Fox: ¿imprudente o maquiavélico?
Columna JFM

Fox: ¿imprudente o maquiavélico?

No debemos ser injustos: los aportes del ex presidente Vicente Fox a la transformación política del país han sido notables. No sólo logró en el año 2000 romper con siete décadas de dominio priista sino que también, apenas 80 días después de haber dejado Los Pinos, ha logrado terminar con una de las tradiciones que marcaron la política mexicana durante décadas: la necesidad (o la compulsión) del presidente en funciones de deslindarse y golpear a su antecesor para demostrar (y quizás demostrarse) quién tenía el poder. Vicente Fox, hay que reconocerlo, lo ha hecho de una manera muy heterodoxa: él mismo está empeñado en autodestruirse, no ha tenido el presidente Calderón que hacer nada al respecto.

Para mi amigo Luis Armando Melgar, por haber convertido, en un año, a Proyecto 40 en una realidad, en un canal de ideas y libertades.

No debemos ser injustos: los aportes del ex presidente Vicente Fox a la transformación política del país han sido notables. No sólo logró en el año 2000 romper con siete décadas de dominio priista sino que también, apenas 80 días después de haber dejado Los Pinos, ha logrado terminar con una de las tradiciones que marcaron la política mexicana durante décadas: la necesidad (o la compulsión) del presidente en funciones de deslindarse y golpear a su antecesor para demostrar (y quizás demostrarse) quién tenía el poder. Vicente Fox, hay que reconocerlo, lo ha hecho de una manera muy heterodoxa: él mismo está empeñado en autodestruirse, no ha tenido el presidente Calderón que hacer nada al respecto.

Luis Echeverría fue duro con Díaz Ordaz y éste públicamente reconocía, en los peores términos, que se había equivocado en elegir a su sucesor. López Portillo y Echeverría tampoco tuvieron, en absoluto, una relación tersa: Echeverría estuvo recorriendo buena parte del mundo durante el sexenio de su sucesor y se acreditó aquello del beso del diablo de San Jerónimo. No hablemos de la andanada, merecida en su mayor parte, que recibió López Portillo en cuando asumió Miguel de la Madrid, incluso del propio Echeverría, que actuó con reciprocidad. Salinas de Gortari tuvo una relación muy tersa con De la Madrid que trabajó con discreción (y bien) en el Fondo de Cultura Económica. En cambio todos sabemos lo sucedido entre Ernesto Zedillo y Salinas: su hermano Raúl encarcelado, el ex presidente protagonizando una inédita huelga de hambre, las acusaciones, el exilio. Una historia truculenta. Vicente Fox y Ernesto Zedillo tuvieron una transición absolutamente normal, incluso algunos de los colaboradores de Fox al inicio del gobierno, como Jorge Castañeda, han insistido en que el mandatario tendría que haber sido más firme en señalar los problemas con los que recibía el país. Ahora, Vicente Fox no ha tenido que esperar ni protección ni revancha ni distancia de parte de Felipe Calderón, el propio ex presidente, solo, sin ayuda, ha logrado que la oposición lo convierta en su blanco preferido. Ayer el PRD no presentó una sino dos demandas contra el ex presidente: una por la supuesta solicitud que le habría hecho al gobernador Humberto Moreira, de que detuviera a Napoleón Gómez Urrutia con motivo de la explosión de Pasta de Conchos (plática que el gobernador recordó un año después, exactamente el mismo día en que se cumplía el primer aniversario de la explosión) y otra por su declaración en una conferencia en Washington donde dijo que López Obrador le había ganado con lo del desafuero pero que luego él, Fox, le había ganado a López cuando triunfó su candidato en las elecciones federales. Según el PRD, ello es la demostración palpable del “fraude”.

Antes, el ex presidente tuvo que ser “convencido” de que no asistiera a la inauguración de la sede de la Organización Demócrata Cristiana de América a la que estaba empeñado en llevarlo Manuel Espino (que se atribuye así mismo la tarea de “proteger” a quien lo hizo líder del PAN); en otra conferencia, Fox había adjudicado a Mario Vargas Llosa la nacionalidad colombiana y el premio Nobel (que Vargas Llosa merece con creces pero que desgraciadamente nunca ha recibido). Apenas el martes el New York Post anunció que buscaban a Fox para que presidiera Univisión, lo que fue desmentido a medias por Marta Sahagún, que dijo que el ex presidente, su esposo, no había recibido ninguna oferta en ese sentido. Pero el propio Fox, dio una nueva vuelta de tuerca, y declaró que en su ciclo de conferencias su objetivo, y en eso vuelve a cerrar el círculo con Espino, lo que busca es conformar “un frente antipopulista”.

La verdad, poco o nada de todo esto tiene algún sustento o trascendencia política real. El dicho del gobernador Moreira podrá servir para analizar el comportamiento de los distintos actores en torno al accidente de Pasta de Conchos e incluso, viendo todo lo sucedido entonces, podría tener visos de verosimilitud, pero el hecho de que lo haya declarado un año después le quita seriedad y resulta imposible de confrontar. Lo del desafuero y la elección es una simplificación total, que forma parte del lenguaje coloquial y en muchas ocasiones lleno de imprecisiones que uso el ex presidente durante su mandato y que sigue utilizando en sus conferencias. Antes, durante y después de estar en el gobierno esa forma de expresarse le generó innumerables conflictos gratuitos pero parece que Vicente Fox no lo cree así. Pero de allí a sacar como conclusión que ese dicho es “la prueba del fraude” existe demasiada distancia. Si fuera por dichos, López Obrador tendría que estar inundado de demandas, comenzando por la de usurpación de funciones al ostentarse como “presidente”. Es mejor dejar a los dichos en paz y centrarse, en política, en los hechos.

Pero el caso es que Vicente Fox, sin quererlo, le ha permitido al presidente Calderón, diferenciarse, tomar distancia y romper los pocos lazos que lo ataban a su antecesor sin tomar medida alguna: todo el daño se lo hizo el propio Fox. El efecto, en última instancia, es el mismo que se daba en el viejo sistema. Si la furia de los adversarios está concentrada en quien dejó el poder, eso le permite a quien lo recibió tener un mayor espacio para operar y negociar con esos mismos adversarios en mejores condiciones o por lo menos sin tantas presiones. Así, mientras el FAP, el PRD, López, Moreira y el PRI, están ocupadísimos con Fox, el presidente Calderón puede seguir trabajando sin tener que ocuparse demasiado de ellos. En términos políticos no es tan mal negocio. Quizás nos equivocamos con Fox: pensamos que hace todo esto por ligereza e imprudencia cuando en realidad resultó un adelantado discípulo de Maquiavelo.

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