¿Y los próximos 30 meses?
Columna JFM

¿Y los próximos 30 meses?

Al momento de escribir estas líneas aún no están definidos los resultados electorales de los 14 estados que ayer fueron a las urnas, pero sí ha quedado en claro que la gente, oscilando entre el miedo por la violencia que cimbra al país y el rechazo a unas campañas basadas cada vez más en las guerras sucias de todos contra todos, no salió a votar en los porcentajes esperados.

Al momento de escribir estas líneas aún no están definidos los resultados electorales de los 14 estados que ayer fueron a las urnas, pero sí ha quedado en claro que la gente, oscilando entre el miedo por la violencia que cimbra al país y el rechazo a unas campañas basadas cada vez más en las guerras sucias de todos contra todos, no salió a votar en los porcentajes esperados.

Hasta ahora, elección más importante y la realmente disputada sigue siendo Oaxaca, con una guerra de resultados previos, surgidos de exit poll a lo largo del día. Allí podría ganar Gabino Cué. Pero aún sin los resultados finales, hay capítulos de la agenda política que tendrían que ser incuestionables en la maltrecha relación entre los partidos y el gobierno a partir de hoy. El primero de ellos es el clima de civilidad: el país está rondando hacia una suerte de ingobernabilidad que trasciende el tema del crimen organizado y la violencia. Las relaciones entre gobierno federal y estatales, entre estos y los partidos, de las fuerzas políticas entre sí, están rotas o seriamente debilitadas. Las intervenciones públicas de las tres últimas semanas de prácticamente todos los actores han estado cargadas de rencor y reproches, de la utilización de los medios y los recursos públicos, de todos, a favor de sus intereses de cortísimo plazo. Los llamados al diálogo presidenciales, en principios aceptados por las fuerzas políticas se han postergado hasta por lo menos hoy y sus avances dependerán, en mucho, de la forma en que terminen los comicios y el tránsito que se le dé a los inevitables conflictos electorales.

Muchos consideran que la situación que se vive en el país en términos de seguridad obligará a las fuerzas políticas a transitar necesariamente por el diálogo para tratar de involucrar a todos en una lucha que hoy parece librar sólo el gobierno federal contra los grupos del crimen organizado. No soy tan optimista. De la forma en cómo se den los resultados y los conflictos poselectorales, se sentarán los partidos, sobre todo el PRI, a la mesa y lo harán con voluntad, o no, de llegar a acuerdos.

Desde enero lo que tenemos es un deterioro constante de la relación entre las fuerzas políticas, y los gobiernos, el federal y los estatales, se involucraron de lleno en las campañas electorales. La forma en que se plantearon las alianzas PAN-PRD (habrá que ver los resultados de las mismas) fue errada, más que por su concepción por su generalización, llevándolas a todos los estados posibles, e incluyendo la renuncia de la candidata perredista en Tlaxcala a favor de la aspirante panista. El tono que se les dio a las campañas y la lógica de confrontación de privó en todas, pareciera que fueran campañas en los estertores de una administración. Se olvidó que aún le quedan 30 meses a este gobierno, que no pueden convertirse en una larga campaña electoral de desgaste hasta llegar al primer domingo del 2012. Puede ser que eso le interese a los partidos, pero definitivamente no a una sociedad que está cada vez más harta y cansada de la falta de resultados.

No en vano México, según el Latinobarómetro que se acaba de dar a conocer esta misma semana, está en el lugar 15 de los 18 países encuestados respecto a la confianza en el futuro. Cuando se pregunta si el país va en la dirección correcta, sólo el 32 por ciento de los mexicanos lo piensan así, contra el 75 por ciento de los brasileños y el 65 por ciento de los chilenos. Sólo Honduras, Nicaragua y Argentina son más pesimistas sobre el futuro del país.

Y la verdad es que no hay razón alguna para, diría el fallecido Monsiváis, documentar nuestro optimismo. Tampoco hay estímulos reales para llegar a acuerdos y éstos se darán o no una vez que se pueda establecer el peso político actual de cada uno de los actores en los comicios de ayer. Pero se debe tener claridad sobre la línea que se tiene que trabajar y abandonar la esquizofrenia, sobre todo la gubernamental, estatal y federal, respecto a la agenda política: se tiene que definir si se buscarán o no acuerdos, cuál será el contenido de los mismos, y qué se negociará en torno a ellos. Hay algunos muy oscuros. Para muchos la liberación de los presos de Atenco o antes de los involucrados en el michoacanazo fue un pago a las alianzas del PAN con el PRD que fue correspondido con el beneplácito con el que el perredismo aceptó las resoluciones sobre la guardería ABC y la designación de Mony de Swan en la Cofetel.

Todo puede ser aceptable pero cuando hay 20 mil muertos, cuando dos terceras partes del país cree que vamos por un mal camino, cuando la política está alcanzando su máximo nivel de desprestigio, no se puede seguir jugando a la confrontación durante los próximos  dos años y medio.

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