractiva.

Con todo, muestran más de lo que ocultan cuando en una inacción inexplicable, cuando el GDF permite que durante 14 horas consecutivas, un millar de miembros del sindicato cierre una de las vías de circulación más importantes de la capital provocando un caos descomunal sin tomar ninguna medida, ya no sólo para desalojar, como tendría que hacerlo por ley, a esas personas que bloqueaban Tlalpan, si no, por lo menos, para poner un poco de orden en el tránsito vehicular. No hicieron nada y con ello demostraron su apoyo a un movimiento del que esperan sacar tajada electoral.

El problema es que también existen dirigentes de secciones del sindicato que están más a la izquierda que los perredistas y que son parte de grupos que participan de la llamada “otra campaña” del EZLN y que también están presionando a los propios perredistas para no llegar a ningún tipo de acuerdo.

Pero los problemas van más allá. Esta es también parte de otra confrontación de alcances mayores entre el Congreso del Trabajo y la Unión Nacional de Trabajadores que encabeza Francisco Hernández Juárez, el dirigente de los trabajadores de Telmex. El CT es parte del consejo de administración del IMSS, representando a los trabajadores que aportan a él. El sindicato del IMSS es parte de la UNT y éstos tienen el control de quienes trabajan en el instituto. La lucha entre el CT y la UNT es un conflicto de fondo, por hacerse con el movimiento sindical: el CT es una organización dirigida en realidad por la CTM y con mayoría priista; la UNT está apostando, desde tiempo atrás por el PRD, aunque no termine de confiar del todo en López Obrador.

La UNT sólo puede demostrar fuerza, músculo, en el caso del IMSS. Los otros sindicatos que controla son de empresas privadas que no les permitirían a sus dirigentes ese tipo de movimientos. Qué mejor ejemplo de ello que la relación que mantiene Hernández Juárez con Teléfonos de México: ni remotamente exigiría una relación laboral similar a la que reclaman en el IMSS, porque sabe que sería inviable. Lo mismo ocurre con los trabajadores de Mexicana o de Aeroméxico. Incluso con los de la UNAM. El caso del Sindicato Mexicano de Electricistas es diferente por otra razón: la Compañía de Luz y Fuerza del Centro está literalmente quebrada, es una rémora del pasado, y su servicio es a todas luces insuficiente, mientras su sindicato tiene el mejor contrato colectivo del país. La tentación que han tenido todos los gobiernos por fusionar a la CLyFC con la mucho más eficiente en todos los sentidos Comisión Federal de Electricidad, coloca al SME en una situación difícil pero su opción, como sucede con el sindicato del IMSS, es presionar al gobierno y evitar así que tome las acciones que se deberían adoptar en el sector. Y han tenido éxito: la CLyFC se iba a fusionar con la CFE durante la administración De la Madrid, finalmente el sindicato hizo un acuerdo con el entonces candidato Carlos Salinas para apoyarlo a cambio de que se mantuvieran la empresa, un acuerdo que Salinas aceptó cuando estaba amenazada su candidatura por el FDN; durante el salinismo, el presidente mantuvo el acuerdo, pero para las elecciones del 94, el SME apoyó a Cárdenas y el triunfo de Zedillo hubiera permitido, finalmente, sacar adelante la fusión, pero se cruzó la crisis y no se quiso deteriorar aún más el clima social; llegó el 97, el PRI perdió la mayoría en el congreso y no pudo sacar la reforma eléctrica de Téllez y el proyecto fue archivado. Llegó Fox en el 2000 y tampoco pudo o supo avanzar en las reformas y el SME ahí sigue, ahora fortalecido por el peso que han tomado las organizaciones de la UNT y su apuesta por una victoria de López Obrador en el 2006. Casi lo mismo ha ocurrido con el sindicato del IMSS.

Por eso, salvo que ocurra algo inesperado, el 16 de octubre habrá huelga en el IMSS. Porque el gobierno, que ofreció su carta más fuerte (la cabeza de Levy) simplemente para iniciar las negociaciones, no tiene hoy otras cartas que dar y, además, hay sectores que esperan que finalmente la huelga estalle para desacreditar al sindicato ante los derechohabientes. Y en el propio sindicato porque creen que el gobierno, que ha dado tantas muestras de debilidad, no soportará la presión y terminará cediendo y consolidando sus posiciones. La prueba de fuerza resulta, así, casi inevitable.

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