¿Y dónde quedó la izquierda?
Columna JFM

¿Y dónde quedó la izquierda?

Al momento de escribir estas líneas era muy probable que Michelle Bachelet se convirtiera en la primera mujer en gobernar Chile. Esta mujer, hija de un militar y militante desde su juventud del partido socialista, es una fiel representante de lo que puede y debería ser la izquierda en América Latina. Mientras otra izquierda, aquella que representa también en forma paradigmática Hugo Chávez, se basa en la imprudencia política y económica. Entre esos extremos se mueve la llamada izquierda en nuestro subcontinente, aunque la última es, en realidad, un movimiento nacionalista-populista, que podrá decirse de izquierda pero que en realidad es profundamente conservador. En ese mismo esquema se está moviendo lo que podíamos denominar la izquierda mexicana, si es que ella existe.

Al momento de escribir estas líneas era muy probable que Michelle Bachelet se convirtiera en la primera mujer en gobernar Chile. Esta mujer, hija de un militar y militante desde su juventud del partido socialista, no sólo fue una de las funcionarias más eficientes e importantes del exitoso gobierno de Ricardo Lagos, sino que es una fiel representante de lo que puede y debería ser la izquierda en América Latina: preocupada en los derechos de los ciudadanos, en defender tanto a las mayorías como a las minorías, tolerante, pero sobre todo que ejecuta un programa social y de gobierno basada en una política económica globalizada, responsable, que busca, por sobre todas las cosas, abrir a su país al mundo (tanto en lo social como en lo económico), que piensa en la generación de la riqueza como una forma de mejorar la calidad de vida y disminuir las desigualdades, gradualista pero constante, con objetivos claros y sin demagogia. La economía chilena es la más exitosa de América latina, pero nadie recuerda a Lagos (o ahora a Bachelet en campaña) pronunciando largos discursos antiglobalización y antiimperialistas, más bien es al contrario. Mientras otra izquierda, aquella que representa también en forma paradigmática Hugo Chávez, se basa en la imprudencia política y económica: utiliza los recursos que le da el petróleo a su país para proyectos faraónicos imposibles de realizar, para financiar candidatos en otros países, para controlar medios, destrozar oposiciones, para hablar horas y horas en programas de televisión oficiales haciéndose propaganda, mientras todas las cifras objetivas demuestran que la calidad de vida de su pueblo cae en forma constante y la mitad de la población vive bajo índices de pobreza extrema.

Entre esos extremos se mueve la llamada izquierda en nuestro subcontinente, aunque justo es decir que la última es, en realidad, un movimiento nacionalista-populista, que podrá decirse de izquierda pero que en realidad es profundamente conservador. En ese mismo esquema se está moviendo lo que podíamos denominar la izquierda mexicana, si es que ella existe. El sábado el PRD, por ejemplo, dio a conocer la primera parte de su lista de senadores plurinominales. Allí la primera posición la ocupa Carlos Navarrete, que fue secretario general del PRD, es un hombre muy cercano a Jesús Ortega y ello es parte de la operación cicatriz que permitió que Ortega no impugnara la candidatura de Marcelo Ebrard para el DF. La segunda posición es para el partido del Trabajo. La tercera para la actriz María Rojo, que compensa sus dotes en el escenario con su mal gusto político, al ser una de las principales piezas de René Bejarano. El cuarto lugar es para Ricardo Monreal. El quinto y sexto lugar es para Convergencia, una de esas posiciones será para Dante Delgado o para Gabino Cué y la otra deberá ser ocupada por una mujer designada por ese partido. El séptimo para el PT. El octavo para otro miembro de los Chuchos, Carlos Sotelo. El noveno lugar le queda a la UNT y podría ser ocupado por el hasta ahora priista líder del sindicato del IMSS, Roberto Vega Galina. En el décimo aparece Claudia Corichi, dirigente de la corriente Nuevo Sol, hija de Amalia García. Luego está Rosario Ibarra de Piedra. Difícilmente podrán ingresar al senado, por vía plurinominal, más representantes de la coalición “por el bien de todos”. Puede haber entre ellos personas muy respetables, pero ¿cuántos son de izquierda, cuántos vienen de esas corrientes políticas? Sin duda, Claudia Corichi o Navarrete (quizás Rosario Ibarra aunque representa a una izquierda ultra, que nunca creyó en el PRD), quizás alguno de los postulados por el PT. Pero los demás vienen de otras historias, en algunos casos legítimas, en otras no, pero que están muy lejos de la izquierda. Lo mismo sucede en el equipo de campaña de Andrés Manuel López Obrador: ¿qué tienen que ver con la izquierda Manuel Camacho, Federico Arreola, Porfirio Muñoz Ledo, Ortiz Pinchetti y casi todos los que participan de ese grupo? Además casi ninguno de los personajes que participan en el equipo de campaña o que está en las listas de pluris para senador ha estado relacionado políticamente con Cuauhtémoc Cárdenas.

Podemos saltar del PRD al otro polo: a Marcos y la llamada otra campaña. Ahora la mayoría de aquellos que defendían hasta la ignominia al subcomandante (ahora delegado Zero), lo critican con dureza por no apoyar a López Obrador. Pero Marcos, aunque ahora esté más gordo, ha sido siempre el mismo: con su levantamiento en el 94 intentó reventar el proceso de modernización del país e incluso afectó seriamente las posibilidades de Cárdenas, cuando buscaba fortalecerse una vía democrática apareció con un discurso militarista que luego cambió por el indigenista, pero que nada aportó a una verdadera democratización del país, tampoco a mejorar la vida de las comunidades que quedaron bajo su control: Marcos tuvo que salir de Chiapas porque las comunidades están hartas del subcomandante y de sus seguidores que les impiden, incluso, participar en los programas sociales de los gobiernos federal y local. Marcos es hoy una caricatura de la caricatura que ya era de un verdadero líder guerrillero. Ahora los que lo alababan lo critican pero lo hacen por las mismas razones equivocadas por las que antes lo cubrían de elogios.

Para muchos, la posibilidad de una verdadera opción de izquierda socialdemócrata, inteligente, avanzada era Alternativa, con sus antecedentes en los partidos Democracia Social y México Posible. Esa opción está siendo reventada en forma consciente e insistente por los representantes de una llamada ala campesina que han terminado encontrando en Víctor González Torres, el famoso Dr. Simi, a su más fiel representante. Además de aportar cien millones de pesos a la campaña ¿qué tiene que ver Simi con la izquierda? Patricia Mercado sí es una fiel representante de esa izquierda que se necesita y desea, aunque sea en forma embrionaria, pero Alternativa ha cometido errores que le van a costar muy caro: el primero, aliarse con esos personajes tan predecibles como Ignacio Iris Salomón o Héctor Sánchez, que obviamente no tenían nada que ver con el proyecto original de Alternativa, todo con la idea de que podrían aportarle votos. Es verdad, como decía días atrás el presidente del partido, Alberto Begné, que la crisis en Alternativa está determinada por la decisión de no vender al partido, de no tratarlo como una franquicia, pero también es verdad que ahora están pagando el precio de una alianza ejecutada en el momento fundacional para buscar mayor fuerza política aunque fuera ignorando que esos aliados nada tenían que ver con sus principios. Hoy Alternativa paga el costo de ese error. Seguramente Patricia deberá ser ratificada como candidata pero el daño probablemente ya es está hecho y para revertirlo tendrá que hacer un esfuerzo monumental en la campaña. No será imposible, pero sí muy difícil.

Resulta paradójico porque existe una amplia corriente intelectual, política, social, de verdadera izquierda, socialdemócrata, en el mejor sentido de la palabra liberal, en nuestro país, pero ella no está representada, en la enorme mayoría de los casos, en ninguno de los partidos políticos ni en sus dirigentes. Ni el propio López Obrador, ni sus aliados, ni Marcos, ni los ahora partidarios de Simi, tienen nada que ver con la izquierda moderna: son, en distintos grados y momentos, representantes de esa corriente nacionalista-populista que se ha impuesto en algunos países de América del Sur y que siguen teniendo a Fidel Castro como un patriarca del que no perciben siquiera el otoño (a estas alturas crudo invierno) que hace tiempo lo ha apagado como una opción democrática y progresista.

Podrán estar en esas corrientes, insistimos, algunos personajes muy respetables, pero allí no está la izquierda moderna que el país necesita. Probablemetne llegue en el futuro… claro, si no gana en julio López Obrador e impone un populismo echeverrista reciclado, quizás bien intencionado pero que nos llevará aún más hacia el pasado.

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