La oportunidad de Beatriz
Columna JFM

La oportunidad de Beatriz

No hubo sorpresas en el PRI: hace ya algunas semanas, Beatriz Paredes me había asegurado que tenía garantizado el 75 por ciento de los votos de los delegados y si bien no llegó a ese porcentaje se quedó muy cerca. Enrique Jackson tuvo un tercio de los votos de Beatriz y lo amplio del resultado evitó cualquier tipo de conflicto, a pesar de que se dieron algunos enfrentamientos menores, sobre todo en Morelos.

No hubo sorpresas en el PRI: hace ya algunas semanas, Beatriz Paredes me había asegurado que tenía garantizado el 75 por ciento de los votos de los delegados y si bien no llegó a ese porcentaje se quedó muy cerca. Enrique Jackson tuvo un tercio de los votos de Beatriz y lo amplio del resultado evitó cualquier tipo de conflicto, a pesar de que se dieron algunos enfrentamientos menores, sobre todo en Morelos.

En todo caso lo importante va más allá de eso. Con Beatriz Paredes y Jesús Murillo Karam el priismo tendrá una dirigencia sólida y experimentada. Ninguno de los dos son ingenuos y, además, suelen ser muy buenos operadores políticos. A muchos observadores, sobre todo externos al PRI, ambos representan, más Jesús que Beatriz, formas muy viejas de hacer política. Y en parte es verdad. También lo es que, probablemente, para quienes no formamos parte del PRI, propuestas como las de Jackson pueden ser más “modernas” o atractivas. Pero creo que como observadores nos solemos equivocar cuando evaluamos al priismo porque, precisamente, queremos que sea un partido como nosotros lo esperamos, no como realmente es. Beatriz y Murillo representan, para bien o para mal, en muchos sentidos el priismo real, el que sigue teniendo una presencia nacional, la mitad de las gubernaturas y casi dos tercios de las presidencias municipales del país. Muchos se asombraron cuando descubrieron que un porcentaje muy alto de los delegados priistas, sobre todo en los estados, no tenían teléfono y pensaron que era parte de un proceso de rasuramiento del padrón. Pero en el priismo de base, ese de los pueblos y comunidades que es el que le sigue dando el voto a ese partido, esa es más que una posibilidad.

Allí estriba la contradicción que deberá resolver Beatriz desde la dirigencia del partido. La nueva presidenta del PRI es una mujer que, en muchos sentidos, representa las tradiciones, en las formas y en el fondo, del tricolor. Paradójicamente, ha logrado, pese a ello, articular un discurso que en varios sectores externos al partido resulta atractivo, sobre todo entre las mujeres y en ciertos grupos de la intelectualidad. El suyo es un discurso que combina la tradición operativa de su partido, con un progresismo que tiene muchos puntos de contacto con el viejo nacionalismo revolucionario y con sectores de la izquierda latinoamericana que van desde Castro hasta Lula, muy en el tono del que tuvo en el pasado el propio PRI. Eso es lo que hace atractiva su figura (para muchos, me incluyo, Paredes tendría que haber sido la candidata del PRI en el 2006: hubiera tenido mayor legitimidad que Madrazo, mayor capacidad de pelear los votos de centroizquierda y de presentarse como una alternativa real) pero también eso es lo que le dificultará su accionar en la presidencia del partido.

Deberá moverse entre el apoyo a las reformas y la transformación del país y de su propio partido, al mismo tiempo que se le exigirá no sólo conservar sino recuperar las tradiciones del priismo profundo. Es sencillo decirlo, pero no es fácil encontrar un equilibrio para operar en ese sentido. La dupla Madrazo-Gordillo comenzó hablando de grandes reformas y en el camino, por diferencias políticas y ambiciones personales, terminaron apostando cada uno de ellos a algo completamente diferente. No creo que haya divergencias entre Beatriz y Murillo y tampoco que el CEN que designe Beatriz quede sin control. El problema será manejar la estructura, las propuestas, la relación con los coordinadores parlamentarios y los gobernadores. Tampoco creo, conociendo a Beatriz, que el apoyo que pudiera haber tenido en el proceso, desde algunos gobernadores hasta Carlos Salinas, termine generando una influencia seria en sus decisiones.

En este sentido, cuando realmente sepamos hasta dónde puede llegar Beatriz es cuando observemos lo que suceda de hoy a la asamblea nacional del partido, el 4 de marzo próximo. Allí se tendrán que cambiar (o no) estatutos y documentos básicos, se renovará parte del Consejo Político Nacional y sabremos quiénes integran su comité ejecutivo. Si logra cambios relativamente indoloros en los documentos básicos que le permitan al priismo participar en plan protagónico en las reformas pendientes, sobre todo en la hacendaria, la energética, la de pensiones y la política, tendrá asegurada una plataforma de operación de muy amplios alcances.

Paredes ha ofrecido diálogo y negociación al gobierno federal y a los otros partidos políticos, y sin duda llegará a acuerdos. Pero no serán necesariamente muchos: Beatriz suele ser una negociadora dura. Quizás la diferencia más importante con las últimas dirigencias priistas es que los acuerdos a los que llegue, sean pocos o muchos, los cumplirá y los hará cumplir. No es un dato menor.

Con el presidente Calderón tiene una relación buena, de respeto, de cuando ambos fueron líderes de sus respectivas bancadas en la cámara de diputados en la primera legislatura del foxismo, y entonces supieron ponerse de acuerdo. Con el PRD también tiene una buena relación con varios dirigentes, sobre todo los moderados de ese partido. En realidad, la elección como presidenta del PRI de Beatriz a quien más afectará será al perredismo, porque mientras ese partido navega en estos meses en la confusión total (y ello se mantendrá, por lo menos hasta su congreso de agosto, y quizás después si allí no se llega a consensos sobre temas claves, como el qué hacer con López Obrador), Beatriz pondrá al PRI a disputarle y tratar de apropiarse del espacio de centroizquierda, que a su vez le permita negociar con más comodidad con el gobierno y ser más competitiva electoralmente.

El escenario es promisorio para Beatriz Paredes y su partido si sabe aprovechar la oportunidad que se le presenta y no se deja atrapar por los fantasmas del pasado del priismo, un partido que se ha acostumbrado más hacia mirar hacia atrás que hacia el futuro.

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