La mentira como ideología
Columna JFM

La mentira como ideología

El célebre asesor político Dick Morris, escribió en su libro Juegos de Poder que ?utilizar un periodo fuera del poder ?tras una derrota- para recuperar la propia esencia y modelar su mensaje, es una experiencia clave en la carrera de muchos que se han mantenido firmes en su principios y han triunfado?. Eso es lo que se esperaba de Andrés Manuel López Obrador: nadie le pedía que renegara de sus principios, sino que la derrota le permitiera redescubrir su esencia política y modelar su lenguaje aprendiendo de la derrota.

El célebre asesor político Dick Morris, escribió en su libro Juegos de Poder que “utilizar un periodo fuera del poder –tras una derrota- para recuperar la propia esencia y modelar su mensaje, es una experiencia clave en la carrera de muchos que se han mantenido firmes en su principios y han triunfado”. Eso es lo que se esperaba de Andrés Manuel López Obrador: nadie le pedía que renegara de sus principios, sino que la derrota le permitiera redescubrir su esencia política y modelar su lenguaje aprendiendo de la derrota.

Lamentablemente ha ocurrido todo lo contrario. López Obrador no ha aprendido nada del proceso pasado o, quizás su esencia siempre fue la que estamos viendo ahora. El ex candidato ha demostrado ser un mentiroso: durante meses dijo que tenía una encuesta que lo tenía diez puntos arriba y ahora sabemos, por quien fue su propia encuestadora oficial, Ana Cristina Covarrubias, que esa encuesta nunca existió y que ella misma decidió no seguir divulgando los estudios de opinión que cotidianamente realizaba, porque los resultados de éstos demostraban que López Obrador iba cayendo en las preferencias electorales y ya estaba empatado con Felipe Calderón. Poco después, el mismo día de la elección, el tabasqueño aseguró que había ganado, según sus datos, por 500 mil votos. Pero ahora también sabemos que esa misma noche, sus propios conteos rápidos le decían que había perdido por un uno por ciento de los votos, lo que más adelante se confirmó. Después habló, primero, de un fraude cibernético; cuando se demostró era mentia, dijo que había sufrido un fraude “a la antigüita”; cuando se volvió a comprobar que también era falso, se escapó por la tangente y lisa y llanamente reemplazó cualquier intento de explicación por los insultos para sus adversarios y su decisión de autoproclamarse presidente legítimo. Hoy, sus actividades, con mucha mayor transparencia que ayer, lindan con el golpismo, con la única diferencia respecto a un Chávez o un Humala, que no hay fuerza armada que lo avale o respalde. Sus apoyos sociales, por otra parte, son cada vez menores, aunque haya redoblado su apuesta por la polarización del país.

Ahora, con el informe final de las elecciones 2006 del IFE, comprobamos que nos dijo otra gran mentira. No sólo el PAN y su candidato Felipe Calderón no fueron los que más gastaron y más acceso tuvieron en medios, sino que quien más gastó en medios fue quien terminó en tercer lugar, la alianza PRI-PVEM, con poco más de 444 millones de pesos. En segundo lugar estuvo López Obrador y la alianza PRD-Convergencia- PT que se gastó 384 millones de pesos, nada mal para un candidato, López Obrador, que había prometido que no haría publicidad en los medios electrónicos y que hablaba de un cerco informativo y de falta de acceso a la radio y la televisión. Si quitamos distintos gastos de publicidad y nos concentramos exclusivamente en prensa escrita y medios electrónicos, Madrazo y López Obrador gastaron casi lo mismo: 367 millones el primero y 359 el segundo. La diferencia de ambos con Felipe Calderón y el PAN es notable: el ahora presidente gastó en esos aspectos 221 millones de pesos, casi la mitad que sus competidores. Mientras sólo en televisión López Obrador gastó 295 millones de pesos, Calderón pagó en la pantalla chica 127 millones. Mientras López Obrador invirtió en prensa escrita más de 20 millones de pesos, Calderón gastó dos millones y medio. Sí hubo diferencia en radio: mientras que Calderón invirtió en ese ámbito 91 millones, López Obrador compró espacios por 52 millones. Entonces, al revés de lo que ha dicho, el candidato de la coalición gastó cifras altísimas en televisión y prensa escrita y las canalizó hacia pocos espacios, mientras que Calderón gastó mucho menos pero con un equilibrio mucho mayor entre los distintos medios de comunicación, lo que hizo mucho más efectivo su mensaje.

Pero lo importante en esto es que, una vez más, resultó una falacia que hubiera un cerco informativo en torno a López Obrador: fue el que mayor cobertura, mayor tiempo y espacio en radio, televisión y prensa tuvo de los tres principales candidatos; gastó mucho más que Calderón en los espacios que compró en televisión, radio y prensa escrita. En todos esos ámbitos, en la cobertura independiente de los medios y en los espacios comprados, Calderón estuvo muy abajo de López Obrador. Nadie le cerró puertas, él escogió con quién ir, que espacios ocupar y donde invertir sus millonarios recursos. Sus acusaciones posteriores, por ende, no tienen fundamento. Se trata de una mentira más de un candidato que no ha sabido perder y que ahora está provocando una serie de derrotas en cadena de su propio partido, el cual no parece ser ya, tampoco, su prioridad.

La especialidad de López Obrador es y ha sido la provocación. Llega a acuerdos, pero no los respeta, busca ser víctima y no duda en mentir descaradamente. En el futuro inmediato habrá nuevos intentos de victimización: son necesarios porque el movimiento se ha desinflado, su discurso no genera atención pública ni de los medios, mientras los sectores más lúcidos de su partido han comenzado a tratar de apostar en un juego diferente que no sea el de perder-perder. Por eso, más temprano que tarde tratará de explotar un nuevo escándalo, de descubrir un nuevo enemigo común. Esa es su verdadera esencia.

El triunfo de Babel

La cinta de Alejandro González Iñárritu, Babel logró el muy prestigiado Globo de Oro como mejor película dramática. Lo merece y debe alegrarnos que un creador mexicano haya alcanzado ese logro. Pero que nadie se cuelgue medallas que nos son suyas: nadie, desde ningún ámbito oficial, local o federal, apoyó a González Iñárritu más que su gente, su equipo, su ahora rota colaboración con el guionista Guillermo Arriaga, para esa realización profesional. Y es que González Iñárritu se dedicó a trabajar, no a hacer de publicista político en turno.

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