La Corte, el Ejército, el VIH
Columna JFM

La Corte, el Ejército, el VIH

Soy, debo confesarlo, de los más entusiastas por el creciente papel que está jugando la Suprema Corte de Justicia en todo tipo de procesos: en un sistema aquejado aún por demasiada demagogia e irresponsabilidad, por juegos de poder que sobrepasan en muchas ocasiones los límites de la legalidad, que cada vez más la función de árbitro la tenga que jugar la Suprema Corte (y el sistema judicial en general, aunque éste se haya todavía a mucha distancia de su instancia superior), es una buena noticia: con sus aciertos y errores implica que esos actores, en última instancia, prefieren, en la mayoría de los casos, cuando no mandan ?al diablo? las instituciones, confiar en ellas y en el marco legal existente, aún con todas las deficiencias de éste. Ello, obviamente, genera una presión y un grado de exposición sobre la propia Corte en la cual se exhiben sus méritos y sus deficiencias.

Soy, debo confesarlo, de los más entusiastas por el creciente papel que está jugando la Suprema Corte de Justicia en todo tipo de procesos: en un sistema aquejado aún por demasiada demagogia e irresponsabilidad, por juegos de poder que sobrepasan en muchas ocasiones los límites de la legalidad, que cada vez más la función de árbitro la tenga que jugar la Suprema Corte (y el sistema judicial en general, aunque éste se haya todavía a mucha distancia de su instancia superior), es una buena noticia: con sus aciertos y errores implica que esos actores, en última instancia, prefieren, en la mayoría de los casos, cuando no mandan “al diablo” las instituciones, confiar en ellas y en el marco legal existente, aún con todas las deficiencias de éste. Ello, obviamente, genera una presión y un grado de exposición sobre la propia Corte en la cual se exhiben sus méritos y sus deficiencias.

Un caso paradigmático, por todo lo que estaba en juego es la reciente resolución de la Corte sobre los soldados portadores del virus del VIH que habían sido dados de baja del ejército. Por más que, como me decía días pasados en una entrevista en Informativo 40, Carlos Monsivais, la tolerancia ya es parte de la sociedad mexicana y no podrá ser desterrada, también es verdad que existen amplios espacios marcados por el prejuicio y la discriminación. Es, uno más, de los ámbitos en los que ha nacido lo nuevo y no ha muerto lo viejo: ¿qué mejor demostración que las declaraciones originales del secretario de salud, José Angel Córdova sobre el SIDA y el condón y la rectificación que tuvo que hacer ante la presión social y del propio presidente Calderón, cambiando públicamente su opinión en 180 grados?. Y el SIDA concentra buena parte de esos prejuicios y es objeto, en la mayor parte de los casos por ignorancia, de discriminación.

Quizás lo más importante de esa decisión de la Corte es que, como decía Monsivais, la que triunfó fue la tolerancia. El problema mayor que debía enfrentar la Corte era asumir que si decidía que la ley del Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas era constitucional  y se podía dar de baja a esos elementos del ejército por ser portadores del VIH, sentaría un precedente que haría ascender en forma incontenible el prejuicio y la discriminación: sería casi imposible que no hicieran lo mismo escuelas, empresas, instituciones. El tema abarcaba más que el ejército y eso tenía que estar en el sustrato de la resolución. Afortunadamente así fue entendido y en ese sentido fue resuelto.

Hay quienes se asustaron o indignaron por las posiciones que adoptaron algunos ministros. Están equivocados: los ministros expresaron sus puntos de vista, que reflejan, en muchos sentidos, no sólo sus propias creencias y convicciones sobre el tema, sino también la gama de percepciones que existen en la sociedad mexicana. No debería preocuparnos que la Corte refleje la diversidad social: sería tan contraproducente que tuviéramos una corte absolutamente liberal tanto con completamente conservadora. Su legitimidad parte, entre otras cosas de su diversidad. Además, ¿qué es hoy ser liberal o conservador en México?. En lo personal siempre he dicho que, por ejemplo, López Obrador, es un político profundamente conservador y de derecha, y que Calderón es un hombre con ideas liberales. Muchos, en la geometría política los ubican exactamente al revés. Lo mismo ocurrió con este debate en la Corte. Paradójicamente, varios de los ministros que tradicionalmente se califican desde la izquierda maniquea como “progresistas”, como el ministro Genaro David Góngora Pimentel, mantuvieron posiciones que ahora fueron calificadas como conservadoras, mientras que el ministro presidente de la Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia, al que esos mismos sectores se empeñan en colocar en la derecha resultó ser “progresista y liberal”. Por supuesto que las posiciones de ambos, como la de todos los demás ministros, son legítimas y también, desde sus perspectivas, válidas, estén equivocadas o no. Con un agravante: tenemos una preocupante tendencia para simplificar, sobre todo en este tipo de resoluciones, los argumentos, que en todos los casos, fueron más sofisticados de lo que se publicó o dijo muchas veces en los medios. Pero debemos insistir en un punto: esta Corte refleja, con todas sus contradicciones, la complejidad, las diferencias, la pluralidad de nuestra sociedad y, además, sus líneas divisorias no parecen ser verticales sino longitudinales, marcadas por los grandes temas que debe abordar, más que por posiciones ideológicas previas. Y la transparencia de su operación es clave en ello.

En este debate ha habido, también, una carga injustificada contra las fuerzas armadas. El ejército es la institución más respetada por los mexicanos, muy por encima de otras. El tema del VIH y el ejército ha estado presente en el debate militar internacional desde hace años, lo mismo que el de la incorporación o no de mujeres o de homosexuales. La tendencia es a la apertura: el ejército mexicano ha hecho un notable esfuerzo para incorporar mucho más plenamente a las mujeres y tenía claramente definidas causas de baja de elementos, casi 250, entre las que se encuentra el VIH. En efecto, hay ciertas tareas que en una institución como el ejército no puede cumplir alguien con VIH, como hay ciertas tareas que no puede cumplir alguien con sobrepeso. Lo que no se puede es dejar a esas personas, sea por el VIH o por el sobrepeso sin protección social. El ejército mexicano por historia, por origen, por formación, es profundamente institucional pero también es liberal. Es la gran diferencia con las instituciones armadas de otras latitudes. Esta decisión lo ayudarán, también, a revisar sus esquemas y adaptarlos a los nuevos tiempos, sin dejar de cumplir las tareas estratégicas que tiene asignadas y que suele cumplir con enormes esfuerzos.

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