El regreso de Rosario
Columna JFM

El regreso de Rosario

No creo que el conflicto en el que se encuentra el partido Alternativa Socialdemócrata, la precandidatura de Rosario Robles al gobierno del DF sea la mejor noticia. La postulación de Rosario Robles podría servir como la base de un acuerdo entre ambas corrientes que permitiera por una parte, que ya le dejaran de poner obstáculos a la candidatura de Patricia Mercado para la presidencia, al tiempo que Rosario pudiera competir por la jefatura de gobierno del DF.

No creo que en el conflicto en el que se encuentra el partido Alternativa Socialdemócrata, la precandidatura de Rosario Robles al gobierno del DF sea la mejor noticia, ya que podría profundizar las divergencias entre la corriente socialdemócrata y mayoritaria que encabezan Patricia Mercado y Alberto Begné y la llamada corriente campesina de Iris Salomón y Héctor Sánchez, que se han empeñado en entorpecer la candidatura de Patricia. Pero también, si se enfrían un poco las cabezas en esa fuerza política, la postulación de Rosario Robles podría servir como la base de un acuerdo entre ambas corrientes que permitiera, por una parte, que ya le dejaran de poner obstáculos a la candidatura de Patricia Mercado para la presidencia, al tiempo que Rosario Robles pudiera competir por la jefatura de gobierno del DF. Sería, sin duda, una solución de compromiso, pero una salida viable a la serie de enfrentamientos que se han dado y que ponen en peligro la existencia misma de ese partido y una salida que, paradójicamente, podría fortalecer electoral y políticamente a Alternativa.

El caso de Rosario Robles debe ser analizado con mayor detenimiento y saliendo de los estereotipos generados por el linchamiento público que de ella hizo López Obrador. La ex presidenta nacional del PRD y ex jefa de gobierno fue castigada política y mediáticamente por su relación con Carlos Ahumada. Pero las razones reales de su expulsión del paraíso lopezobradorista fueron otras. El hecho es que nadie ha podido exhibir pruebas de deshonestidad de Robles. Podrá gustar o no su forma de hacer y entender la política y ejercicio del poder, pero posiblemente su gestión de gobierno al frente del DF ha sido, si nos basamos en sus resultados y niveles de aceptación, la mejor de las cuatro que ha tenido el perredismo en la capital; si nos basamos en sus números al frente del PRD en las elecciones del 2003, tuvo un éxito relevante que fue el prácticamente haber duplicado el número de diputados del partido, aunque cometió el error de prometer un 20 por ciento de votos que no llegó a obtener. Esa fue la excusa, sumada al caso Ahumada, utilizada para linchar internamente a Robles. En realidad, poco importaba ese porcentaje de votos o el supuesto endeudamiento inconsulto del partido (aceptado sin dudarlo un momento por todo el comité ejecutivo perredista de aquella época), en realidad, la destrucción de Robles obedecía a una lógica política que ahora es pública.

Al inicio de la administración López Obrador, Rosario Robles era más popular que el tabasqueño, y en el proyecto perredista la figura a hacer crecer para el 2006 era Robles. El jefe de gobierno comenzó entonces a desplegar su propio proyecto que implicaba el desplazamiento y ruptura (que en sus inicios no tuvo nada que ver con la política sino que se dio por razones estrictamente personales) con Cuauhtémoc Cárdenas y con Rosario Robles, con toda la corriente cardenista y de la izquierda tradicional en el PRD y su reemplazo paulatino por un aparato, una estructura proveniente del PRI. El fin de semana pasado en el Zócalo, en la toma de protesta de López Obrador esa situación fue evidente, tres o cuatro ex priistas estaban allí, en el templete, por cada perredista. No fueron al acto ni Cuauhtémoc ni Lázaro Cárdenas ni Jesús Ortega, obviamente tampoco Rosario Robles, y detrás del candidato apareció el mismo dirigente que hace seis años había abandonado el PRD, se había convertido en candidato del PARM y poco después abandonaba esa posición para apoyar a Vicente Fox, el ex embajador durante los primeros cuatro años del foxismo en la Unión Europea, Porfirio Muñoz Ledo.

La caída de Robles, independientemente de Ahumada, de los videos, de las distintas vicisitudes que ha vivido la ex presidenta nacional del PRD, era parte de una estrategia política que comenzó a implementarse, por lo tanto, desde el mismo día del inicio de gobierno de López Obrador en la capital. Tenía, lo mismo que Cárdenas, que ser desplazada del partido porque el proyecto que se construiría sería otro. El respaldo interno para ello, además de los propios errores que pudiera haber cometido Robles, era y es la corriente de René Bejarano, que sigue siendo el principal operador del ahora candidato presidencial en la capital y quien maneja a los grupos clientelares más desprestigiados y menos politizados del perredismo.

Hace ya varios meses que Robles anunció que si Marcelo Ebrard era el candidato del PRD a la capital, ella se le enfrentaría electoral y políticamente, porque Marcelo no representaba el proyecto de la izquierda para la capital. Marcelo fue el candidato y ayer Rosario se registró como precandidata de Alternativa y si obtiene esa posición será un verdadero dolor de cabeza para Ebrard y el bejaranismo en la capital. ¿Debe ser, tiene derecho, Robles a la candidatura a la jefatura de gobierno de la ciudad por Alternativa? En mi opinión merece esa oportunidad, merece regresar a la vida política y reivindicar su carrera, merece ser aceptada o rechazada por el electorado por sus propios méritos o defectos, porque lo que vivió fue una suerte de excomunión, un ejercicio inquisitorial, en el que fue apartada de su partido y de la política por malas artes, por las peores razones. Recordemos que poco después de que se vieran los videos en los cuales Bejarano recibía miles de dólares de Ahumada, el propio Bejarano convocó a una conferencia de prensa en la que dio a conocer estados de cuenta de Rosario Robles, de su hija y de otros familiares con depósitos millonarios. Pero en horas se descubrió que todos ellos eran falsos, sin embargo, el propio gobierno del DF a pesar de recibir la denuncia contra Bejarano por falsificación de documentos y difamación, jamás avanzó en esa indagatoria y sin embargo investigó todos los movimientos financieros de Robles y de su familia incluso los de su padre que llevaba años de muerto y no encontró nada. La procuraduría capitalina nunca enjuició a Bejarano por esa denuncia falsa y López Obrador en su último acto de gobierno le otorgó a su hombre de confianza la libertad para que continuara fuera de la cárcel la operación política en su favor, como una forma, especulemos, de gratitud por la lealtad demostrada por Bejarano que nunca dijo en qué o para quién utilizó el dinero que recibía de Ahumada.

¿Qué puede generar la candidatura de Robles? Nadie puede saberlo con certidumbre. Creo que Demetrio Sodi refleja mejor las posiciones socialdemócratas de Alternativa que Rosario, pero Sodi también debe afrontar la advertencia de la derecha panista, encabezada por Manuel Espino que le ha exigido ya, públicamente, que se defina, que decida si será candidato por el PAN o por Alternativa, porque aparentemente esos sectores (y pese a la oposición de Felipe Calderón que sí quiere a Sodi como candidato de una amplia alianza ciudadana) del panismo no parecen querer aceptar una candidatura común con un partido que enarbola principios diferentes a ellos en temas como el aborto o el derecho de las minorías. En ese sentido, Robles que sin duda arrastra costos en su candidatura, puede hacer un aporte sustantivo para la generación de una opción socialdemócrata en la capital, mayor que cualquier otro candidato de Alternativa. Con un ingrediente esencial: si no hay acuerdo con las corrientes perredistas de izquierda en la capital, Alternativa podría ser un refugio casi natural para figuras y grupos desplazados ahora de ese partido.

¿Alcanzará eso para desalojar a Ebrard de las preferencias electorales? No lo creo, aunque en política casi todo es posible, pero sin duda permitirá demostrar, en forma palpable que el proyecto político del PRD de hoy poco y nada tiene que ver con el del movimiento que creara Cárdenas en 1988. No es poca cosa.

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