AMLO: la hora de la soledad
Columna JFM

AMLO: la hora de la soledad

Dice el cantante Fito Paéz que la soledad es una droga dura. Tiene razón. Lo sucedido el viernes cuando López Obrador dio conocer su ?gabinete?, lo refleja. Para la conformación de su ?gabinete? no encontró un solo político de peso que quisiera acompañarlo. La hora de la soledad, de empezar a pagar las cuentas ha llegado y para colmo, ese proceso apenas comienza para López Obrador.
Entre los nombres que dio a conocer el viernes el ex candidato, no hay uno solo que haya sido su colaborador. La mayoría incluso, han sido los miembros más oscuros del gobierno capitalino.

Dice el cantante Fito Paéz que la soledad es un droga dura. Tiene razón. Lo sucedido el viernes cuando López Obrador dio a conocer su “gabinete”, lo refleja. Ya semanas atrás, la estrepitosa derrota de Tabasco, donde perdió 20 puntos en dos meses, había sido la señal de que su estrategia era un fracaso. Esta misma semana, cuando intentó treparse a la movilización de la APPO, los oaxaqueños lo dejaron hablando solo en el Hemiciclo a Juárez. Para la conformación de su “gabinete” no encontró un solo político de peso que quisiera acompañarlo. La hora de la soledad, de empezar a pagar las cuentas ha llegado y, para colmo, ese proceso apenas comienza para López Obrador.

Hay muchas cosas notables entre los nombres que dio a conocer el viernes el ex candidato pero de esos seis hombres y seis mujeres, no hay uno solo que no haya sido su colaborador, que no pertenezca al equipo de incondicionales. La mayoría, incluso, han sido los miembros más oscuros del gobierno capitalino: Raquel Sosa, Bertha Luján, Claudia Sheimbaum, Bernardo Bátiz, José Agustín Ortiz Pinchetti, Asa Cristina Laurel, Laura Itzel Castillo: ninguno de esos nombres conlleva, siquiera, un sello de mínima eficiencia en el cumplimiento de sus responsabilidades. Sosa tiene como único mérito su amistad con el tabasqueño, su desempeño en el GDF pasó, en el mejor de los casos, desapercibido; Bertha Luján fue una contralora a modo; Sheimbaum, no hizo nada por el medio ambiente en la ciudad pero como responsable de las grandes obras públicas del lopezobradorismo le debemos obras inconclusas y marcadas por el secreto fiduciario para que nadie pueda saber cómo y en qué se gastó el dinero (pero eso le sirvió para establecer los grandes acuerdos con muchos constructores que financiaron la campaña de López Obrador y se espera que ahora financien su nueva aventura); Bátiz ha sido un desastre como procurador capitalino: ¿qué mejor ejemplo que la incapacidad para encontrar a los asesinos del ingeniero Blamer, aquellos del famosos BMW blanco, que se les ha esfumado a sus agentes?; Laurel, que en sus ensayos académicos criticó siempre el sistema de salud pública, cuando lo tuvo en su manos lo llevó a la peor condición de su historia reciente; Laura Itzel es una mujer respetable, pero su padre, Heberto Castillo, hubiera detestado la forma en la que Laura Itzel permitió innumerables actos de corrupción en los permisos para construcción en la capital. Se podría seguir con todos y cada uno de los “designados”, quizás con la excepción de Ortiz Pinchetti, pero no tiene sentido continuar con una lista que sólo representa una extensión de lo peor del lopezobradorismo, un movimiento cuyo deterioro se refleja, mejor que nada, en la intolerancia del sucesor de López en el DF, Alejandro Encinas, que cuando el viernes un grupo de vecinos, de los pobres que su gobierno dice representar, se quejaron porque en el distribuidor vial de Tasqueña (una obra inaugurada, una vez más, a las apuradas y sin concluir), no había cruces peatonales, los ignoró, declaró que él “de lengua se comía un plato” y abandonó presuroso el lugar rodeado de guaruras.

Sin embargo, se pueden realizar, varias lecturas interesantes viendo quiénes no están en esa lista. Por principio de cuentas no está uno solo de los nombres que se manejaron en la campaña: ninguno de ellos quiso aceptar la propuesta de López Obrador para integrarse a su presidencia “legítima”. Bueno, no están ni siquiera la mayoría de los integrantes de su equipo proselitista. No hay nadie que represente alguna corriente perredista fuera de la encabezada por René Bejarano, que tiene presencia sólo en la capital del país. Pero el PRD no figura, como no figuró en la campaña, en la nueva estructura de AMLO.

Si el PRD no está presente en ese equipo, es más comprensible aún que no estén, tampoco, sus aliados: pese a lo que se dijo, no hay una sola figura de los partidos que conformaron la coalición por el bien de todos. No hay representantes de Convergencia ni del PT, tampoco de sectores de la izquierda independiente, mucho menos ex priistas o panistas con una carrera propia.

Uno de los datos más significativos es que ni uno solo de los designados es siquiera conocido fuera de la capital del país. Ninguno viene de la política estatal, ninguno representa alguna fuerza en el resto de las entidades del país. Ninguno, tampoco, tiene relación con los gobernadores perredistas de Guerrero, Zacatecas, Michoacán o Baja California Sur. No hay dirigentes: ni de los estados, ni de las universidades, ni de los sindicatos, ni de los centros empresariales, ni de los medios de comunicación. Tampoco especialistas reconocidos en ninguno de los principales ámbitos de la vida nacional.

¿Qué se podría esperar de un equipo que no es representativo de la pluralidad política, social, cultural del país e incluso de su partido o de la propia alianza que impulsó la candidatura de López Obrador; que no está integrado por dirigentes políticos o sociales y tampoco por especialistas? Sólo lealtad absoluta al “líder”. Eso es lo que buscó López Obrador, sabiendo que le ha llegado la hora de la soledad, incluso entre los suyos. Irá ahora, con este grupo, al acto del 20 de noviembre, mismo que nadie obstaculizará, porque significa la culminación del ridículo, de la autoinmolación de un dirigente que ha dilapidado de la forma más insensata su capital político. Después del 20 de noviembre, de la llegada al poder de Felipe Calderón y de que Marcelo Ebrard asuma el gobierno del DF, ese grupo irá cayendo en el olvido.

Con todo, puede haber una buena noticia. El que López Obrador se haya llevado a todo ese grupo de desprestigiados ex funcionarios del GDF, implica que ya no estarán en el gobierno de Ebrard. Allí tiene una oportunidad para iniciar un camino nuevo, con gente más capaz y preparada, mirando al 2012.

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