El alud de la pobreza
Columna JFM

El alud de la pobreza

Hace casi tres años, el cinco de noviembre del 2007, el poblado de San Juan Grijalva fue destruido por el desgajamiento de un cerro, un movimiento que provocó además de varias muertes, el bloqueo del río Grijalva. Estábamos como ahora en plena temporada de lluvias y como ahora, como todos los años, vastas zonas del centro y sur del país estaban inundadas. Cada año, en esta temporada, se producen desgajamientos, algún alud de tierra y lodo destruye un pueblo, una ranchería, acaba con puentes. Lo mismo ocurre con las lluvias e inundaciones que se dan casi siempre en las mismas fechas y en el mismo lugar, y eso sirve tanto para el puerto de Veracruz como para Tabasco, Chiapas, Oaxaca, para buena parte de la geografía nacional incluyendo el DF.

Hace casi tres años, el cinco de noviembre del 2007, el poblado de San Juan Grijalva fue destruido por el desgajamiento de un cerro, un movimiento que provocó además de varias muertes, el bloqueo del río Grijalva. Estábamos como ahora en plena temporada de lluvias y como ahora, como todos los años, vastas zonas del centro y sur del país estaban inundadas. Cada año, en esta temporada, se producen desgajamientos, algún alud de tierra y lodo destruye un pueblo, una ranchería, acaba con puentes. Lo mismo ocurre con las lluvias e inundaciones que se dan casi siempre en las mismas fechas y en el mismo lugar, y eso sirve tanto para el puerto de Veracruz como para Tabasco, Chiapas, Oaxaca, para buena parte de la geografía nacional incluyendo el DF.

Ahora le tocó a un pueblo en la sierra Mixe de Oaxaca, Santa María Tlahuitoltepec, que ha perdido decenas de casas pero que “sólo” tuvo once desaparecidos cuando se pensaba que la tragedia podría haber alcanzado a cientos. La pregunta es qué esperamos para tomar medidas que impidan que año con año se den estas tragedias anunciadas. Me parece muy bien que el gobierno federal y los especialistas recuerden que éstos son los daños provocados por el calentamiento global y el cambio climático, pero hay que tomar medidas concretas que vayan más allá del lamento.

Cuando ocurrió el desplazamiento del cerro en San Juan Grijalva, el gobierno de Chiapas, encabezado por Juan Sabines, tomó una medida que debería generalizarse: convenció a los habitantes de toda la zona de que era imposible seguir viviendo en sus lugares de origen sin exponerse a esas tragedias y creo una comunidad (la palabra ciudad quizás es demasiado para designarla) sustentable, moderna, digna, con sistema de comunicación, alumbrado, salud, escuela (servicios que hubieran sido imposibles de brindar con la dispersión anterior a su creación), cercana a los lugares de siembra y por sobre todas las cosas segura. Lo hizo con recursos públicos y apoyo del sector privado. Otros proyectos similares se están construyendo en Chiapas donde la nueva comunidad de San Juan Grijalva ha cumplido ya un año.

Esa es la salida no sólo a la tragedia que suele golpear año con año a innumerables comunidades del país: concentrar a la gente, colocarla en lugares seguros, otorgarle los servicios que la dispersión y el aislamiento impiden ofrecerles. Por supuesto que existen comunidades, sobre todo indígenas, que se negarán a trasladarse por tradición, por usos y costumbres, en muchas ocasiones por la manipulación de sus líderes a los que les conviene que permanezcan en el aislamiento y el olvido. Pero muchas otras podrán tener un destino diferente si se lanza un plan de estas características.

En estos días estamos debatiendo el mantenimiento o no de un punto del IVA, que equivale a unos 30 mil millones de pesos. ¿Qué pasaría si ese punto o incluso uno o dos puntos adicionales, se pudieran destinar a este tipo de proyectos?¿qué sucedería si se involucra, como ocurrió con San Juan Grijalva, a la iniciativa privada en los mismos?¿qué sucedería si se hacen planea integrales para mover a esas comunidades pequeñas y rurales y luego se va avanzando con comunidades mucho mayores que se han asentado en las ciudades, en lugares imposibles de resguardar (como buena parte del cinturón urbano de la ciudad de México, en Chalco, Ecatepec, Neza y muchas otras abandonadas y expuestas una y otra vez al peligro)?

Para ese reordenamiento rural y urbano que los diferentes gobiernos han olvidado para no buscarse problemas políticos (¿cómo olvidar historias como las de Atenco, de la que tantos sacaron beneficios de todo tipo, disfrazándolo de un conflicto de tierras?) hay recursos y se podrían obtener más, sería la base de un verdadero programa de infraestructura que no fuera de contentillo, se podría canalizar la mano de obra de la gente de esas comunidades y localidades. Y por sobre todas las cosas se elevaría el nivel de vida de millones. Pero además, ello debería ser un programa federal pero impulsado, en forma concreta en cada estado y municipio, en cada comunidad utilizando mecanismos que el Estado mexicano ya conoce desde las épocas de Solidaridad y que luego no fueron desterrados pero sí marginados.

Porque no nos engañemos, Oportunidades y todos los programas sociales en operación son importantes y ayudan a la gente, por supuesto que se deben mantener pero no alcanzan para sacar de la pobreza a la mayoría: se requieren reformas, estructuras sociales de otra dimensión para hacerlo. Mientras persistan por una parte la dispersión y el aislamiento, y por la otra el hacinamiento, no se saldrá de la pobreza. No mejorará sustancialmente la calidad de vida, no podrá llegarles a quienes más lo necesitan la salud, la educación, los servicios.

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